Van Halen collage

Van Halen collage

sábado, 31 de octubre de 2015

Inglaterra manda: vuelven Towers Of London y ¿el último disco de Def Leppard?

Gran Bretaña es la cuna del rock. Eso es un hecho innegable, indiscutible, un país admirable culturalmente que sigue produciendo nuevos grupos de calidad mientras los clásicos no acaban de retirarse nunca. En este sentido, dos noticias me han llamado la atención esta semana. Por un lado, Towers Of London están vivos. Al menos el núcleo duro de la que fue gran promesa del punk británico, regresa a la actualidad con Shake It, un nuevo single que espero forme parte del que sería su tercer disco. Y viene acompañado de un polémico video con el que recuperan aquel espíritu provocador, callejero, macarra y chulesco que impregnaba Blood, Sweat And Towers. Su debut, publicado en 2006, fue un soplo de aire fresco para un género musical que anda buscando a los nuevos Sex Pistols desde hace demasiados años. Como suele suceder de vez en cuando, aparece un grupo que lo tiene todo para triunfar. Imagen, buenas canciones, actitud, campaña promocional de apoyo y, sobre todo, un primer trabajo que me dejó atónito. Nada de relleno, 13 temas directos a la yugular destilando punk rock de quilates. Jugaban a caballo ganador con himnos como I'm a rat, Kill the pop scene, Fuck it up, King, Beaujolais, On a noose... La crítica estaba dividida, otros les acusaban de vender sólo imagen, cada actuación era sinónimo de follón, por lo que, en principio, el camino estaba abierto para que dieran el gran salto. Sin embargo, y esto sucede todavía con más asiduidad, sólo fueron 15 minutos de fama. La banda empezó a romperse y las presiones provocaron la rápida salida de un segundo disco extrañísimo: Fizzy Pop. Tampoco era malo a rabiar, aunque habían perdido el mojo. Se cebaron con ellos y pasaron a la historia. Hasta hoy. Shake It demuestra que no todo está perdido, anuncian actuaciones inminentes y que el nuevo material suena de vicio. ¿Será verdad? En los próximos meses saldremos de dudas.


No podía ser más acertado el título que han elegido Def Leppard para ilustrar lo que ofrece su décimo trabajo en estudio. Es como un disco de grandes éxitos con catorce canciones nuevas. El propio Phil Collen (en una provechosa segunda juventud) aseguraba en una entrevista que contenía trocitos de toda la carrera del grupo de Sheffield y así es. Desde ramalazos de la NWOBHM hasta la perfección detallista de Hysteria. Toques acústicos, hard rock, baladas, medios tiempos, influencias glam y funk, melodías vocales increíbles... Un puzzle sonoro al que sólo pongo dos pegas. Algunas canciones (muchas muy buenas) se quedan cortas, como sin acabar, aunque quizás querían evitar haber acabado publicando un doble álbum. La otra, el tufillo a despedida que desprende, culminado por esa maravilla que es Blind Faith. No sé por qué, pero el hecho de dar este repaso a su larga trayectoria (llevan juntos desde 1980) me huele a que van a decir adiós. Sería una pena, sobre todo después de lo que han luchado contra viento y marea para sobrevivir. Su época dorada ya pasó pese a que siguen siendo una banda importarte, llenando amplios recintos, y que no ha parado de girar. Y luego está la calidad que tienen como toda gran formación inglesa. Joe Elliot ha perdido voz, suplida por unas tablas ganadas a pulso en el escenario. Collen y Campbell son dos guitarristas más que competentes y ojo a los riffs que consiguen una vez más en Def Leppard. La base rítmica formada por los Ricks (Savage y Allen) no tiene nada que envidiar a otras a pesar de la minusvalía del batería. Más mérito aún para un grupo maldito, con mala suerte, pero que vendió la nada despreciable cifra de 20 millones de ejemplares de Hysteria. Casi nadie puede ni siquiera igualarlo. Por eso y mucho más se ganaron mi admiración en su día y por eso celebro que hayan grabado esta gran obra. ¿Será póstuma? Ojalá me equivoque...

domingo, 25 de octubre de 2015

Crítica de Bedowyn: Blood On The Fall (Bedowyn, 2015) ¿La sorpresa del año?

