Van Halen collage

Van Halen collage

martes, 15 de diciembre de 2015

Dos supergrupos más para acabar el año como es debido: Ten Commandos y Kind

La lista de los 10 mejores discos de 2015 ya está cerrada, aunque no me hubiera importado hacer algún anexo. Sobre todo porque, como me temía, alguna sorpresa de fin de año tenía que surgir. Y por partida doble, con la moda de los supergrupos, que ha supuesto la creación de Ten Commandos y Kind. Son dos propuestas radicalmente diferentes (grunge y stoner-doom) pero con una calidad fuera de toda duda, dos trabajos altamente disfrutables para unas fechas en las que nos invadirán con moñadas variadas, recopilaciones insípidas y otras gaitas de peor gusto. Nada menos que Matt Cameron y Ben Shepherd, batería y bajista de Soundgarden, están involucrados en Ten Commandos junto al desértico Alain Johannes (QOTSA) y el más desconocido Dimitri Coats (Off!). El experimento suena justo a lo que se podía esperar, además de contar con colaboraciones de lujo como la de Mark Lanegan en la inicial Staring Down The Dust. Desconozco la forma en la que se reparten después las tareas vocales, aunque creo que entre Coats, Johannes e incluso Cameron anda la cosa. Otro invitado, en este caso invitada, Nikka Costa, pone su voz en Come y uno de los momentos más destacados es la instrumental Sketch 9. Inconfundibles los punteos de Peter Frampton, un veterano guitar hero al que nunca he seguido mucho la pista salvo con Humble Pie. Casi todos los temas siguen un esquema parecido, más o menos lisérgicos (Outermost Sky) y algunos estribillos efectivos. El legado noventero de Seattle sigue intacto (Soundgarden, Alice In Chains, Mad Season, Pearl Jam, Nirvana...) y en algunos momentos me recuerdan a Them Crooked Vultures. Punto y aparte merece la penúltima Aware, con un desarrollo bastante largo, cambios de ritmo y un final apabullante. En general, el disco es bastante ameno, agradable de escuchar pese a que el grunge no es, ni de lejos, mi estilo preferido. Ya veremos si el proyecto tiene continuidad.


El caso de Kind es diferente, puesto que no conozco a ninguno de sus miembros pese a que algunos grupos implicados sí me suenan. Al parecer, todo surgió de una jam entre componentes de Black Pyramid, Elder, Rozamov y Roadsaw, que dio lugar al adelanto German For Lucy el verano pasado. Escuchándolo se ve rápidamente por dónde van los tiros. La semejanza con la densidad de los riffs que patentaron los maestros Kyuss es evidente, aunque también parece una variación extraña del Paranoid de Sabbath. En Rocket Science, su disco de debut, sólo hay ocho temas y cuatro de ellos sobrepasan los seis minutos. Es ahí donde se explayan a gusto con todo tipo de solos, voces graves, otras más suaves, sobre todo en la mastodóntica Hordeolum, que posee un ritmo pesado a más no poder. Mi favorita es Rabbit Astronaut, sobre todo por la intro de batería y el giro más stoner, aunque la anterior, Fast Number One, tampoco está nada mal precisamente por ganar algo de velocidad. El dúo que forman Pastrami Blaster y Siberia es curioso, van por otro camino debido al regusto blues que deja la primera, mientras que la otra es casi funky. El cierre de Ungry Undertaker resume perfectamente lo que buscan Kind: lenta, oscura, la canción va avanzando hasta un riff machacón, arrastrado, al que sigue un solo distorsionado de varios minutos. Queda claro que se trata de un experimento en estudio con varias influencias al que vale la pena hincarle el diente, eso sí, teniendo en cuenta lo que ofrece el menú. No es un plato ligero, sino de una digestión larga y paulatina. Igual que ocurre con Ten Commandos, les seguiremos por si se quedan en una anécdota o tiran hacia adelante. Tiempo al tiempo.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Concierto de Zodiac (La Boite, 10-12-2015): regreso al rock químicamente puro

Si hubiera una fórmula química para definir el rock, sin duda es la que utilizaron Zodiac el pasado jueves en la parada madrileña dentro de su gira española. Lo que muy pocos afortunados vivimos en la Sala Boite fue un regreso en toda regla al verdadero significado no sólo de un estilo musical, sino de una forma de vivir, de sentir, de disfrutar con lo que se hace hasta las últimas consecuencias. Lejos del lujo y oropel de los grandes estadios, los alemanes están recorriendo la Península con una furgoneta alquilada (la suya se averió), ellos mismos cargan con los bártulos para meterlos en la sala, se encargan de probar el sonido sin apenas tiempo y, por si fuera poco, nos deleitaron con un concierto memorable. Con visibles y lógicas muestras de cansancio, fueron de menos a más hasta poner patas arriba el diminuto recinto de la capital. El sonido también fue mejorando tras un inicio confuso, en plan bola casi inaudible, con los protagonistas algo fríos antes de entrar en calor a base de echarle ganas. Zodiac suenan mucho más contundentes en directo que en sus tres discos publicados hasta la fecha. Es extraño que no dieran más cancha a Sonic Child, su último trabajo, sobre todo teniendo en cuenta cómo subieron las revoluciones al tocar Swinging On The Run, Holding On o el blues con el que cerraron su actuación, A Penny And A Dead Horse. El cantante y guitarrista Nick Van Delft ejerce de líder absoluto, sobre todo con esos punteos al final de las canciones que tanto le gustan, o doblando los solos con Stephan Gall. Algunos temas alcanzan momentos épicos con esos duelos de guitarra que ya no se ven mucho. Ruben Claro, el bajista, también se hace cargo de los teclados y los coros, mientras que el batería Janosch Rathmer cumple su cometido con precisión.


Las influencias de la banda germana están muy claras, por lo que tienen inconveniente en tirar de versiones. En su repertorio ya es indispensable Cortez The Killer, de Neil Young, terreno abonado para que la guitarra asuma el control durante un rato bien largo. La otra fue Blue Jean Blues, su propia visión de ZZ Top que incluyeron en su brillante debut discográfico, A Bit Of Devil, del que cayeron una emocionante Coming Home (Van Delft y Claro bajaron a tocar entre el público), Diamond Shoes y el tema título. Completaron el set list con Free (otro momento destacado), Moonshine y Believer, pertenecientes al disco Hiding Place. A estas alturas se les veía muy cómodos en el escenario, sin importarles la paliza que llevaban encima. Tenía mérito lo que estaban haciendo, ya que otros grupos quizás hubieran optado por volver a casa al tener todos los elementos en contra. Sin embargo, pese a que Zodiac no ha ganado ningún concurso, no tienen apellidos ilustres y nadie les ha regalado nada, dieron una lección de profesionalidad difícil de olvidar. Sólo había que observar  la cara de satisfacción de la gente al final para darse cuenta de que grupos así son fundamentales para la supervivencia del rock. Sin poco que ganar y más cosas que perder, se presentan ante poco más de 200 personas dando todo lo que llevan dentro, con buenas caras, sin complejos, con un par de pelotas.  Esto se tiene o no se tiene, no se consigue en un laboratorio televisivo, aunque la gran mayoría (no saben lo que están dejando escapar) no sepa ni sabrá nunca quiénes son Zodiac.

martes, 8 de diciembre de 2015

Top Ten de 2015: los diez mejores discos de rock del año que está a punto de acabar

Se acerca el final de 2015 y toca elegir los mejores discos de rock del año. Hay mucho y muy bueno para construir un top ten que, por supuesto, nunca es definitivo. En la música, como en el cine y otras variantes culturales, sobre gustos no hay nada escrito. A alguien le puede parecer que el Book Of Souls de Iron Maiden es lo mismo de siempre, que no aporta nada, mientras que otros (entre los que me incluyo) puede pensar que han sabido reinventarse con un gran trabajo. Me ha costado un trabajo enorme reducir una larguísima nómina de candidatos que sobrepasaba las 20 novedades de un año que, en mi opinión, ha sido de los mejores y más prolíficos que recuerdo. Por eso me voy a dejar fuera, aunque por derecho deberían haber estado ahí, a Hamlet, Clutch, Blackberry Smoke, Black Star Riders, Europe, The Sword, Kadavar, Blues Pills, Black Stone Cherry, Stryper, Honeymoon Disease, Def Leppard, Ugly Kid Joe, Armored Saint y tantos otros. En fin, menos palabrería y vamos con ello en orden descendente para mantener la emoción hasta el final.

10. Biters: Electric Blood
La gran promesa desde Atlanta para los que disfruten del rock más gamberro, sencillo y sin más pretensiones que pasar un buen rato. Se les puede acusar de comerciales, de flirtear demasiado con el pop, pero lo cierto es que su primer disco es una joya en bruto. Himnos juveniles con el espíritu de Kiss, Thin Lizzy, Ramones, New York Dolls, Motley Crue... Habrá que seguirlos de cerca.

9. Iron Maiden: The Book Of Souls
Cada disco en estudio de esta institución del heavy metal británico más tradicional es un acontecimiento. Nunca se sabe cuándo dirán basta y conviene disfrutar de sus lanzamientos como si fuera a ser el último. En formato doble, recuperando el espíritu de Powerslave, demuestran estar en plena forma. Bruce Dickinson, ya recuperado de su enfermedad, se atreve hasta con el piano. Fundamental.

8. The Darkness: Last Of Our Kind
Los que para mí son herederos de Queen (hasta han fichado al hijo de Roger Taylor para la batería) nos han dejado su mejor obra desde Permission To Land. Mucho hard rock, coros grandilocuentes, los falsetes más controlados, vestimentas inverosímiles, ambigüedad, toda una coctelera de sabores con la guinda del buen gusto inglés. Amor u odio. Es imposible que este grupo te deje impasible.

7. Faith No More: Sol Invictus
Uno de los regresos más sonados y esperados de la década. Tras varias giras de reunión, decidieron meterse en el estudio y el resultado es inmejorable. Parece que no ha pasado el tiempo desde la separación. Sol Invictus es tan, tan Faith No More que hasta da miedo que entre a la primera siendo quiénes son. Geniales, inclasificables, la veteranía es un grado y ahora juega mucho a su favor.

