Van Halen collage

Van Halen collage

viernes, 26 de febrero de 2016

Crítica de Greenleaf: Rise Above The Meadow (Napalm Records, 2016)

Stoner. Suecos. No hace falta más para definir lo que ofrece el sexto disco de Greenleaf. Un estilo claro y calidad garantizada. El brillante Trails And Passes (2014) había puesto el listón muy alto. No lo han superado, aunque en Rise Above The Meadow hay temas de sobra para disfrutar. Y de qué forma. Concebidos en su día como un proyecto paralelo, la banda ha pasado por numerosos cambios de formación. Ahora parece asentada con el cantante Arvid Jonsson, cuya peculiar voz es difícil de catalogar, el orondo y efectivo guitarrista Tommi Holappa, y la contundente base rítmica formada por Hans Fröhlich (bajo) y Sebastian Olsson (batería). Hace poco tuve la ocasión de verlos en directo en una actuación lamentable. No por su parte, ya que bastante hicieron para tocar en una condiciones paupérrimas, sino porque la sala (no la voy a nombrar) decidió cortar el concierto por sus c... antes de que acabara. La excusa de los límites horarios no me vale. Haberlo planeado todo antes con los grupos para repartir mejor el tiempo. Fue lo peor que he vivido tras muchos, muchos años de música en vivo. Por supuesto, jamás volveré al garito en cuestión. A lo que iba. En los pocos minutos que estuvieron sobre el escenario, Greenleaf demostraron no sólo su profesionalidad (las caras eran un poema cuando les hicieron la faena mencionada) sino también que lo de Suecia no es una casualidad. Es el nuevo vivero del rock más floreciente que nunca, una meca que produce sin cesar formaciones que algún día agruparé en una lista interminable. Me dejaré alguna fuera, porque cada semana sale una nueva. Brutal lo de allí arriba.


Nueve canciones (está de moda) y un bonus track, High And Low, que es de las mejores por cierto, componen Rise Above The Meadow. Los adelantos de A Million Fireflies, Golden Throne (muy QOTSA) y Howl ya me habían gustado de antemano. Sobre todo la última, dividida en dos partes, además de las sonido saturado típico del stoner, nos propone algún pasaje lisérgico/psicodélico en los que insisten en otras partes de este trabajo. Intercalan numerosos punteos de guitarra que en Pilgrim alcanzan notas sobresalientes. Larga y con dos partes diferentes es también, como indica el título, Levitate (Pt.1&2), donde la batería toma protagonismo. Se les ve cómodos en estas composiciones variables, complicadas de digerir en una primera escucha, pero que luego resultan ser las más pinchadas. Más arriba dije que la voz de Jonsson es extraña. Con un marcado acento escandinavo, no grita en exceso ni fuerza la marcha, lo que puede cansar un poco. Lo mismo ocurre en temas demasiado semejantes, pero la solución son unos cambios de ritmo colocados de forma estratégica. Todo un acierto para que la fiesta no decaiga en Funeral Pyre, Carry Out The Ribbons, You're Gonna Be My Ruin y Tyrants Tongue. Una obra completa, continuista respecto a la anterior, insisto que no mejor, pero pocas novedades tan atractivas se pueden encontrar en este estilo actualmente. O sí, porque si rebuscamos en Suecia... Me debería exiliar allí sino fuera por, en fin, por miles de razones.

martes, 23 de febrero de 2016

Concierto de Winery Dogs (Joy Eslava, 9-2-2016) y crítica de Inglorious, el telonero