Poco o nada, más bien nada, sabía de este grupo norteamericano. Echando un vistazo por la red me llamó la atención la portada de su primer disco, Blood On The Fall, y la descripción del estilo que practican. Doom, heavy metal y stoner lo definían, aunque van mucho más allá. Bedowyn es un compendio de sensaciones muy densas, intensas, durísimas en lo musical, y disfrutables al máximo en varias escuchas. Tras un EP previo, el cuarteto de Carolina del Norte autoedita en estos días, a través de Bandcamp, un primer disco que bien podría ser una de las sorpresas del año. Al menos en su género no tengo dudas de ello pese a que, con los humildes medios de los que dispongo, es imposible prestar la debida atención todo lo que sale al mercado. No sé cómo les irá en el futuro, pero les deseo lo mejor y estaré atento a todos sus movimientos. Las intenciones quedan claras con la intro sabbathiana de The Horde. Oscuridad, misterio, la banda va entrando en harina con la batería de Mike Schaefer haciendo diabluras en el inicio de Rite To Kill. Llega el turno de unos riffs monolíticos, contundentes, cambiantes de ritmo para evitar el tedio. Las voces son graves, no chillonas (se agradece), y a veces varían hacia un toque cercano al death metal ocultista. Eso es lo mejor de este debut: la variedad y no seguir las estructuras típicas. El tema título y, sobre todo, Cotards Blade (rapidísima parte central) son dos trallazos de puro metal, mientras que en Halfhand ya meten unas guitarras clásicas tan inesperadas como originales. La segunda parte de esta quinta pista me recuerda a los Witchcraft de Legend. Rompen esquemas también al meter los solos en una parte final de las canciones que, en su caso, suele ser la más interesante. Es ahí donde se crecen y uno se da cuenta de que está ante algo original, que se sale de lo normal. Hay que perderse en ellos.


For a Fleeting Moment marca la parte central del disco con un pasaje instrumental. De nuevo guitarra clásica tocada con un gusto inusual en este estilo tan extremo. Lluvia y tormenta de fondo, a oscuras debe dar miedo si uno se deja llevar por la imaginación. Where Wings Will Burn (ecos de Metallica en los primeros segundos) empieza con un solo in crescendo y otro riff doom que tira de espaldas. Completísima canción a la que sigue la veloz I Am The Flood. Para el final se guardan casi lo mejor: los casi seis minutos y medio de Lord Of The Suffering son otra vulgar demostración de poder metálica. No, no se parece a Pantera, aunque la frase viene al pelo. Después de una primera parte de avalancha sónica a base de guitarrazos y dobles bombos, la segunda es hasta progresiva. Toma protagonismo la batería, algún grito gutural y unos solos épicos. Un temazo redondo, impresionante hasta que retoman, a modo de propina, la intro de The Horde todavía más oscura. El eclipse y el cadáver del ciervo que emerge de la tierra que aparecen en la portada no podían tener mejor banda sonora. Qué más puedo decir. Da gusto encontrarse con estas cosas de vez en cuando. Te fías de tu intuición después de tantos años en esto y, en ocasiones, aciertas. Lo dicho, un diez para Bedowyn en este debut prometedor como pocos. Buenas noches y buena suerte.