6. Motor Sister: Ride
Concebido como un pasatiempo para el cumpleaños de Scott Ian, ha acabado convirtiéndose en una banda matadora. La base son los temas de Mother Superior cantados por el propio Jim Wilson, acompañado del guitarrista de Anthrax, Joey Vera y John Tempesta. Menuda caña de disco este Ride, no tiene desperdicio con toques punk, metal moderno y mucho guitarreo del bueno. Tremendo.

5. Ghost: Meliora
Ya son casi un fenómeno de masas. Muchos se los tomaban a broma por las máscaras, los disfraces y el numerito de Papa Emeritus, pero la fórmula funciona. Y más con discazos como Meliora. Una especie de AOR doom satánico capaz de mezclar las melodías más dulces con riffs metaleros. Cuentan con la ventaja de ser suecos, lo que garantiza la calidad. Ah, y en directo se salen.

4. Thunder: Wonder Days
Otro regreso que estaba cantado. Son tan buenos que era un desperdicio tenerlos separados con tanto buen rock británico por ofrecer. No tienen un disco malo, así de simple, y Wonder Days no podía ser una excepción. A lo Free o Bad Company, con mucha clase, superando también la enfermedad de alguno de sus miembros, creo que tenemos truenos para rato. Que no escampe nunca, por dios. 

3. Teenage Time Killers: Greatest Hits Vol. 1
Increíble que un proyecto de esta magnitud haya pasado tan inadvertido. Hay gente que odia a los supergrupos, pero esto es algo más, es el paraíso del punk y el hardcore. Resultaría imposible enumerar a todos los invitados de esta orgía liderada por Reed Mullin, de COC, que disparan un temazo tras otro hasta dejarnos exhaustos. En plan Ramones, a toda leche, 20 trallazos.

2. Graveyard: Innocence & Decadence
Suecia es la nueva cuna del rock sin inventar nada diferente, lo que tiene su mérito. Cada día surge de allí una banda que vale la pena y Graveyard son los abanderados del estilo más retro, blues, psicodélico, clásico... Les tenía un poco atravesados por la insistencia del cantante en acaparar protagonismo, pero con su nuevo disco me han ganado para la causa. Obra maestra sin discusión. 

1. The Dead Daisies: Revolución
Otro supergrupo ha publicado, en mi opinión, el mejor disco de 2015. Ya era hora de que se hiciera justicia con John Corabi, un pedazo de cantante y de músico, que aporta la brillantez que le faltaba a esta banda de viejos zorros. Hard rock de toda la vida, de muchos quilates, hecho con clase, disfrutando de cada segundo. Ojalá sigan adelante y no que quede en una anécdota. Medalla de oro. Una maravilla desde Mexico hasta Critical.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Crítica de Honeymoon Disease: The Transcendence (Napalm Records, 2015)

¡A por las suecas!, se supone que gritaba el desaparecido y genial José Luis López Vázquez en alguna de esas películas impagables del viejo cine español. La frase viene al pelo para meterle mano al análisis del enésimo grupo sueco que debuta con un disco brillante tomando como referencia las raíces del rock and roll. Honeymoon Disease se presentan con la particularidad de contar con dos féminas en su formación: la cantante/guitarrista rítmica Jenna y Acid como la guitarrista principal. Les acompañan el bajista Admiral y el batería Jimi, dos personajes melenudos con bigote sacados de cualquier telefilme ochentero de moteros cutres. De hecho, la imagen del grupo está muy asociada a los ruidosos vehículos de dos ruedas, cuyas fotos, junto a unas calaveras, ilustran el interior y la contraportada de The Transcendence. Con estas premisas, la propuesta musical parecía ser inmejorable y, efectivamente, mis sospechas han dado en el clavo. No sé qué demonios comen allí arriba para que salgan bandas de tanta calidad cada dos por tres. Será que hay pocas horas de sol, que se aburren y se ponen a hacer música, en fin, que yo cuando veo que son de procedencia escandinava, directamente me froto las manos. El filón descubierto por Hellacopters tras sus inicios más punkeros sigue dando resultado y, de hecho, pese a que en la pegatina de la portada dice que HD es para fans de Deep Purple, Thin Lizzy y Rainbow (que también), yo les veo más cerca del estilo retro con el que Nick Royale y sus huestes nos dejaron una joya tras otra antes de separarse. Llegaron a ser tan grandes, sobre todo en su país, que se han convertido en una referencia directa para las nuevas generaciones aspirantes a ocupar su trono. Imperial State Electric, los herederos directos capitaneados por el propio Nick, están en ello, aunque todavía les falta camino por recorrer.


Los once temas del primer disco de Honeymoon Disease van por estos derroteros. Es verdad que tienen más influencias, como los toques a lo Runaways, Jefferson Starship, ZZ Top o Status Quo, lo que completan una obra perfecta para disfrutar del rock clásico con el inconfundible sello de calidad y buen gusto suecos. Yo tengo debilidad por esta gente, lo siento, igual es un problema, pero es que todos me parecen buenísimos. Me resulta imposible resistirme a un inicio de cinco canciones tan atractivas como son Higher, Stargazer, Imperial Mind, Gotta Move y You're Too Late. La primera es un viaje en el tiempo psicodélico a los 70 con unos juegos de voces y un punteo final impensables para unos novatos. Las otras, más sencillas, son precisamente eso, cuatro disparos rockeros que dan en el blanco. Bajan un poco el pie del acelerador en Break Up, que junto a Brand New Ending, son los momentos más tranquilos (sin ser baladas) de este trabajo tan prometedor. No me atrevería a decir de Jenna es la nueva Janis Joplin, porque eso son palabras mayores y tiene muchos rivales femeninos en la actualidad (Blues Pills sería el principal), aunque dota al conjunto de un espíritu hippie, un aire de aquellos festivales míticos tipo Woodstock. En cuanto a los solos de guitarra, innumerables y bien ejecutados, dejan en segundo plano a la base rítmica. Fast Love fue su carta de presentación, un single efectivo, rápido, que te pone las pilas de forma inmediata. El final in crescendo de Keep Me Spinning es el más adecuado para una segunda parte de The Transcendence más pausada, que esconde una pequeña pieza instrumental con piano en los últimos segundos. A ver si hay suerte y algún promotor los trae por aquí para comprobar cómo se las gastan en directo. La fiabilidad nórdica ya está superando a la alemana y, además, sin trucos contaminantes en el motor. El de Honeymoon Disease ruge como una fiera, una Harley desbocada por las carreteras polvorientas de una película de serie B. Y eso que eran mejores las de Mariano Ozores, sobre todo por las suecas...      

sábado, 28 de noviembre de 2015

Concierto de Ghost (La Riviera, 25-11-2015): sigue la escalada hacia el infierno

Siempre pasa lo mismo. Te tiras varios meses sin llevarte ningún concierto a la boca y luego se agolpan varios consecutivos. No me quejo, porque el otoño ha venido bien cargado en Madrid, pero podrían repartirlos mejor en el tiempo. La semana pasada le tocó el turno a un triplete bastante atractivo de grupos nuevos, uno con más trayectoria que lleva camino (sino lo ha hecho ya) de acabar entre los grandes, y otros dos (Scorpion Child y Crobot) que luchan por abrirse paso echándole un par de pelotas. Igual no es exacto catalogar a Ghost de banda novel, ya que en verano publicaron su tercer disco, pero es sólo han pasado cinco años desde que salió Opus Eponymus, un debut que confirmaba todo lo bueno que de los suecos (cómo no) contaban muchos músicos relevantes. La vida les ha ido de maravilla desde entonces ayudados por ese halo de misterio que les rodea, las máscaras que ocultan su cara, los rumores sobre su verdadera identidad y, sobre todo, por la calidad de sus canciones. Papa Emeritus III (sigo alucinando con esa voz aterciopelada) y los nameless ghouls (cada vez tocan mejor) se han colocado ya en la primera fila del rock agotando entradas mientras su popularidad y las ventas se disparan. Las críticas elogiando Meliora, su último disco, han sido unánimes, y el pasado miércoles lo presentaron en una Riviera casi llena.


Fue allí donde volví a confirmar que, en directo, su estilo tan inclasificable gana muchos enteros. Suenan mucho más compactos, duros y rotundos que en las producciones, para mi gusto, un poco dulcificadas del estudio. Eso sí, que nadie busque voces guturales, gritos y gruñidos, todo lo contrario. Resulta muy complicado hacer funcionar una extraña mezcla de doom oculista, aor, metal y pop, pero encima de un escenario se superan. Liberados del excesivo inmovilismo de sus inicios, se han convertido en una banda hasta simpática, que conecta con la gente pese a la temática oscura y satánica. Ni en sus mejores sueños habrían imaginado al público cantando de memoria himnos como Ritual, Per Aspera Et Inferi, Year Zero, Zombie Queen o los nuevos Spirit, Cirice, Body And Blood, Mummy Dust y tantas otras. No faltó la versión de If You Have Ghosts y los momentos más especiales se vivieron con He Is (melodía increíble) y el bis de Monstrance Clock con toda la sala coreando sin música el estribillo mientras el grupo se despedía. Me gustó mucho la disposición de la batería y los teclados a ambos lados de la tarima, las luces muy acordes con el ambiente siniestro, lo que contrastó con los comentarios cachondos de Emeritus o la broma de las fans disfrazadas de monjas. Muy buena nota, sobresaliente, para Ghost, cuya escalada hacia del cielo rockero (a ellos les gustaría más hacia el infierno) no puede hacer más que allanarse.

  

jueves, 26 de noviembre de 2015

El EP gratuito de Foo Fighters: ¿es Grohl un oportunista o un genio agradecido?