Las prisas es lo que tienen. Al final siempre hay algo que sale mal, o al menos no como estaba previsto. El elevadísimo precio de las entradas me había hecho descartar acudir al concierto de Winery Dogs en su segunda visita a Madrid. Según se acercaba la fecha me fue picando el gusanillo y al final no falté a la cita. Nunca se puede despreciar la ocasión de ver juntos a tres talentos tan enormes (Kotzen, Sheehan y Portnoy), por lo que a última hora cambié de opinión sin prestar demasiada atención al grupo telonero. Tremendo error el mío, ya que los ingleses Inglorious acaban de facturar un discazo con mayúsculas de hard rock y heavy metal tradicional que, a buen seguro, merece la pena escuchar en directo. Capitaneados por el cantante Nathan James, cuyo torrente de voz la hace rivalizar desde ya con los mejores del género, su primer disco es una joya de principio a fin. Le acompañan los guitarristas Wil Taylor y Andreas Eriksson, mientras que del bajo y la batería se encargan, respectivamente, Colin Parkinson y Phil Beaver. Puedo asegurar que ninguno de ellos desentona en temas que mezclan lo mejor de Deep Purple (Until I Die, Breakaway), Free (Holy Water), Whitesnake (High Flying Gipsy), Led Zeppelin (Inglorious)... No son referencias de escaso valor a las que ellos imprimen su sello personal, un toque moderno que redondea una obra de altísima calidad. Baladas como la épica Bleed For You o Wake no son fruto de la casualidad, sino de un trabajo hecho a conciencia que no debería pasar inadvertido. Mala suerte, me los perdí como aperitivo de la banda protagonista en la Joy Eslava, que suena bastante bien pese a tener otros problemas, y es algo de lo que me arrepiento de verdad. Espero cogerles por banda en otra ocasión, porque me juego lo que sea a que no decepcionan.


Y vamos con lo gordo: The Winery Dogs. Lo primero, el sold out hizo que en la sala se congregara mucha más gente de la que realmente cabe. Literalmente, había personas subidas en los focos del último piso. Segundo punto, algunos/as no sabían lo que estaban viendo o no les interesaba mucho, ya que estaban sentados/as en los sillones en plan discoteca sólo pendientes del móvil. Lamentable actitud, sobre todo porque los seguidores de verdad, aunque entramos con el tiempo justo, nos tuvimos que buscar un mínimo hueco entre la multitud para intentar disfrutar del concierto. Tercero, la banda toca sobrada, es impresionante el dominio que tiene de los instrumentos (lo de Portnoy con la batería es de otra galaxia), aunque vi a Richie Kotzen bastante desmejorado. Con la guitarra lo bordó, porque la técnica, el feeling, el soul, se le caen de los bolsillos. Lo malo es que parecía estar recién levantado, con mala cara y pinta de mendigo. Lo digo con el máximo de los respetos hacia un artista enorme al que sigo desde los tiempos de Poison. Igual tuvo una mala noche, mientras que Billy Sheehan nos asombró de nuevo martilleando el bajo sin piedad, a una velocidad endiablada, mostrando recursos que sólo una leyenda así es capaz de dominar. Cuarto asunto destacable. En mi opinión, el disco debut de Winery Dogs es bastante superior al Hot Streak que venían a presentar. Elevate o Desire, que de forma inteligente se guardaron para el final de su actuación, están un poco por encima de cualquier canción nueva. Ojo, que Oblivion, Hot Streak, Captain Love o la emotiva Fire alcanzan un nivel sobresaliente, técnicamente perfecto, y se ajustan como un guante al repertorio de los americanos. Punto final: no faltaron los solos de bajo y batería, cortos y poco cansinos, lo cual se agradece teniendo en cuanta de lo que serían capaces estos monstruos. Por separado podrían dar un clinic magistral de su especialidad, juntos forman una sociedad ilimitada de hard rock, blues, progresivo y hasta unas gotas de jazz. Son muy buenos, un lujo para los oídos, quizás demasiado para aquellos que sólo van a figurar y trastear con el puñetero smartphone.

domingo, 14 de febrero de 2016

Concierto de Bryan Adams (Vistalegre, 28-01-2016): Enésima lección de un caballero