martes, 20 de octubre de 2015

Saxon y Stryper asumen el control del heavy metal con Battering Ram y Fallen

Vaya dos pepinazos se han marcado Saxon y Stryper. Dos bandas veteranas, sobre todo la inglesa, que bien podrían vivir de las rentas, han cogido por el mástil la bandera del heavy metal para ondearla con orgullo. Cada uno en su estilo, sin salirse de la ruta habitual, han puesto toda su experiencia al servicio de Battering Ram y Fallen, sus nuevos discos. Lo digo una vez más y no me cansaré de repetirlo. En vez de tanto quejarse, habría que aplaudir a estos grupos sin nada que demostrar, pero que se esfuerzan en seguir sacando trabajos en estudio con regularidad. El tema del directo ya es aparte, porque no hace falta decir lo grandes que formaciones así son encima de un escenario. Nada menos que desde 1976 llevan vivos Biff Byford y los suyos como líderes, junto a Iron Maiden y Def Leppard, de aquella corriente musical denominada New Wave Of British Heavy Metal. Tras varios periodos de mayor (Wheels Of Steel, Denis & Heather, Strong Arm Of The Law) o menor popularidad, ahora mismo son una de las bandas fijas en cualquier festival de metal. A pesar de los años, su estado de forma es envidiable y sé por experiencia que nunca fallan. En este Battering Ram, su disco número 21, no encontramos nada nuevo. Portada y logos clásicos, guitarras cortantes como cuchillas tipo Accept, la voz aguda de Byfford con ese inconfundible acento inglés y una base rítmica que derriba muros. Aquí no hay trampas, esto es heavy metal puro, reinventado por los que lo sacaron de las cloacas y ejecutado con una precisión milimétrica. Puede que hasta se haga un poco reiterativo, pero con Saxon es lo que hay. No saben hacer otra cosa ni tienen intenciones de cambiar. Temas más rápidos, otros cumpliendo los esquemas típicos, historias de miedo como The Devil's Footprint, destaca algún interludio que sirve de tregua y, sobre todo, Kingdom Of The Cross. Un poema sobre la Primera Guerra Mundial recitado por el vocalista que pone el broche de oro a este trabajo sin sorpresas, aunque lo más importante es que no decepciona. La leyenda sigue viva.


Stryper tampoco son nuevos en esto. Fundados en 1983 en California, son conocidos en todo el mundo por su ideología (intencionada o no) cristiana. Se les ha criticado mucho por esto, algo que yo veo absurdo, sobre todo porque está fuera de toda duda que, ante todo, son una banda de hard rock (a veces heavy metal) capaz de hacer sombra o superar a los más malotes. La diferencia está en que, en lugar de referirse continuamente al diablo en sus letras o portadas, ellos lo hacen sobre Dios. Totalmente respetable salvo para los más obtusos. Inseparable a su imagen están también los colores amarillo y negro, ahora ya un poco menos, y el vozarrón de Michael Sweet. Capaz de llegar a unos agudos altísimos, la conserva en un estado envidiable. Aún recuerdo cómo me impresionaron, a finales de los 80, Soldiers Under Command, To Hell With The Devil e In God We Trust, sus mejores discos dentro de una etapa más glam, sobre todo en la estética. El sonido era matador, la batería de su hermano Robert martilleaba sin piedad, mientras los solos y las melodías vocales te atrapaban sin remedio. Tras un breve periodo de éxito, les sucedió lo mismo que a muchos grupos de su época y se acabaron separando, eso sí, dejando como brillante testamento Against The Law (enorme trabajo) en 1990. De vuelta a la vida en 2005, sus nuevas grabaciones no me han convencido tanto (salvo las versiones de The Covering) hasta No More Hell To Pay (2013). Recuperaron toda su esencia y lo han vuelto a hacer en el reciente Fallen. Durísimo, directo a la yugular, ya quisieran muchas bandas de este estilo conseguir esos riffs, acompañados de unos coros celestiales, nunca mejor dicho. Hay sorpresas curiosas, como la versión del After Forever de los 'satánicos' Black Sabbath. El resto, como sucede con Saxon, es lo mismo de siempre. Y esa es la mejor noticia. Si algo funciona y además estás cómodo con ello, ¿para qué lo vas a cambiar? Que experimenten otros y, por favor, que me los dejen tranquilos a ambos.