Múltiples y muy variopintas han sido las reacciones del mundo de la música tras los brutales atentados de París. He leído y escuchado todo tipo de dedicatorias justificadas ante algo que espero no se vuelva a producir. En este sentido, el pasado lunes vio la luz un nuevo EP de Foo Fighters, que ya se venía anunciando desde hace tiempo con una cuenta atrás en la web del grupo. Sin embargo, inmediatamente fue asociado a lo sucedido en Bataclan y otros lugares de la capital francesa el 13 de noviembre. El hecho de que las cinco canciones se puedan descargar de forma gratuita dio lugar a titulares del estilo "Foo Fighters sacan un disco gratis como homenaje a las víctimas" o frases muy parecidas. No tardaron en aparecer también las voces acusando a Dave Grohl de oportunista, sobre todo porque parece algo evidente y, para qué vamos a engañarnos, porque el líder de la banda norteamericana tiene muchos detractores. Pues bien, no entiendo ni una cosa ni la otra partiendo de que no soy nada objetivo al hablar del que fuera batería de Nirvana. Me parece un genio, un tipo siempre metido en multitud de proyectos (cada uno mejor que el anterior) al que sólo le perjudica, en mi opinión, haber tenido éxito. No le conozco personalmente, pero es evidente que disfruta cada segundo de lo que hace, talento le sobra, y encima parece ser un buen tío. Detalles como las tres horas de concierto que nos regaló hace cuatro años en Madrid con todos los elementos en contra no se olvidan. Aquel día se convirtió en uno de mis ídolos y por eso creo que muchos se equivocan al ponerle a parir. Además, sólo hay que detenerse a leer las cosas con atención para no meter la pata. En la carta que acompaña el mencionado EP, el propio Grohl deja muy claro que las canciones estaban hechas antes de la tragedia. Simplemente, aprovecha el mensaje para lamentar lo que ocurrió, mostrar sus condolencias y luego explica con detalle el proceso de grabación. Nada más. El que quiera ver algo más tiene un problema. Y si el lanzamiento es gratuito es porque le da la gana, porque quiere y puede hacerlo. Seguro que lo tenía previsto antes de tan tristes acontecimientos.


Musicalmente hablando, los cinco temas de este Saint Cecilia me han convencido plenamente. Nos los veo como las típicas caras B desechadas pese a haber sido compuestas en los ratos libres de la última gira. Lo mejor es que suenan a los Foo Fighters clásicos, algo que se había perdido en el conceptual Sonic Highways. La canción que da título a la obra y Sean podrían estar perfectamente en cualquiera de los trabajos anteriores de la banda, mientras que Savior Breath es un trallazo a lo Motorhead en toda regla. Se echaba en falta más adrenalina tipo White Limo, del fantástico Wasting Light en cuyo vídeo sale precisamente Lemmy, y aquí la liberan a raudales. En el plano opuesto está la acústica Iron Rooster, con un estribillo marca de la casa, de esos que Dave de la manga casi sin querer. Para el final dejan The Neverending Sigh, muy completa, enérgica, con un postrero solo de guitarra que se corta mientras va bajando el volumen. Es una pena, porque suena de muerte. En principio, el EP sólo está a la venta en formato físico como vinilo, supongo que con motivo del Black Friday, y desconozco si saldrá en cd. Las descargas digitales gratuitas están disponibles desde el pasado lunes en la web del grupo. La gira europea (con fecha en Barcelona incluida) que ha sido cancelada hace poco por culpa de los atentados habría sido una buena oportunidad de presentarlo. Ahora tendremos que esperar, porque tampoco les he visto anunciados en los carteles de los festivales veraniegos de 2016. No me extrañaría que al final se apuntaran o que nos sorprendan con alguna otra novedad. Grohl lleva muy mal lo de estar parado (ni con una pierna escayolada lo hizo) para desesperación de los más críticos. Mal que les pese, es una de las pocas estrellas del rock actual capaz de coger el relevo a los más grandes. Un tipo que grabó él solo el disco debut de Foo Fighters o que se rumorea está detrás de la batería de los aor-satánicos Ghost, que tiene otro grupo con John Paul Jones, entre otras muchas actividades, no tiene que demostrar nada a nadie. Sólo seguir igual hasta que su cuerpo, y el nuestro, aguanten.    

lunes, 23 de noviembre de 2015

Concierto de The Sheepdogs (Caracol, 20-11-2015): la elección de una noche perfecta

Al final acerté escogiendo el concierto de The Sheepdogs. Tenía dudas por la coincidencia de la visita a Madrid de los canadienses y la de Kadavar, aunque, tras lo que vi el pasado viernes en la sala Caracol, menos mal que me decidí por los primeros. Jamás me habría perdonado perderme una actuación que fue, sencillamente, perfecta. Lo primero que quiero destacar es la altísima calidad del sonido. Ya sea por méritos del recinto, el técnico o el propio grupo, hacía mucho tiempo (quizás nunca) que no escuchaba algo de forma tan nítida en directo. Ni muy alto, ni bajo, sin acoples, fallos ni nada que se le parezca. Se podían distinguir todos los instrumentos sin apenas esfuerzo, las canciones sonaron a gloria para completar una noche de rock and roll clásico difícil de superar. En medio de un aforo poco agobiante se estaba muy a gusto, casi como en casa, lo que también ayudó bastante al éxito total. No hubo intro rimbombante ni sintonías pregrabadas. Simplemente, se abrió el doble telón y detrás aparecieron los perros ovejeros, que presentaban el genial Future Nostalgia, su quinto trabajo hasta la fecha. Ya en ese momento, los acordes de Gonna Be Myself se deslizaron por los altavoces de forma sublime, cristalina. Lo que vino a continuación me dejó sin palabras. El cantante y guitarrista Ewan Currie, su hermano Shamus en los teclados y el trombón (pieza vital de la banda situado en primera línea), el bajista Ryan Gullen, el guitarrista Jimmy Bowskill y el batería Sam Corbett dieron una lección, casi sin despeinarse, de cómo homenajear a las raíces del rock dándole su propio toque personal e intransferible. Una mezcla de pasado (Stones, Beatles) y presente (ecos de Black Keys, Black Crowes) ejecutada con una aparente normalidad que, precisamente, creo que es el secreto de una fórmula muchas veces repetida, aunque no con tanta clase.


No pudieron escoger mejor los temas nuevos. Los más movidos como Bad Lieutenant, Same Old Feeling, Downtown, Back Down, Take A Trip resultaron hasta más convincentes que en estudio, y ya es complicado, mientras que Jim Gordon fue uno de los grandes momentos de la velada. Creo que fue ahí cuando se cambiaron de puesto e instrumento los hermanos demostrando su enorme valía como músicos. El resto de un set list que nunca decayó estuvo compuesto por canciones de su anterior disco de título homónimo (Feeling Good, The way It Is o Ewan's Blues) y de los igualmente atractivos Learn&Burn, Trying To Grow y Big Stand. Había leído que son muy sosos en el escenario, pero se fueron animando poco a poco, sobre todo en los punteos de guitarra, y dirigiéndose al público pese a no saber ni una palabra de español. Para los bises nos esperaba lo mejor, si es que podían ofrecer algo superior a lo que habían hecho antes. Dos versiones rindiendo un merecido tributo a artistas inmortales como Crosby, Stills, Nash & Young (Almost Cut My Hair) y el propio Neil con un Down By The River soberbio. No las clavaron sin más, sino que las aderezaron con su propia salsa dejando muy claro quiénes son, de dónde vienen y a dónde van. Lo digo porque no creo que tengan intención de 'evolucionar' para buscar convertirse en unos superventas. Es más, sospecho que incluso indagarán un poco más en esa nostalgia futura que tan bien saben conjuntar. Igual me equivoco y pegan el pelotazo (más que merecido lo tienen), aunque es un lujazo asistir a este tipo de conciertos en salas reducidas. Somos pocos en lugares que poca gente conoce... Pues no saben lo que se pierden.

martes, 17 de noviembre de 2015

Concierto de Backyard Babies (Joy Eslava, 15-11-2015): regreso con el freno echado

Creo que ya es la quinta o sexta vez que veo a Backyard Babies en directo. Nunca me han decepcionado y el concierto del pasado domingo en la Joy Eslava no fue una excepción, aunque con pequeños matices. Tras un parón de seis años, los que para mí fueron precursores de la movida macarra sueca surgida a finales de los 90, han retomado la actividad en 2015 con el irregular Four By Four en estudio y la consiguiente gira. Llevan ya muchos años en esto, la experiencia es un grado, su profesionalidad es indiscutible... Sin embargo, muy poco, o nada, queda ya de aquel torbellino de punk y sleazy con el que irrumpieron en un mercado adormecido. Jamás olvidaré cómo barrieron del escenario a Velvet Revolver saliendo antes que ellos en La Riviera en 2004. O aquellas dos veces que me dejaron exhausto después de liarla parda en la Sala Arena, Heineken o vaya usted a saber cómo se llamaba entonces. Tampoco es que tocaran mucho tiempo, apenas una hora, ya que era imposible aguantar esa intensidad brutal sudando como animales (aún me pregunto por qué Dregen sigue vivo) mientras nos bombardeaban con un arsenal basado en el memorable Total 13. No sé si por comodidad o porque fueron ganando seguidores sin parar con trabajos más orientados al rock más comercial, su propuesta escénica actual es radicalmente distinta. Ojo, que no digo yo que no me guste, de hecho me encanta pese a no tener nada que ver con la anterior. No hay festival que se precie que no cuente con ellos.


