Van Halen collage

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lunes, 5 de octubre de 2015

Concierto de Imperial State Electric (Sala But, 2-10-1015): Suecia gana por goleada

Matrícula de honor. Por conciertos así vale la pena seguir metido en esto del rock. Imperial State Electric, el grupo que fundó el inquieto Nick Andersson tras la disolución de Hellacopters, dieron una nueva lección de poderío el viernes pasado en la Sala But de Madrid. Nada puedo decir de los teloneros, ya que llegué justo para ver a las estrellas de la noche. Horas antes, en una tienda del centro, los suecos ofrecieron una pequeña actuación acústica a la que no pude asistir. Fue el aperitivo del plato fuerte que vino después. Una tormenta de rock and roll a la antigua usanza, de esas que no dan un respiro y te dejan tan exhausto como satisfecho. Por raro que parezca, el sonido fue perfecto, quizás porque no se buscó el exceso de volumen. Buena entrada, sin lleno total, lo que permitía estar cómodo y cada vez más adelante para ver de cerca a los protagonistas. Ataviado con su eterna gorra militar, el multi-instrumentista sueco y sus compañeros salieron a escena sin dar concesiones. Al principio, cada uno en su sitio con los movimientos muy estudiados, aunque cuando se desató la fiesta se desencadenó un batiburrillo genial e incontrolable. Fueron intercalando canciones de sus cuatro trabajos hasta la fecha, haciendo hincapié en los del reciente Honk Machine. En directo queda aún más claro su principal influencia: Kiss. Melodías, coros, las posturas al hacer los solos... Sólo les faltaba el maquillaje, los trajes estrafalarios y los tacones. Otra fuente de la que beben, The Beatles, me gusta menos, pero es igualmente válida. Por supuesto, no se limitan a imitar a los dos mitos, sino que ponen ese sello de calidad escandinavo que no me canso de reivindicar. Precisamente en el post concierto, tomando algo con un amigo que ha estado hace poco por allí, se confirmó lo que sospechaba. Suecia, Finlandia y Noruega son ahora mismo un hervidero de cultura musical irrefrenable. El rock se respira en la calle, se palpa, por lo que no es de extrañar la gran cantidad de grupos que salen de allí a todas horas.


En la parte final llegó lo mejor. Las versiones improvisadas de clásicos del rock interpretadas a toda pastilla. El bajista, un tipo con bigote bastante simpático, tomó las riendas del recital y hasta se atrevió con el Search & Destroy de The Stooges. También el guitarrista cogió el micrófono para asumir tareas vocales en un momento dado. Nick les da cancha y no acapara todo el protagonismo. Amenazaron con tocar Black Diamond, pero sólo fue la intro para dar paso a Reptile Brain, el tema título del que para mí es su mejor disco. La gente no paraba de bailar, cantar y disfrutar de una juerga sin precedentes que sólo se vio empañada por algo rarísimo. Sin motivo aparente, un miembro de seguridad de la sala, ataviado con el típico pinganillo en la oreja, desalojó a varios asistentes ante la incredulidad del resto. Increíble que a estas alturas sucedan estas cosas, pero así fue. Sin embargo, ya nada pudo parar a ISE. La máquina, perfectamente engrasada, se fue acelerando hasta llegar a un delicioso frenesí de notas, solos y riffs que no acababa nunca. No recuerdo cuántos bises ofrecieron, porque daba la sensación de que no querían acabar nunca. El tour por España llegaba a su fin y creo que por eso nos obsequiaron con una actuación soberbia, brillante, sincera y sin apenas artificios. Por llevar, no llevan ni teclista (podrían rescatar a Boba Fett de los 'Hellacas'), algo que eché de menos. Nunca sobra un ritmo de piano bien colocado. Vi muchas caras sonrientes en la despedida, con toda la lógica del mundo. Y eso que, en esencia, como decían los desaparecidos Barricada hace la tira de años, sólo fue una noche de rock and roll. Nada más... y nada menos.

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