lunes, 19 de octubre de 2015

Concierto de Blackberry Smoke (Sala But, 17-10-2015): un largo camino por recorrer

¿Son Blackberry Smoke los nuevos Lynyrd Skynyrd? Eso preguntaban en Classic Rock hace unos meses y, tras lo visto el sábado pasado en Madrid, aún les queda un largo camino por recorrer. A pesar de la euforia que el concierto ha desatado en algunos foros, para mí fue una actuación de luces y sombras. Lo mejor es que son muy buenos y, quizás por eso, lo peor es que te dejan muy frío. Después de tantas ganas de verlos, del sold out que había levantado su visita, no salí emocionado de la Sala But. Igual era porque la noche no acompañaba, fuera llovía y la excesiva afluencia de público me hizo estar incómodo a ratos, pero esa despedida del grupo en plan "hemos cumplido y adiós" no me gustó un pelo. El repertorio fue bestial, inmejorable, cuando el sonido se arregló (maldita saturación del bajo al principio) demostraron que tienen un gusto exquisito, el ambiente fue creciendo con la gente coreando todas las canciones (hasta ellos se sorprendieron), olía a buen southern rock, a campo... Sin embargo, algo faltaba. No sé explicarlo muy bien, o sí, porque la inaceptable actitud del bajista Richard Turner fue bastante esclarecedora. Clavado en su sitio sin mirar a nadie, con sombrero y gafas de sol, no mostró ni el más mínimo atisbo de emoción. Parecía un muerto sujetado por varias cuerdas. No recuerdo algo semejante y sus compañeros tampoco es que montaran una fiesta. Charlie Starr, el patilludo líder indiscutible de la banda de Atlanta, se esforzó en crear la conexión entre las dos partes, el guitarrista Paul Jackson a veces también, pero no, no lo consiguieron. Parecían unos funcionarios saliendo del paso pese al intento de jam en Sleeping Dogs y alguna improvisación esporádica. Lo demás, piloto automático, demasiado aséptico, dentro de un set list, insisto, que fue impresionante otorgando la mayor parte del protagonismo a The Whippoorwill, su mejor disco.


No todo fue negativo. Hubo momentos buenos, incluso especiales en los que sí, por fin, tocamos con la punta de los dedos el cielo del sur. Ain't Got The Blues fue uno de ellos, igual que Whippoorwill, Pretty Little Lie, One Horse Town... ¿Las más lentas y blueseras? Puede ser. Sería injusto afirmar que cuando pisaron el acelerador (sin pasarse del límite) el concierto bajara enteros. Tocar como sólo ellos saben Six Ways To Sunday, Up In Smoke, Restless, Let Me Help You, Rock and Roll Again o Holding All The Roses (no abusaron de su último trabajo) es ir sobre seguro, una garantía de aplauso. El teclado de Brandon Still, desaparecido en el inicio nefasto de sonido que ya cité, fue el complemento adecuado para añadir unos matices tan necesarios como poco valorados. Del batería Brit Turner poco puedo contar. Escondido detrás de una barba inmensa, mantuvo bien el pulso, sin alardes. En conjunto, Blackberry Smoke no presentan fisuras y la maquinaria está bien ajustada con Starr cambiando de guitarra en cada parón, asumiendo el protagonismo absoluto. Tienen buena imagen, canciones increíbles, cada vez más seguidores... No les falta nada para convertirse en los nuevos reyes del southern rock si arreglan ese pequeño (o gran) problema de ser más sosos que una mata de habas. O tuve una mala noche o yo al menos lo veo así. Deberían arreglarlo cuanto antes, porque el tren del éxito sólo pasa una vez en la carrera del artista. Y más en un estilo tan poco mainstream. Otra cosa es que les interese cogerlo. Ah, un saludito para Mr. Turner si sigue vivo. Un poco más de alegría hombre, que la vida son dos días y pasa volando.

jueves, 15 de octubre de 2015

Duda para el próximo 20 de noviembre: ¿Voy a ver a Kadavar o The Sheepdogs?