Antes de las estrellas de la noche, las chicas de Heavy Tiger calentaron el ambiente a lo Runaways. Perfectamente uniformadas, las suecas ofrecieron un buen rato de punk rock con todos los clichés del género incluidos. Cerca de las 21:30, Nicke Borg, Dregen, Peder Carlsson y Johan Blomqvist empezaron a demostrar que continúan en forma, eso sí, con una marcha menos. En ocasiones, sobre todo se notó en la surfera Heaven 2.9, parecía que tocaban con el freno de mano echado. Movimientos demasiado estudiados, cada uno metido en su papel, sólo en algún momento dejaron paso a la improvisación. Las escasas sorpresas corrieron a cargo del guitarrista Dregen, un tipo curioso que no abandonará nunca esa imagen cutre medio gitana, con el gesto torcido a pesar de los problemas de salud que ha sufrido. Nicke, que también ha superado varias adicciones, estuvo brillante con la rítmica y está bien de voz. Se emocionó con el minuto de silencio que pidió por las víctimas de París, los momentos acústicos (Roads, Abandon, Bloody Tears) los bordó manteniendo siempre una conexión perfecta con los fans. Lógicamente, cuando sonaron los temas de Total 13 se desató la locura. Highlights, UFO Romeo, Made Me Madman o el cierre de Look At You son ya clásicos de un estilo que ellos patentaron en su país. Del nuevo disco sólo cayeron tres canciones y el resto fueron singles escogidos como Brand New Hate, Dysfunctional Professional, Minus Celsius, Star War (muy celebrada), The Clash o A Song For The Outcast. La fórmula todavía funciona, yo jamás dejaré de escucharlos, pero creo que necesitan un soplo de aire fresco para que no se olvide la revolución nórdica que lideraron junto a Hellacopters. De lo contrario, me temo que este regreso se quedará a medio camino. 

lunes, 16 de noviembre de 2015

Concierto de Black Star Riders (Sala Arena, 14-11-2015): emoción a la irlandesa

No fue un concierto normal. Por muchas razones. La principal, que sólo 24 horas antes, la barbarie terrorista había acabado con la vida de cientos de asistentes a la frustrada actuación de Eagles Of Death Metal en París. Aún con las terribles imágenes de lo ocurrido en Bataclan en la memoria (me temo que no las olvidaremos nunca), Black Star Riders decidieron tocar en Madrid. Rabia contenida, más silencio que de costumbre, ganas de demostrar que el rock sigue vivo, la emoción se palpaba en la Sala Arena... Sobre todo porque los irlandeses son un grupo muy especial. Herederos directos de Thin Lizzy, muchas de sus canciones hablan de libertad, del amor por la patria, de paz y de guerra, de héroes y villanos, todas esas historias que engrandecen al ser humano. Precisamente por ello eran la banda perfecta para homenajear a las víctimas de unos asesinos que encarnan lo contrario: lo más bajo e infecto que puede llegar a ser el hombre cuando se lo propone. No tardó mucho el gran Ricky Warwick (pedazo de frontman) en dedicar los 19 temas que a esa gente cuyo único pecado fue intentar disfrutar de un buen rato de rock and roll. Motivados porque no era una noche cualquiera, el mencionado Ricky, Damon Johnson, Robbie Crane (último fichaje para el bajo), la leyenda Scott Gorham y Jimmy De Grasso salieron a matar. A reventarnos los tímpanos para demostrar lo que son: un grupazo cuyos miembros parece que llevan juntos 20 años. En realidad se rebautizaron como Black Star Riders en 2012 tras rendir tributo al desaparecido Phil Lynott con multitud de integrantes que iban y venían. Ya con una formación estable han publicado dos discos, All Hell Breaks Loose (2013) y The Killer Instinct (2015). El espíritu de Thin Lizzy sigue presente, lo que junto a la calidad de unos músicos curtidos en mil batallas los convierten en clásicos instantáneos. De esos que perduran en el tiempo y que, cuando uno duda sobre qué escuchar, echa mano de ellos por ser una apuesta segura.


Nos debían una por la anulación de la iba a ser su primera visita a España hace un par de años. Esta vez tenían una excusa perfecta para repetir la espantada, pero cumplieron con creces. El sonido estuvo algo embarullado, quizás demasiado alto, dos pequeños defectos comprensibles por esa garra e intensidad a la que refería un poco más arriba. Alternaron sus propios temas con los imprescindibles de Lynott como Jailbreak, Are You Ready, Waiting For An Alibi o un The Boys Are Back In Town que puso patas arriba el pequeño recinto de la capital. A nivel individual, Warwick demostró que conserva su enorme potencial intacto desde la época de The Almighty. Fue una delicia ver a un mito como Gorham disfrutando cada segundo del recital. El ex Alice Cooper Damon Johnson es un guitarrista notable que ayuda mucho en la composición, mientras que Crane tampoco tiene que demostrar mucho habiendo militado nada menos que en Ratt. Me sorprendió la facilidad de De Grasso tocando la batería sin hacer aspavientos, como si fuera muy fácil no perder el ritmo. Igual su participación en Megadeth le exigía mucho y se encuentra cómodo en un papel más relajado. Otros momentos destacados, emotivos, se vivieron al sonar Kingdom Of The Lost, Soldierstown o Bound For Glory, himnos irlandeses que invitan a pedir una pinta de cerveza para brindar. En el lado más hardrockero, Bloodshot, Charlie I Gotta Go (una de mis favoritas), Hey Judas, All Hell Breaks Loose o The Killer Instinct dejaron a sus seguidores más que satisfechos. El contraste lo puso la tranquilidad de Blindsided, interpretada con una clase enorme, y el final fiestero con Rosalie y Whisky In The Jar. Concebida en su día por Thin Lizzy como una cara B, la versión de Metallica la popularizó hasta convertirla en imprescindible. No hubo bises, el grupo se retiró entre ovaciones, saludando como mandan los cánones, y recordando que el rock fue, es, y será eterno. Su alma está herida desde el pasado viernes, pero nadie podrá acabar con él. Ni a tiros ni con bombas.

 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Lo nunca oído: The Manic Shine mezclan a Hendrix con RATM en Trial & Triumph

Esto sí que es nuevo. Yo al menos no había escuchado nunca nada parecido. En el artículo anterior hablaba de influencias, aunque escoger dos tan opuestas sí que es de traca. Y que además la mezcla salga bien, pero que muy bien, de fuegos artificiales. Pues los ingleses The Manic Shine lo han conseguido. En Trial And Triumph, su segundo disco, hay muchos más estilos (alternativos, progresivos...) que analizar tras detenerse en lo que más me ha flipado: juntar a Rage Against The Machine con Jimi Hendrix. Como suele pasar en estas ocasiones, no los conocía de nada y Classic Rock (mi biblia particular) me abrió las orejas una vez más. Hace unos días lo colgaron en streaming y la curiosidad me picó. ¿A qué sonará esto? Y me lo metí en vena del tirón. Menudo viaje musical sin precedentes a través de nueve canciones (se ha puesto de moda) como nueve soles. Van de cuarteto por la vida con los singulares nombres de Oz, Orren, Hutch y Tamir y, sin temor a equivocarme, mucho me extrañaría que no siguieran los pasos del éxito de Royal Blood. Vaya riffs, estribillos machacones y melódicos a la vez, solos de guitarra elaboradísimos, baterías de órdago, cambios de ritmo, un sonido que tira de espaldas... Tengo pendiente analizar su debut, Let Go Or Be Dragged, para comprobar si ya prometían lo que ha venido después. Hay un tema que quiero destacar por encima del resto: Haze (Singing My Name). Reto al más aguerrido fan, pongamos del impresentable de Enrique Iglesias, a que, por lo menos, se le escapa un pequeño movimiento de algún miembro al escucharla. Es literalmente imposible no reaccionar ante tamaño bombazo. Me imagino lo que puede desencadenar en directo y decir que se me cae la baba como Homer es poco. La explosiva mezcla de la que hablaba es aquí evidente, igual que en la apertura de Ball And Chain, Brakes u Orbit (la parte central es una pasada), otros tres pelotazos de dimensiones considerables consiguiendo un equilibrio admirable entre ecos clásicos y sonidos más modernos. 


Blind Love y Hold On (Together We'll Keep Dreaming) son los ejemplos más claros de que, entre sus gustos, también están Incubus. La primera flirtea un poco con el pop y el funk, pero casi al final sueltan un riff marca de la casa que deshace cualquier duda. Hold On es más progresiva, comercial, tranquila, preciosa, te acabas rindiendo ante su pretenciosidad. No sé cómo lo han hecho para sonar de esa forma, tan contundente y dulce a la vez. Las tres últimas canciones son canela fina. El inicio de I Don't Wanna Hear It recuerda a Wasted Years de Iron Maiden para dar luego paso de nuevo a esos acordes tan reconocibles de Tom Morello (el solo podría ser suyo) y compañía. El estribillo te vuela la cabeza con unos tambores taladrantes. La intensidad no decae con Reset, una especie de oda futurista con distintos efectos de guitarra muy logrados, originales, que nunca caen en la normalidad. Y es que esta banda, insisto, es de todo menos normal, y por eso cierran a toda mecha, sin piedad, con Binary, el enésimo trallazo de esta obra casi sobrenatural. Igual exagero, lo sé y me da igual. Pienso aprovechar al máximo este momento de que nadie los conoce para machacar Trial And Triumph hasta la saciedad. Luego se pondrán de moda y nada será lo mismo. O a lo mejor pasan inadvertidos, se separan y adiós muy buenas. Espero haberlo visto antes en directo, en sala o festival, para dedicarles una ovación más que merecida. ¿Juicio y triunfo? Triunfo y por goleada, señores.


jueves, 5 de noviembre de 2015

Jetbone o cómo pasar de Kiss a Rolling Stones y Black Crowes sin salir de Suecia

Influencias. Palabra básica para que uno sepa por dónde van los tiros de lo que va a escuchar. Sobre todo con grupos nuevos, resulta importante conocer de qué fuentes beben, el origen de lo que nos ofrecen. El caso de Jetbone resulta curioso en este sentido. Con sólo dos discos publicados hasta la fecha, esta joven banda sueca ha experimentado una metamorfosis tan lógica como inesperada. Había perdido su pista desde aquel debut de título homónimo (como manda la tradición) que salió en 2012. Un amigo me aconsejó que no los dejara escapar, lo que fue suficiente para mí junto a su procedencia escandinava. Los primeros acordes de Dancin' On Your Grave me bastaron para darle el visto bueno, porque intuía lo que tenía entre orejas. Siguiendo la estela de Hellacopters, o más bien de sus herederos Imperial State Electric, estos chavales de Sundsvall se sacaron de la manga un debut poco original, para qué lo vamos a negar, aunque fresco, muy dinámico, y con ese sello de buen gusto típico de su país. Era imposible escapar de los coros de Baby It's Your Time o Dead City Fire, mientras que en Ride The Riot apretaban el acelerador para coquetear con el punk. Temas cortos, el disco apenas dura una media hora que se para volando mientras les imaginas imitando a Kiss y Thin Lizzy en el local de ensayo. Porque ahí estaba el meollo de la cuestión. Dos bandas míticas que adoran en Suecia y a las no tienen el menor reparo en coger como referencia, a veces de forma descarada. No es una crítica, porque si haces hard rock, lo más normal es empezar haciendo versiones de los más grandes. Luego ya componen sus canciones, pero la semilla sigue ahí, bien plantada.