Bryan Adams siempre ha sido, es y será una de mis debilidades. Admito que lleva mucho tiempo viviendo de las rentas, siendo noticia por cosas diferentes a la música, pero tras lo visto a finales del mes pasado en Vistalegre, cualquier duda sobre su talento quedó despejada. Sobre todo, porque aún disfruta de lo que hace, un aspecto vital para seguir llenando grandes recintos después de tantos años de carrera. Rodeado de unos músicos increíbles, el canadiense demostró que sabe rockear, entretener y emocionar con la misma soltura de siempre. Fue un concierto soberbio, muy completo, con un sonido hasta bueno pese a dónde de celebró, y con un cierto regusto británico. Y es que había mucha clase sobre el escenario, tablas, experiencia, buen humor y una larga ristra de temazos por los que cualquier artista mataría. Adams venía a presentar Get Up, su nuevo disco en el que ha recuperado algo la chispa perdida, que contiene un puñado de canciones perfectas para interpretar en directo. Ahí arriba ganan bastantes enteros. Luego entramos en el mundo, la galaxia, la dimensión Reckless. Una obra maestra sin discusión que hace poco cumplió 30 años. Aunque hubieran pasado 100, himnos como Summer Of 69, Run To You, She's Only Happy When She's Dancing, Heaven (les quedó de lujo), Kids Wanna Rock, Somebody o It's Only Love no habrían perdido ni un ápice de frescura. Son un regalo no sólo para cualquier seguidor del rock, sino para el ser humano. La música existe, es lo que es, significa tanto para muchos (para mí es la vida misma) por canciones así. Impresionantes.


Lógicamente, Bryan fue el centro de todas las miradas, de las mejores tomas en las pantallas a ambos lados y dentro del escenario. Sin embargo, me fijé en la forma que tuvo de compartir protagonismo con el grupazo que le acompaña. El fino guitarrista Keith Scott se acercó a menudo a cantar con él mientras derrochaba kilates de calidad con las seis cuerdas. Ya fuera en formato eléctrico (hubo momentos de auténtico hard rock cañero) o acústico, demostró tener un nivel altísimo, complicado de encontrar hoy en día. Lo mismo se puede decir del batería Mickey Curry (pocos saben que estuvo tras los tambores de un disquito llamado Sonic Temple), del bajista Norm Fisher y el teclista Gary Breit. Además de las mencionadas joyas de Reckless, en el set list se fueron alternando temas nuevos y viejos hits de Waking Up The Neighbours, Cuts Like A Knife, 18 Til' I Die, baladas de bandas sonoras... Fue al final, ya en los bises, tras la fiesta rockandrolera del C'mon Everybody de Eddie Cochran, cuando el polifacético compositor se desnudó ante el público. Con Vistalegre a oscuras y un foco apuntándole, cogió su guitarra (casi nunca se separa de ella) para tocar en solitario She Knows Me, la cautivadora Straight From The Heart y All For Love, que fue coreada por el Palacio al unísono. Final perfecto para una noche perfecta repleta de detalles imperceptibles para los que se quedan con el Bryan Adams del anuncio, el fotógrafo, la balada ñoña (nunca lo son). Para los demás, al menos para mí, este señor se merece el mayor de los respetos. Un caballero. 10 de 10, Mr. Adams.

sábado, 13 de febrero de 2016

Póker de ases: The Cult, Monster Truck, The Temperance Movement y Last In Line

Tengo que recuperar el tiempo perdido. No paran de salir discos nuevos interesantes en este inicio de 2016 y, de momento, voy a meter en el mismo post a cuatro de ellos. Empiezo por los más mediáticos, si se puede decir así, los británicos The Cult. Llegan ya a su décimo trabajo en estudio con un Hidden City que cumple de sobra con las expectativas. Mezcla de su parte más rockera y con la espiritual, no cabe duda de que Astbury y Duffy (una pareja ya mítica a la altura de las clásicas) son incapaces de hacer algo malo o simplemente, regular. Está claro que Ian ya no tiene la voz de antaño, pero ha sabido evolucionar, mientras que el guitarrista mejora como el vino. Destila clase en cada riff, cada solo, es increíble que no reciba más reconocimiento. La producción de Bob Rock, otro maestro, hace que cada instrumento suene a gloria, en su sitio. ¿Temas destacados? Todos. Me quedo con la trilogía inicial, la oscuridad de In Blood o Birds Of Paradise, Hinterland es maravillosa y GOAT (esa batería de Tempesta) nos devuelve a los tiempos de Electric. Casi nada. Avalanche Of Light está entre las mejores canciones de su carrera igual que Heathens... No tiene desperdicio. The Cult son una institución, lo saben y actúan en consecuencia. Indispensables una vez más, y van..