Vaya dilema. Esto es como cuando hay que elegir entre Messi o Cristiano. ¿Cuál de los dos es mejor? ¿A qué concierto asistir el próximo 20 de noviembre en Madrid? ¿Kadavar en la Sala Penélope o The Sheepdogs en la Caracol? Muchas preguntas y una respuesta incierta. La duda me invade y como de momento no tengo el don de la ubicuidad, no sé cómo lo voy a resolver. Me apetecen los dos pese a que, musicalmente, no tengan nada que ver. Por un lado, el doom psicodélico de los barbudos alemanes y, por otro, el rock clásico, retro, a veces campestre, que practican los canadienses. Quizás pueda pesar en la decisión final que a los germanos ya los he visto en varias ocasiones. La última en el pasado Resurrection Fest, donde ya estrenaron algún tema de Berlin, su último buen disco. Muy hieráticos en escena, con ese bajista tan 'simpático' que tienen, no me importaría que su avalancha sónica, monolítica, me perforara de nuevo los tímpanos. En ocasiones parecen una máquina demasiado perfecta y no estaría mal que improvisaran de vez en cuando. Se trata de una recreación de Black Sabbath por la que han sido muy criticados, aunque, en mi opinión, se están alejando poco a poco de la sombra de Ozzy&Iommi. Luces y sombras para un grupo cuya popularidad ha ido creciendo mientras buscan su propio sonido. Creo que están cerca de conseguirlo y una actuación en directo es el mejor lugar para comprobarlo. No sé, no sé, igual acabo pasándome. ¿No tenían otra fecha libre en la gira?


Me ha sorprendido mucho el nuevo trabajo de The Sheepdogs. Los descubrí con el anterior de título homónimo, que en su día escuché bastante, aunque me pareció demasiado heterogéneo. Lo dejé aparcado y lo voy a tener que rescatar. Igual que el resto, puesto que llevan funcionando desde 2007. Future Nostalgia, publicado el pasado 2 de octubre, me ha encantado. Mucho más centrado en un estilo rockero retro, blues, southern, contiene nada menos que 18 temas. Lo mejor es que no se hace nada largo (medley incluido) y todas las canciones me parecen redondas, con varios detalles a descubrir. Además de la impecable labor instrumental, destaca el fabuloso juego vocal que consiguen. Tengo curiosidad por ver cómo lo trasladan a un concierto, aunque ya me he hecho a la idea indagando por la red. No descarto tampoco que se descuelguen con alguna jam o una versión conocida, porque no son tan cuadriculados como Kadavar. Ese aire campestre, que recuerda un poco a The Band y otros clásicos, me temo que va a hacer que me decante por asistir a su actuación. Todavía queda tiempo y ni he mirado el precio de las entradas, tengo que convencer a mi compinche en estas lides... En fin, que sigo con dudas al ser un caso inédito hasta hace poco. Siempre me quejaba de la falta de conciertos y ahora me invaden. Bendito dilema. 

lunes, 12 de octubre de 2015

Conciertos de Dan Baird & Homemade Sin y Junkyard (Sala Arena, 9-10-2015)