Por sorpresa, sin previo aviso, me topé hace pocos días con Magical Ride, su segundo trabajo. La foto de la portada y un rápido vistazo a su Facebook me hizo sospechar que algo había cambiado. Y vaya que sí, menudo viaje en el tiempo. No sé si por seguir la moda revival o porque realmente se lo pedía el cuerpo, han echado la mirada hacia atrás. La influencia es ahora aún más clásica, incorporando muchos teclados e instrumentos de viento, con los Stones y Black Crowes como punto de partida. Nada queda de aquellos riffs cortantes, las canciones sencillas y ritmos alocados. Ahora todo es rock and roll de la vieja escuela, retro, tranquilidad, desarrollos largos, blues, soul... Parece que hubieran pasado muchos más años de los reales desde que debutaron. Lo mejor es que la cosa funciona, lo que demuestra de nuevo que estos suecos son el futuro (y presente) de la música. Han incorporado algún miembro más a la banda con los que despachan once pistas a cada cual más interesante. Sólo se les puede acusar del parecido entre algunas, pero hay tanta chicha dentro que se olvida rápidamente. Títulos como C' mon, Mixed Emotions, Working Hard For Your Money, Woman, Everybody Needs Somebody To Love y Rosalie se asocian inmediatamente a viejos hits de los 60 y 70 famosos en el mundo entero. Personalmente, los prefiero cuando se ponen más rockeros, aunque los temas más lentos siempre contienen algún solo, algún detalle o cambio de tercio aprovechable. Fifth Time Loser se asemeja a los Primal Scream de Jailbird o Rocks, lejos de las maquinitas que tanto les perjudican, eso sí, con el inconveniente de que al cantante todavía le falta modular un poco la voz para un estilo tan exigente. Esta pequeña pega no empaña el esfuerzo de Jetbone en buscar un nuevo camino. Estoy deseando verles en directo para ver si pasan una prueba que, como la del algodón, nunca engaña. Con las influencias que tienen, antiguas y nuevas, no creo que me vayan a decepcionar.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Crítica de Black Stone Cherry: Thank You Live In Birmingham (Eagle Rock, 2015)

Pocos, muy pocos grupos hay ahora mismo tan honestos como Black Stone Cherry. Cristalinos, sinceros, sin trampas, no tienen nada que esconder, exprimen todo lo que tienen hasta la última gota y su nuevo dvd/cd en directo es la prueba inequívoca de ello. La receta es bien sencilla, incluso básica diría yo. Cuatro chavales (ya no tanto) de Kentucky tocando hard rock puro, sin aditivos, con toques southern, country, blues y... un par de pelotas. Así de claro. Hace ya varios años que los vi en la Sala Caracol y me hice una pregunta: ¿cómo siguen vivos si en todas las actuaciones se entregan de esta manera? Lo de John Fred Young, el batería, fue agotador. Sólo con verle te quedas exhausto. En ese momento venían a presentar Folklore & Superstition, su segundo disco, el que les dio a conocer ante el gran público. Tras el intento más comercial de Between The Devil And The Deep Blue Sea, se dieron cuenta de que era mejor volver a la raíces con el sobresaliente Magic Mountain. Fijos en el Download Festival, en la gira de este último trabajo en estudio grabaron, también en Inglaterra justo en estas fechas en 2014, su primer documento oficial (existe otro de sus inicios en la mítica Astoria en 2007) en directo: Thank You Livin' Live in Birmingham.


Además de dar un amplio repaso a su discografía, y dejando aparte la energía que transmiten, lo mejor es observar cómo disfrutan encima del escenario. Si la cara es el espejo del alma, la del cantante/guitarrista Chris Robertson es de felicidad absoluta. No para de dar las gracias a los asistentes por haber llenado la sala mientras atraviesa, sobre todo cuando les deja cantar canciones enteras, un proceso de liberación a través de la música. Una especie de exorcismo de los demonios cotidianos que le atormentan, según leí en una entrevista. Quizás sea ese el secreto de una intensidad que, para mí, les hace diferentes al resto. Y eso que él se mueve más bien poco, al contrario que Jon Lawhon, el otro guitarrista (cuello de caucho), y el bajista Ben Wells. Para ellos, esto es un sueño cumplido del que no piensan despertar. Por eso se han metido de nuevo en estudio con el productor de su brillante debut de título homónimo y prometen volver más potentes que nunca. "Es un disco pensado para los fans", aseguran. En su caso, no tengo dudas de que será así.


Los cuatro son hijos de músicos, lo que demuestra el buen gusto que tienen en las versiones que dejan caer o intercalan en el repertorio propio. Cream o Derek & The Dominos son influencias clásicas de las que tiran sin ningún rubor para romper el ritmo del concierto. Muy emotiva es la interpretación de Things My Father Said y Peace Is Free con la colaboración de un público entregado. Hay una química especial entre las dos partes, una cualidad que todo grupo debería esforzarse en conseguir. No es suficiente con ser perfectos técnicamente (Blackberry Smoke) o que la pirotecnia nos deslumbre (Rammstein). Por eso es de agradecer igualmente que no claven los temas de forma autómata, que los alarguen con improvisaciones y que los típicos discursos hacia la gente no suenen forzados. Si a estos extras se le unen temazos como Rain Wizard, Me And Mary Jane, Maybe Someday, Fiesta del Fuego, White Trash Millionaire o Blame It On The Boom Boom (vaya juego da un estribillo tan tonto), el resultado es casi perfecto. La única pega es que en la versión cd esté cortada y dure menos que el dvd. La otra, más habitual, que no pasan por España desde 2009. A ver si hay suerte y me los encuentro en algún festival el próximo verano. Más vale que vaya bien hidratado, porque con Black Stone Cherry no hay medias tintas. Seguro que, una vez más, me dejarán hecho polvo. De lo contrario, empezaré a preocuparme.

sábado, 31 de octubre de 2015

Inglaterra manda: vuelven Towers Of London y ¿el último disco de Def Leppard?

Gran Bretaña es la cuna del rock. Eso es un hecho innegable, indiscutible, un país admirable culturalmente que sigue produciendo nuevos grupos de calidad mientras los clásicos no acaban de retirarse nunca. En este sentido, dos noticias me han llamado la atención esta semana. Por un lado, Towers Of London están vivos. Al menos el núcleo duro de la que fue gran promesa del punk británico, regresa a la actualidad con Shake It, un nuevo single que espero forme parte del que sería su tercer disco. Y viene acompañado de un polémico video con el que recuperan aquel espíritu provocador, callejero, macarra y chulesco que impregnaba Blood, Sweat And Towers. Su debut, publicado en 2006, fue un soplo de aire fresco para un género musical que anda buscando a los nuevos Sex Pistols desde hace demasiados años. Como suele suceder de vez en cuando, aparece un grupo que lo tiene todo para triunfar. Imagen, buenas canciones, actitud, campaña promocional de apoyo y, sobre todo, un primer trabajo que me dejó atónito. Nada de relleno, 13 temas directos a la yugular destilando punk rock de quilates. Jugaban a caballo ganador con himnos como I'm a rat, Kill the pop scene, Fuck it up, King, Beaujolais, On a noose... La crítica estaba dividida, otros les acusaban de vender sólo imagen, cada actuación era sinónimo de follón, por lo que, en principio, el camino estaba abierto para que dieran el gran salto. Sin embargo, y esto sucede todavía con más asiduidad, sólo fueron 15 minutos de fama. La banda empezó a romperse y las presiones provocaron la rápida salida de un segundo disco extrañísimo: Fizzy Pop. Tampoco era malo a rabiar, aunque habían perdido el mojo. Se cebaron con ellos y pasaron a la historia. Hasta hoy. Shake It demuestra que no todo está perdido, anuncian actuaciones inminentes y que el nuevo material suena de vicio. ¿Será verdad? En los próximos meses saldremos de dudas.


No podía ser más acertado el título que han elegido Def Leppard para ilustrar lo que ofrece su décimo trabajo en estudio. Es como un disco de grandes éxitos con catorce canciones nuevas. El propio Phil Collen (en una provechosa segunda juventud) aseguraba en una entrevista que contenía trocitos de toda la carrera del grupo de Sheffield y así es. Desde ramalazos de la NWOBHM hasta la perfección detallista de Hysteria. Toques acústicos, hard rock, baladas, medios tiempos, influencias glam y funk, melodías vocales increíbles... Un puzzle sonoro al que sólo pongo dos pegas. Algunas canciones (muchas muy buenas) se quedan cortas, como sin acabar, aunque quizás querían evitar haber acabado publicando un doble álbum. La otra, el tufillo a despedida que desprende, culminado por esa maravilla que es Blind Faith. No sé por qué, pero el hecho de dar este repaso a su larga trayectoria (llevan juntos desde 1980) me huele a que van a decir adiós. Sería una pena, sobre todo después de lo que han luchado contra viento y marea para sobrevivir. Su época dorada ya pasó pese a que siguen siendo una banda importarte, llenando amplios recintos, y que no ha parado de girar. Y luego está la calidad que tienen como toda gran formación inglesa. Joe Elliot ha perdido voz, suplida por unas tablas ganadas a pulso en el escenario. Collen y Campbell son dos guitarristas más que competentes y ojo a los riffs que consiguen una vez más en Def Leppard. La base rítmica formada por los Ricks (Savage y Allen) no tiene nada que envidiar a otras a pesar de la minusvalía del batería. Más mérito aún para un grupo maldito, con mala suerte, pero que vendió la nada despreciable cifra de 20 millones de ejemplares de Hysteria. Casi nadie puede ni siquiera igualarlo. Por eso y mucho más se ganaron mi admiración en su día y por eso celebro que hayan grabado esta gran obra. ¿Será póstuma? Ojalá me equivoque...

domingo, 25 de octubre de 2015

Crítica de Bedowyn: Blood On The Fall (Bedowyn, 2015) ¿La sorpresa del año?