Ingleses son también, aunque mucho más recientes, The Temperance Movement. Bebiendo de las fuentes más clásicas del género, me sorprendieron hace tres años con su debut. Se les acusó de copiar en exceso a Black Crowes (menudo problema) y quizás por eso han querido dar una vuelta de tuerca a su estilo en White Bear. Tuve la suerte de verles en directo en una pequeña sala, donde me convencieron de que tienen su propia personalidad. La voz de Phil Campbell es increíble, se lleva casi todo el protagonismo dentro de una propuesta que une blues, psicodelia, rock and roll, soul... Todo es muy básico pese al barniz moderno que le han aplicado a los temas de su nuevo disco. Me quedo con los más potentes como Three Bulleits, Get Yourself Free, Modern Massacre o The Sun And Moon Roll Around Too Soon. Sin embargo, mi favorito es el que da título a su segunda obra. Tras un inicio brutal de slide, la cosa se suaviza para explotar de nuevo con el puente hacia el estribillo escondido. Me parece una montaña rusa originalísima. Oh Lorraine nos propone un blues del siglo XXI con armónica en plan bucle y un ritmo de bajo martilleante. Un experimento que mal no les ha quedado. Acaban con una balada preciosa, melancólica y cadenciosa. La típica despedida tranquila para calmar los nervios. Ya veremos hasta dónde pueden llegar.


Viajamos ahora hasta Canadá para analizar el segundo y esperado disco de Monster Truck. Aupados por el revival de los viejos sonidos hard rock, southern y blues, este grupo me explotó en la cara con Furiosity también hace tres años. Fue un debut bestial, sin descanso, como un tren desbocado al que no le importa empotrarse contra el tope de la vía muerta. Por los mismos derroteros discurre Sittin' Heavy, incluidos esos teclados de fondo que tanto empaque le dan al conjunto. Destacan algunos matices novedosos, eso sí, en canciones que rompen la alta intensidad eléctrica. Son los casos de For The People, Black Forest (la mejor) y Enjoy The Time. El vozarrón grave de Jon Harvey les viene como anillo al dedo y sus compañeros cumplen a la perfección para que el ritmo, que a veces puede parecer repetitivo, no decaiga en ningún momento. Coros y estribillos que se quedan marcados a fuego hay un montón (Don't Tell Me How To Live, Things Get Better, The Enforcer), y son más que adecuados para gritarlos en directo. Tengo ganas de ver a esta gente, aunque en la inminente gira europea España se ha quedado fuera. Igual en los festivales de les pillo.


Para acabar este repaso express, no puedo olvidarme del Heavy Crown de Last In Line. No sé si está concebido como el enésimo homenaje a Dio, pero es el más brillante en mi opinión. Los músicos que acompañaron al pequeño cantante en aquel disco inolvidable se juntaron para versionarlo y después decidieron crear uno nuevo, con canciones inéditas de mucha calidad interpretadas con sumo gusto. Otra cosa no de podía esperar del talento indiscutible de Vivian Campbell (guitarrista), Jimmy Bain (bajo) y Vinny Appice (batería). Los dos últimos formaron la base rítmica más precisa y contundente que he escuchado nunca en el heavy metal. Este trabajo sirve como obra póstuma de Bain, que falleció en el último mes de enero negro que ha vivido el rock. Por si las referencias fueran poco válidas, han encontrado un vocalista, Andrew Freeman, que no le anda a la zaga a Ronnie James. Se echaban de menos las cabalgadas guitarreras de Campbell (Def Leppard es otro mundo) como las de Martyr, I Am Revolution y Already Dead. De verdad, parece que estamos escuchando cualquier trabajo de la época más prolífica del propio Dio. El parecido es asombroso y el que tuvo, retuvo. Son como un reloj suizo, perfecto en su estilo, sin despreciar los tópicos del género, aunque sin sonar trasnochados. Al revés, los solos y las melodías de las canciones más pausadas desprenden frescura. Es un señor disco que seguramente pasará bastante inadvertido. Otro de tantos que irán pasando por aquí.