Poco o nada, más bien nada, sabía de este grupo norteamericano. Echando un vistazo por la red me llamó la atención la portada de su primer disco, Blood On The Fall, y la descripción del estilo que practican. Doom, heavy metal y stoner lo definían, aunque van mucho más allá. Bedowyn es un compendio de sensaciones muy densas, intensas, durísimas en lo musical, y disfrutables al máximo en varias escuchas. Tras un EP previo, el cuarteto de Carolina del Norte autoedita en estos días, a través de Bandcamp, un primer disco que bien podría ser una de las sorpresas del año. Al menos en su género no tengo dudas de ello pese a que, con los humildes medios de los que dispongo, es imposible prestar la debida atención todo lo que sale al mercado. No sé cómo les irá en el futuro, pero les deseo lo mejor y estaré atento a todos sus movimientos. Las intenciones quedan claras con la intro sabbathiana de The Horde. Oscuridad, misterio, la banda va entrando en harina con la batería de Mike Schaefer haciendo diabluras en el inicio de Rite To Kill. Llega el turno de unos riffs monolíticos, contundentes, cambiantes de ritmo para evitar el tedio. Las voces son graves, no chillonas (se agradece), y a veces varían hacia un toque cercano al death metal ocultista. Eso es lo mejor de este debut: la variedad y no seguir las estructuras típicas. El tema título y, sobre todo, Cotards Blade (rapidísima parte central) son dos trallazos de puro metal, mientras que en Halfhand ya meten unas guitarras clásicas tan inesperadas como originales. La segunda parte de esta quinta pista me recuerda a los Witchcraft de Legend. Rompen esquemas también al meter los solos en una parte final de las canciones que, en su caso, suele ser la más interesante. Es ahí donde se crecen y uno se da cuenta de que está ante algo original, que se sale de lo normal. Hay que perderse en ellos.


For a Fleeting Moment marca la parte central del disco con un pasaje instrumental. De nuevo guitarra clásica tocada con un gusto inusual en este estilo tan extremo. Lluvia y tormenta de fondo, a oscuras debe dar miedo si uno se deja llevar por la imaginación. Where Wings Will Burn (ecos de Metallica en los primeros segundos) empieza con un solo in crescendo y otro riff doom que tira de espaldas. Completísima canción a la que sigue la veloz I Am The Flood. Para el final se guardan casi lo mejor: los casi seis minutos y medio de Lord Of The Suffering son otra vulgar demostración de poder metálica. No, no se parece a Pantera, aunque la frase viene al pelo. Después de una primera parte de avalancha sónica a base de guitarrazos y dobles bombos, la segunda es hasta progresiva. Toma protagonismo la batería, algún grito gutural y unos solos épicos. Un temazo redondo, impresionante hasta que retoman, a modo de propina, la intro de The Horde todavía más oscura. El eclipse y el cadáver del ciervo que emerge de la tierra que aparecen en la portada no podían tener mejor banda sonora. Qué más puedo decir. Da gusto encontrarse con estas cosas de vez en cuando. Te fías de tu intuición después de tantos años en esto y, en ocasiones, aciertas. Lo dicho, un diez para Bedowyn en este debut prometedor como pocos. Buenas noches y buena suerte.

martes, 20 de octubre de 2015

Saxon y Stryper asumen el control del heavy metal con Battering Ram y Fallen

Vaya dos pepinazos se han marcado Saxon y Stryper. Dos bandas veteranas, sobre todo la inglesa, que bien podrían vivir de las rentas, han cogido por el mástil la bandera del heavy metal para ondearla con orgullo. Cada uno en su estilo, sin salirse de la ruta habitual, han puesto toda su experiencia al servicio de Battering Ram y Fallen, sus nuevos discos. Lo digo una vez más y no me cansaré de repetirlo. En vez de tanto quejarse, habría que aplaudir a estos grupos sin nada que demostrar, pero que se esfuerzan en seguir sacando trabajos en estudio con regularidad. El tema del directo ya es aparte, porque no hace falta decir lo grandes que formaciones así son encima de un escenario. Nada menos que desde 1976 llevan vivos Biff Byford y los suyos como líderes, junto a Iron Maiden y Def Leppard, de aquella corriente musical denominada New Wave Of British Heavy Metal. Tras varios periodos de mayor (Wheels Of Steel, Denis & Heather, Strong Arm Of The Law) o menor popularidad, ahora mismo son una de las bandas fijas en cualquier festival de metal. A pesar de los años, su estado de forma es envidiable y sé por experiencia que nunca fallan. En este Battering Ram, su disco número 21, no encontramos nada nuevo. Portada y logos clásicos, guitarras cortantes como cuchillas tipo Accept, la voz aguda de Byfford con ese inconfundible acento inglés y una base rítmica que derriba muros. Aquí no hay trampas, esto es heavy metal puro, reinventado por los que lo sacaron de las cloacas y ejecutado con una precisión milimétrica. Puede que hasta se haga un poco reiterativo, pero con Saxon es lo que hay. No saben hacer otra cosa ni tienen intenciones de cambiar. Temas más rápidos, otros cumpliendo los esquemas típicos, historias de miedo como The Devil's Footprint, destaca algún interludio que sirve de tregua y, sobre todo, Kingdom Of The Cross. Un poema sobre la Primera Guerra Mundial recitado por el vocalista que pone el broche de oro a este trabajo sin sorpresas, aunque lo más importante es que no decepciona. La leyenda sigue viva.


Stryper tampoco son nuevos en esto. Fundados en 1983 en California, son conocidos en todo el mundo por su ideología (intencionada o no) cristiana. Se les ha criticado mucho por esto, algo que yo veo absurdo, sobre todo porque está fuera de toda duda que, ante todo, son una banda de hard rock (a veces heavy metal) capaz de hacer sombra o superar a los más malotes. La diferencia está en que, en lugar de referirse continuamente al diablo en sus letras o portadas, ellos lo hacen sobre Dios. Totalmente respetable salvo para los más obtusos. Inseparable a su imagen están también los colores amarillo y negro, ahora ya un poco menos, y el vozarrón de Michael Sweet. Capaz de llegar a unos agudos altísimos, la conserva en un estado envidiable. Aún recuerdo cómo me impresionaron, a finales de los 80, Soldiers Under Command, To Hell With The Devil e In God We Trust, sus mejores discos dentro de una etapa más glam, sobre todo en la estética. El sonido era matador, la batería de su hermano Robert martilleaba sin piedad, mientras los solos y las melodías vocales te atrapaban sin remedio. Tras un breve periodo de éxito, les sucedió lo mismo que a muchos grupos de su época y se acabaron separando, eso sí, dejando como brillante testamento Against The Law (enorme trabajo) en 1990. De vuelta a la vida en 2005, sus nuevas grabaciones no me han convencido tanto (salvo las versiones de The Covering) hasta No More Hell To Pay (2013). Recuperaron toda su esencia y lo han vuelto a hacer en el reciente Fallen. Durísimo, directo a la yugular, ya quisieran muchas bandas de este estilo conseguir esos riffs, acompañados de unos coros celestiales, nunca mejor dicho. Hay sorpresas curiosas, como la versión del After Forever de los 'satánicos' Black Sabbath. El resto, como sucede con Saxon, es lo mismo de siempre. Y esa es la mejor noticia. Si algo funciona y además estás cómodo con ello, ¿para qué lo vas a cambiar? Que experimenten otros y, por favor, que me los dejen tranquilos a ambos.

lunes, 19 de octubre de 2015

Concierto de Blackberry Smoke (Sala But, 17-10-2015): un largo camino por recorrer

¿Son Blackberry Smoke los nuevos Lynyrd Skynyrd? Eso preguntaban en Classic Rock hace unos meses y, tras lo visto el sábado pasado en Madrid, aún les queda un largo camino por recorrer. A pesar de la euforia que el concierto ha desatado en algunos foros, para mí fue una actuación de luces y sombras. Lo mejor es que son muy buenos y, quizás por eso, lo peor es que te dejan muy frío. Después de tantas ganas de verlos, del sold out que había levantado su visita, no salí emocionado de la Sala But. Igual era porque la noche no acompañaba, fuera llovía y la excesiva afluencia de público me hizo estar incómodo a ratos, pero esa despedida del grupo en plan "hemos cumplido y adiós" no me gustó un pelo. El repertorio fue bestial, inmejorable, cuando el sonido se arregló (maldita saturación del bajo al principio) demostraron que tienen un gusto exquisito, el ambiente fue creciendo con la gente coreando todas las canciones (hasta ellos se sorprendieron), olía a buen southern rock, a campo... Sin embargo, algo faltaba. No sé explicarlo muy bien, o sí, porque la inaceptable actitud del bajista Richard Turner fue bastante esclarecedora. Clavado en su sitio sin mirar a nadie, con sombrero y gafas de sol, no mostró ni el más mínimo atisbo de emoción. Parecía un muerto sujetado por varias cuerdas. No recuerdo algo semejante y sus compañeros tampoco es que montaran una fiesta. Charlie Starr, el patilludo líder indiscutible de la banda de Atlanta, se esforzó en crear la conexión entre las dos partes, el guitarrista Paul Jackson a veces también, pero no, no lo consiguieron. Parecían unos funcionarios saliendo del paso pese al intento de jam en Sleeping Dogs y alguna improvisación esporádica. Lo demás, piloto automático, demasiado aséptico, dentro de un set list, insisto, que fue impresionante otorgando la mayor parte del protagonismo a The Whippoorwill, su mejor disco.


No todo fue negativo. Hubo momentos buenos, incluso especiales en los que sí, por fin, tocamos con la punta de los dedos el cielo del sur. Ain't Got The Blues fue uno de ellos, igual que Whippoorwill, Pretty Little Lie, One Horse Town... ¿Las más lentas y blueseras? Puede ser. Sería injusto afirmar que cuando pisaron el acelerador (sin pasarse del límite) el concierto bajara enteros. Tocar como sólo ellos saben Six Ways To Sunday, Up In Smoke, Restless, Let Me Help You, Rock and Roll Again o Holding All The Roses (no abusaron de su último trabajo) es ir sobre seguro, una garantía de aplauso. El teclado de Brandon Still, desaparecido en el inicio nefasto de sonido que ya cité, fue el complemento adecuado para añadir unos matices tan necesarios como poco valorados. Del batería Brit Turner poco puedo contar. Escondido detrás de una barba inmensa, mantuvo bien el pulso, sin alardes. En conjunto, Blackberry Smoke no presentan fisuras y la maquinaria está bien ajustada con Starr cambiando de guitarra en cada parón, asumiendo el protagonismo absoluto. Tienen buena imagen, canciones increíbles, cada vez más seguidores... No les falta nada para convertirse en los nuevos reyes del southern rock si arreglan ese pequeño (o gran) problema de ser más sosos que una mata de habas. O tuve una mala noche o yo al menos lo veo así. Deberían arreglarlo cuanto antes, porque el tren del éxito sólo pasa una vez en la carrera del artista. Y más en un estilo tan poco mainstream. Otra cosa es que les interese cogerlo. Ah, un saludito para Mr. Turner si sigue vivo. Un poco más de alegría hombre, que la vida son dos días y pasa volando.

jueves, 15 de octubre de 2015

Duda para el próximo 20 de noviembre: ¿Voy a ver a Kadavar o The Sheepdogs?

Vaya dilema. Esto es como cuando hay que elegir entre Messi o Cristiano. ¿Cuál de los dos es mejor? ¿A qué concierto asistir el próximo 20 de noviembre en Madrid? ¿Kadavar en la Sala Penélope o The Sheepdogs en la Caracol? Muchas preguntas y una respuesta incierta. La duda me invade y como de momento no tengo el don de la ubicuidad, no sé cómo lo voy a resolver. Me apetecen los dos pese a que, musicalmente, no tengan nada que ver. Por un lado, el doom psicodélico de los barbudos alemanes y, por otro, el rock clásico, retro, a veces campestre, que practican los canadienses. Quizás pueda pesar en la decisión final que a los germanos ya los he visto en varias ocasiones. La última en el pasado Resurrection Fest, donde ya estrenaron algún tema de Berlin, su último buen disco. Muy hieráticos en escena, con ese bajista tan 'simpático' que tienen, no me importaría que su avalancha sónica, monolítica, me perforara de nuevo los tímpanos. En ocasiones parecen una máquina demasiado perfecta y no estaría mal que improvisaran de vez en cuando. Se trata de una recreación de Black Sabbath por la que han sido muy criticados, aunque, en mi opinión, se están alejando poco a poco de la sombra de Ozzy&Iommi. Luces y sombras para un grupo cuya popularidad ha ido creciendo mientras buscan su propio sonido. Creo que están cerca de conseguirlo y una actuación en directo es el mejor lugar para comprobarlo. No sé, no sé, igual acabo pasándome. ¿No tenían otra fecha libre en la gira?


Me ha sorprendido mucho el nuevo trabajo de The Sheepdogs. Los descubrí con el anterior de título homónimo, que en su día escuché bastante, aunque me pareció demasiado heterogéneo. Lo dejé aparcado y lo voy a tener que rescatar. Igual que el resto, puesto que llevan funcionando desde 2007. Future Nostalgia, publicado el pasado 2 de octubre, me ha encantado. Mucho más centrado en un estilo rockero retro, blues, southern, contiene nada menos que 18 temas. Lo mejor es que no se hace nada largo (medley incluido) y todas las canciones me parecen redondas, con varios detalles a descubrir. Además de la impecable labor instrumental, destaca el fabuloso juego vocal que consiguen. Tengo curiosidad por ver cómo lo trasladan a un concierto, aunque ya me he hecho a la idea indagando por la red. No descarto tampoco que se descuelguen con alguna jam o una versión conocida, porque no son tan cuadriculados como Kadavar. Ese aire campestre, que recuerda un poco a The Band y otros clásicos, me temo que va a hacer que me decante por asistir a su actuación. Todavía queda tiempo y ni he mirado el precio de las entradas, tengo que convencer a mi compinche en estas lides... En fin, que sigo con dudas al ser un caso inédito hasta hace poco. Siempre me quejaba de la falta de conciertos y ahora me invaden. Bendito dilema. 

lunes, 12 de octubre de 2015

Conciertos de Dan Baird & Homemade Sin y Junkyard (Sala Arena, 9-10-2015)

The Ultimate Rock and Roll Experience. Así definía el cartel la visita a España en el mismo pack de Dan Baird & Homemade Sin y Junkyard. Nada más cercano a la realidad. Un lujo poder ver juntos a estos dos veteranos grupos estadounidenses, con el culo pelao después de tantos años girando, aunque todavía con mucho y bueno que ofrecer. Dos estilos diferentes de demostrar que no se necesitan muchos artificios para dar un gran concierto. Sólo cuatro o cinco tipos encima de un escenario sacando lo mejor que llevan dentro, sin importarles si delante de ellos hay 200 personas o 2.000. Buenas canciones, sudor, esfuerzo, muchas tablas, complicidad, química con el público... Los ingredientes necesarios se juntaron en la Sala Arena con un sonido aceptable para cocinar una gran noche de rock, y van unas cuantas, por lo que estamos de enhorabuena en la capital. Para las 20:00 horas estaba anunciado el inicio de la velada con Dan Baird y los suyos. Sin más, prescindiendo de intros o algo similar, con un pequeño retraso, empezaron a desgranar ese estilo suyo de tradición tan americana. Alternando temas más movidos con medios tiempos y baladas, las mayores ovaciones vinieron tras sonar clásicos de Georgia Satellites como I Dunno, Dan Takes Five o Keep Your Hands To Yourself. La banda está perfectamente engrasada con el vaquero (espuelas incluidas) Warner E. Hodges, también integrante de los Bluefieds, asumiendo de forma eficiente las tareas solistas con la guitarra, la rítmica es para Dan igual que las voces, quedando el bajo para Micke Nilsson y la batería para un Mauro Magellan de increíble parecido físico con el gran Alice Cooper. Presentaron varias composiciones nuevas de Get Loud, su último disco, que no desentonaron dentro del set list. Se nota que su punto fuerte es el directo, su terreno favorito, improvisando alguna pequeña jam que hizo las delicias de un aforo medio, sin agobios, lo que es de agradecer. Después de la actuación estuvieron firmando y hablando con los fans en el puesto de merchandising, mostrando, una vez más, que no tiene nada que esconder. Lejos del estrellato que quizás hubiera merecido, Dan Baird es un músico simpático y cercano que, junto a su inseparable chistera, sigue haciendo magia en forma de rock.


El segundo acto empezó a eso de las 22:00. Nos situamos a finales de los 80 e inicios de los 90 en la prolífica escena de Los Angeles. Guns N' Roses están en la cresta de la ola y cientos de grupos intentan subirse a ella. Geffen Records, el sello de Axl y compañía, ficha a Junkyard como una nueva apuesta para explotar el filón del sleazy, la variante sucia del rock, pero la jugada no salió del todo bien. El primer disco (1989) de título homónimo (ojo a Hollywood) es excelente, seguido del todavía mejor Sixes, Sevens & Nines (1991). Sin embargo, el negocio no perdona y la banda no acaba de despegar. Desaparecen del mundanal ruido hasta diez años después con un directo y las reedición de grabaciones guardadas en algún cajón. Las entradas y salidas en la formación han sido continuas, aunque David Roach sigue ahí con la voz intacta. O al menos eso me pareció a mí pese a que se disparó el volumen en la actuación del pasado viernes. Sonaron compactos, muy duros, con el inconfundible estilo gunner, unido a retazos de AC/DC e incluso Motorhead. Emocionante fue la interpretación de Simple Man, mientras que con Shot In The Dark, Misery Loves Company, Blooze, Back On The Streets, Lost In The City, Hot Rod o Long Way Home (tremenda) se sucedieron los bailes acelerados e incluso algún pogo entre los asistentes. A una velocidad frenética, el concierto de Junkyard llegó a su fin con una versión de Nice Boys, curiosamente uno de los temas que Guns incluyeron en el famoso (y falso) directo Live Like a Suicide. Igual fue casualidad, no lo sé, o un homenaje a aquella banda que dominó la tierra durante poco tiempo y a la que tanto se parecen. Es evidente que no tuvieron la misma suerte, como le ocurrió a Rock City Angels, aunque continúan vivos y eso es una excelente noticia. En los tiempos que corren, asistir a un evento así, sin trampa ni cartón y por partida doble es, sin duda, un privilegio.

sábado, 10 de octubre de 2015

Crítica de Michael Monroe: Blackout States (Caroline Records, 2015)

Michael Monroe es una apuesta segura. Es de los pocos músicos que quedan de los que te puedes fiar con los ojos cerrados. Nunca falla y su nuevo disco, Blackout States, es una prueba evidente de ello. La verdad es que no ofrece nada nuevo, es más de lo mismo, pero no sé cómo lo hace para facturar obras de tanta calidad una tras otra. Salvando las distancias, es un caso parecido al de Ramones (se les echa de menos) o AC/DC. Parece que se repiten eternamente, nunca se renuevan, no hay evolución, es como un bucle eterno que dura y dura y dura... Y ahí precisamente está el secreto de su éxito. El cantante finlandés no es un fenómeno de masas, aunque lleva en el rock tiempo más que suficiente, desde sus inicios en Hanoi Rocks, como para no tener que demostrar nada a nadie. A sus 53 años, su trayectoria en solitario es impecable, además de haber estado involucrado en otros proyectos como Jerusalem Slim (con Steve Stevens) o Demolition 23, uno de los mejores discos de punk de todos los tiempos. Tampoco es flojo, por poner un ejemplo, aquel Dead, Jail or Rock and Roll, un single-bombazo perteneciente al no menos brillante Not Fakin' It publicado en 1989. Su voz rasgada es inconfundible, igual que una vitalidad poco usual (esos ojos tan abiertos delatan que hay 'ayudita' extra) que se puede comprobar viéndole en directo. No para quieto un segundo mientras anima al personal a participar de la fiesta con sus inseparables saxo y armónica. Es un animal de directo, uno de esos artistas que morirá encima del escenario, espacio que domina ya sea en una pequeña sala o en grandes festivales. El resultado es el mismo: diversión asegurada.