jueves, 11 de febrero de 2016

Concierto de The Darkness (Sala But, 15-01-2015): God save the new Queen

Con casi un mes de retraso, la visita de The Darkness a Madrid vale la pena para relanzar el blog tras un pequeño parón. Corren tiempos duros y me cuesta escribir, pero voy a intentarlo. El grupo de los hermanos Hawkins no es una formación al uso. Me explico. Su estilo es difícil de definir pese a que, en esencia, se trate de hard rock británico de toda la vida. A ello hay que sumar detalles glam, la personal e intransferible personalidad y voz de Justin y, a mi juicio, la referencia permanente a Queen. Todas estas señas de identidad destacan aún más en directo, como se pudo comprobar en una Sala But a reventar. Un sold out sorprendente, con mucho público que no sabía muy bien dónde estaba o a quién estaba viendo. Algo cada vez más habitual, sobre todo en fines de semana, en recintos que normalmente son discotecas y que se utilizan para conciertos ante la falta de salas adecuadas. Había demasiada gente y no encontré el sitio perfecto para disfrutar de la actuación, por lo que no dudé en adquirir el usb para descargarla días después en mp3 en la web del grupo de forma oficial y con muy buen sonido. Venían a presentar Last Of Our Kind, aunque el set list estuvo compuesto casi en su totalidad por las canciones de su primer y genial disco, Permission To Land. Se dejaron fuera temazos nuevos como Open Fire, lo que generó muchas criticas hacia ellos igual que los excesivos parones en el escenario. Si se trata de sacar punta podemos sacar multitud de defectos, como el abuso de los discursos y el humor inglés que casi nadie entiende, pero nos desviaríamos de lo realmente importante. La banda suena potente, convence a pesar de las idas y venidas, cambios de formación cuya última novedad es la adición de Rufus Taylor a la batería. Contundente en la pegada, el hijo del mítico componente original de Queen demostró que el puesto puede ser suyo por muchos años. Y teniendo en cuenta la influencia clara que la reina es para Darkness, la elección parece perfecta.


Volviendo al repertorio, me encantó un tema inédito que presentaron, Rack Of Glam, mientras que lo menos acertado fue el empeño que tienen por incluir la versión de Radiohead. No faltaron los falsetes y las piruetas de Justin, bastante desmejorado físicamente, las pintas retro del bajista Frankie Poullain, ni el buen hacer de Dan con las guitarras. Recurriendo al tópico, para que se me entienda mejor, es como el Malcolm Young de The Darkness, el cemento que une los ladrillos pese a que va a su bola totalmente. Eso sí, se deja de posturitas y ejerce su función de ensamblaje sin fisuras. Los momentos más álgidos, incluso de histeria colectiva, se vivieron con los hits más conocidos como Love Is Only a Feeling, Get Your Hans Off My Woman o I Believe In A Thing Called Love. Me pareció excesivo que tocaran su primer trabajo casi entero, aunque este grupo es así, imprevisible, y ahí reside parte de la genialidad que les diferencia del resto. Del injustamente olvidado One Way Ticket To Hell apenas sonaron dos temas (English Country Garden es 100% Queen), del disco de reunión Hot Cakes alguna más y del nuevo, paradójicamente, sólo un par: la inicial Barbarian y Roaring Waters. En general, el sonido fue aceptable y casi nadie pareció quedar insatisfecho por lo que había visto. Al menos es la sensación que me dejó un concierto que no pasará a la historia (me gustó más el anterior que vi en La Riviera) después de cumplir con su cometido: entretener, divertir y provocar con una buena noche rock and roll. A estas alturas, como suelo decir, poco más se puede pedir. Sólo una cosa, a los que no les guste y van a estos conciertos para figurar con las invitaciones, mejor que se queden en otro lado. Muchas gracias.