En este efectivo Blackout States, el rubio finés se ha rodeado de sus compinches habituales. Viejos zorros de la escena punk, como Steve Conte o Sammi Jaffa, que saben muy bien lo que busca el líder del grupo. En anteriores trabajos contó con la colaboración del hiperactivo Ginger o Dregen, guitarristas de renombre que entran y salen. Da igual quién le acompañe, porque no hay forma de que saque un disco aburrido o poco inspirado. Ese rock sucio, callejero, glam, vacilón, sleazy, punkarra, en ocasiones comercial, es ideal para recuperarse de estados anímicos bajos. Insisto, son 13 temas que parecen seguir el mismo esquema, pero todos son diferentes. Los tres primeros son sencillos, inconfundibles en la carrera del cantante, con esa marca de la casa escandinava que jamás me cansaré de reivindicar. Baja un poco el pistón con Keep Your Eye On You, más melódica, mientras que el ataque sonoro de R.L.F. no hace prisioneros. Good Old Bad Days debería estar en el diccionario como definición del punk rock y no le hace ascos al pop en el tema título o Under The Northern Lights. La capacidad de generar melodías para los estribillos es increíble, surgen de forma natural, sin buscar nada del otro mundo. Monroe reparte invitaciones para cantar con él, algo complicado de conseguir en un estudio, donde todo es artificial y enlatado. Da la impresión de que nos lo haría pasar bien con lo que le echaran, hasta haciendo una versión de California Girls con David Hasselhoff (sí, sí, el de los Vigilantes de la Playa) en un documento impagable que se puede ver más abajo. Cosas como esta hacen de Michael un artista único, de rara especie, un showman a lo David Lee Roth cuya existencia es fundamental para la música de verdad y la vida en general.

lunes, 5 de octubre de 2015

Concierto de Imperial State Electric (Sala But, 2-10-1015): Suecia gana por goleada

Matrícula de honor. Por conciertos así vale la pena seguir metido en esto del rock. Imperial State Electric, el grupo que fundó el inquieto Nick Andersson tras la disolución de Hellacopters, dieron una nueva lección de poderío el viernes pasado en la Sala But de Madrid. Nada puedo decir de los teloneros, ya que llegué justo para ver a las estrellas de la noche. Horas antes, en una tienda del centro, los suecos ofrecieron una pequeña actuación acústica a la que no pude asistir. Fue el aperitivo del plato fuerte que vino después. Una tormenta de rock and roll a la antigua usanza, de esas que no dan un respiro y te dejan tan exhausto como satisfecho. Por raro que parezca, el sonido fue perfecto, quizás porque no se buscó el exceso de volumen. Buena entrada, sin lleno total, lo que permitía estar cómodo y cada vez más adelante para ver de cerca a los protagonistas. Ataviado con su eterna gorra militar, el multi-instrumentista sueco y sus compañeros salieron a escena sin dar concesiones. Al principio, cada uno en su sitio con los movimientos muy estudiados, aunque cuando se desató la fiesta se desencadenó un batiburrillo genial e incontrolable. Fueron intercalando canciones de sus cuatro trabajos hasta la fecha, haciendo hincapié en los del reciente Honk Machine. En directo queda aún más claro su principal influencia: Kiss. Melodías, coros, las posturas al hacer los solos... Sólo les faltaba el maquillaje, los trajes estrafalarios y los tacones. Otra fuente de la que beben, The Beatles, me gusta menos, pero es igualmente válida. Por supuesto, no se limitan a imitar a los dos mitos, sino que ponen ese sello de calidad escandinavo que no me canso de reivindicar. Precisamente en el post concierto, tomando algo con un amigo que ha estado hace poco por allí, se confirmó lo que sospechaba. Suecia, Finlandia y Noruega son ahora mismo un hervidero de cultura musical irrefrenable. El rock se respira en la calle, se palpa, por lo que no es de extrañar la gran cantidad de grupos que salen de allí a todas horas.


En la parte final llegó lo mejor. Las versiones improvisadas de clásicos del rock interpretadas a toda pastilla. El bajista, un tipo con bigote bastante simpático, tomó las riendas del recital y hasta se atrevió con el Search & Destroy de The Stooges. También el guitarrista cogió el micrófono para asumir tareas vocales en un momento dado. Nick les da cancha y no acapara todo el protagonismo. Amenazaron con tocar Black Diamond, pero sólo fue la intro para dar paso a Reptile Brain, el tema título del que para mí es su mejor disco. La gente no paraba de bailar, cantar y disfrutar de una juerga sin precedentes que sólo se vio empañada por algo rarísimo. Sin motivo aparente, un miembro de seguridad de la sala, ataviado con el típico pinganillo en la oreja, desalojó a varios asistentes ante la incredulidad del resto. Increíble que a estas alturas sucedan estas cosas, pero así fue. Sin embargo, ya nada pudo parar a ISE. La máquina, perfectamente engrasada, se fue acelerando hasta llegar a un delicioso frenesí de notas, solos y riffs que no acababa nunca. No recuerdo cuántos bises ofrecieron, porque daba la sensación de que no querían acabar nunca. El tour por España llegaba a su fin y creo que por eso nos obsequiaron con una actuación soberbia, brillante, sincera y sin apenas artificios. Por llevar, no llevan ni teclista (podrían rescatar a Boba Fett de los 'Hellacas'), algo que eché de menos. Nunca sobra un ritmo de piano bien colocado. Vi muchas caras sonrientes en la despedida, con toda la lógica del mundo. Y eso que, en esencia, como decían los desaparecidos Barricada hace la tira de años, sólo fue una noche de rock and roll. Nada más... y nada menos.

viernes, 2 de octubre de 2015

Viernes repleto de novedades: Clutch, The Winery Dogs y Eagles Of Death Metal

Ya ni a pares, sino de tres en tres hay que ir analizando las novedades que el rock está escupiendo al mercado con asiduidad este otoño. Desde hoy ya se puede adquirir, por ejemplo, el Psychic Warfare de Clutch, la banda de Maryland comandada por el barbudo Neil Fallon. Es su disco en estudio número 11 y sigue la senda trazada (igual con una marcha menos) por el anterior y sobresaliente Earth Rocker. Admito que a esta gente la descubrí tarde. Su nombre me sonaba, pero nunca me ponía en serio con ellos no sé muy bien por qué razón, así que les cogí el gusto con su carrera bien avanzada. Tras la necesaria escucha de Blast Tyrant, lo que más me convenció fue su actuación en el Azkena presentando Strange Cousins From The West. El concierto empezó tardísimo, quizás demasiado, pero me di cuenta de lo buenos músicos que son, con ese rollo doom-stoner-blues tan original. Después no han hecho más que mejorar (sobrados en el Valley del Hellfest) hasta llegar a esta nueva obra sin apenas fisuras. Realmente, la calidad de los temas es altísima, con esa voz de Fallon tan característica, y esos pasajes western-country-blues que tanto les gustan. Ya no se cortan con alusiones a Texas o Virginia, alcanzando un momento épico con Doom Saloon y Our Lady Of Electric Light. Las canciones más rápidas son disfrutables también, igual que esos ritmos de batería y percusión rozando el funk. Un trabajo completo, variado, exactamente lo que se esperaba de Clutch ahora que están a punto de dar el gran salto. Una banda todavía de culto que tiene muchas opciones (calidad tienen por arrobas) de acabar entre los grandes. Es su gran oportunidad.


Otra ración de supergrupo nos llega con el segundo disco de los angelinos The Winery Dogs: Hot Streak. No sé de dónde saca el tiempo el batería Mike Portnoy para atender a todos sus proyectos. Se alió nada menos que con Richie Kotzen (voz-guitarra) y Billy Sheehan (Bajo) para dar forma a una auténtica maravilla de debut publicado hace dos años. Canela en rama fue el estreno de tres genios con una trayectoria intachable que poco tienen que demostrar a estas alturas. Tuve la suerte de verles en la Joy Eslava y todavía me estoy frotando los ojos. Además de lo buenos que son técnicamente, eso es indiscutible, consiguieron atrapar al público con un buen rollo y una profesionalidad que no esperaba. Fue un concierto soberbio, de los que se recuerdan cada cierto tiempo como ejemplo de perfección. Sin embargo, creo que han bajado un poco el acelerador en el estudio. Tras la frenética apertura con Oblivion, deudora de Mr. Big, para mi gusto se recrean demasiado en un trasfondo soul que encaja bien con la voz de Kotzen, pero deja a un lado el hard rock más tradicional. Incluso se atreven a jugar con el jazz en el tema título y un poco de flamenco en la parte central de War Machine. Todo lo que tocan lo bordan, insisto en ello, y los desarrollos instrumentales son bestiales. Sin embargo, echo de menos más potencia en los riffs de guitarra del ex miembro de Poison en el infravalorado Native Tongue. Los duelos con Sheehan nunca pueden faltar y qué voy a decir de Portnoy: es como un pulpo detrás de los tambores. En total, trece temas que se pueden hacer algo largos, lo que apoya la moda actual de muchos grupos de no pasar de nueve. Yo sólo les pediría más rock y menos experimentos, aunque poseen tanta destreza en cada idea, cada nota, que hasta me da vergüenza decirlo.


La tercera novedad del día viene desde la parte más festiva del stoner made in Josh Homme. En colaboración con su gran amigo de Palm Desert, Jesse Hughes, y con una portada más que sugerente, presenta el cuarto disco de Eagles Of Death Metal, Zipper Down. Muy pocas novedades se pueden encontrar comparándolo con obras anteriores. Temas divertidos, comerciales, algunos cercanos al pop, con letras ambiguas, sexuales, con la mujer como un referente común. Y es que Hughes juega a eso, al despiste con un look un poco rarito mientras habla de chicas sin parar. También pude verles hace tiempo en la Sala Caracol y la verdad es que pasé un buen rato. Son unos cachondos natos, la cara alegre de ese sonido desértico tan monolítico tipo Kyuss. El single Complexity es un síntoma inequívoco de que no piensan cambiar su discurso, igual que Got A Woman, Oh Girl o I Love You All The Time. Algo diferente es Skin Tight Boogie, en la que Homme ha metido mano de forma clara creando un tema que podría estar hasta en la marcianada que fue Them Crooked Vultures. Más extraña aún es Save a Prayer, que no pega nada dentro del conjunto por ser hasta un poco tristona. En diciembre pisarán de nuevo los escenarios españoles, por lo que es muy probable que me pase para echar unos bailes. A buen seguro que caerá alguna versión como la última vez, para lo que tienen bastante buen gusto. De las tres novedades de hoy, la de EODM me parece la más floja pese a que tiene esa rara cualidad de levantar el ánimo a cualquiera que lo tenga un poco decaído. Y eso, actualmente, es lo mínimo que pido.