The Ultimate Rock and Roll Experience. Así definía el cartel la visita a España en el mismo pack de Dan Baird & Homemade Sin y Junkyard. Nada más cercano a la realidad. Un lujo poder ver juntos a estos dos veteranos grupos estadounidenses, con el culo pelao después de tantos años girando, aunque todavía con mucho y bueno que ofrecer. Dos estilos diferentes de demostrar que no se necesitan muchos artificios para dar un gran concierto. Sólo cuatro o cinco tipos encima de un escenario sacando lo mejor que llevan dentro, sin importarles si delante de ellos hay 200 personas o 2.000. Buenas canciones, sudor, esfuerzo, muchas tablas, complicidad, química con el público... Los ingredientes necesarios se juntaron en la Sala Arena con un sonido aceptable para cocinar una gran noche de rock, y van unas cuantas, por lo que estamos de enhorabuena en la capital. Para las 20:00 horas estaba anunciado el inicio de la velada con Dan Baird y los suyos. Sin más, prescindiendo de intros o algo similar, con un pequeño retraso, empezaron a desgranar ese estilo suyo de tradición tan americana. Alternando temas más movidos con medios tiempos y baladas, las mayores ovaciones vinieron tras sonar clásicos de Georgia Satellites como I Dunno, Dan Takes Five o Keep Your Hands To Yourself. La banda está perfectamente engrasada con el vaquero (espuelas incluidas) Warner E. Hodges, también integrante de los Bluefieds, asumiendo de forma eficiente las tareas solistas con la guitarra, la rítmica es para Dan igual que las voces, quedando el bajo para Micke Nilsson y la batería para un Mauro Magellan de increíble parecido físico con el gran Alice Cooper. Presentaron varias composiciones nuevas de Get Loud, su último disco, que no desentonaron dentro del set list. Se nota que su punto fuerte es el directo, su terreno favorito, improvisando alguna pequeña jam que hizo las delicias de un aforo medio, sin agobios, lo que es de agradecer. Después de la actuación estuvieron firmando y hablando con los fans en el puesto de merchandising, mostrando, una vez más, que no tiene nada que esconder. Lejos del estrellato que quizás hubiera merecido, Dan Baird es un músico simpático y cercano que, junto a su inseparable chistera, sigue haciendo magia en forma de rock.


El segundo acto empezó a eso de las 22:00. Nos situamos a finales de los 80 e inicios de los 90 en la prolífica escena de Los Angeles. Guns N' Roses están en la cresta de la ola y cientos de grupos intentan subirse a ella. Geffen Records, el sello de Axl y compañía, ficha a Junkyard como una nueva apuesta para explotar el filón del sleazy, la variante sucia del rock, pero la jugada no salió del todo bien. El primer disco (1989) de título homónimo (ojo a Hollywood) es excelente, seguido del todavía mejor Sixes, Sevens & Nines (1991). Sin embargo, el negocio no perdona y la banda no acaba de despegar. Desaparecen del mundanal ruido hasta diez años después con un directo y las reedición de grabaciones guardadas en algún cajón. Las entradas y salidas en la formación han sido continuas, aunque David Roach sigue ahí con la voz intacta. O al menos eso me pareció a mí pese a que se disparó el volumen en la actuación del pasado viernes. Sonaron compactos, muy duros, con el inconfundible estilo gunner, unido a retazos de AC/DC e incluso Motorhead. Emocionante fue la interpretación de Simple Man, mientras que con Shot In The Dark, Misery Loves Company, Blooze, Back On The Streets, Lost In The City, Hot Rod o Long Way Home (tremenda) se sucedieron los bailes acelerados e incluso algún pogo entre los asistentes. A una velocidad frenética, el concierto de Junkyard llegó a su fin con una versión de Nice Boys, curiosamente uno de los temas que Guns incluyeron en el famoso (y falso) directo Live Like a Suicide. Igual fue casualidad, no lo sé, o un homenaje a aquella banda que dominó la tierra durante poco tiempo y a la que tanto se parecen. Es evidente que no tuvieron la misma suerte, como le ocurrió a Rock City Angels, aunque continúan vivos y eso es una excelente noticia. En los tiempos que corren, asistir a un evento así, sin trampa ni cartón y por partida doble es, sin duda, un privilegio.

sábado, 10 de octubre de 2015

Crítica de Michael Monroe: Blackout States (Caroline Records, 2015)

Michael Monroe es una apuesta segura. Es de los pocos músicos que quedan de los que te puedes fiar con los ojos cerrados. Nunca falla y su nuevo disco, Blackout States, es una prueba evidente de ello. La verdad es que no ofrece nada nuevo, es más de lo mismo, pero no sé cómo lo hace para facturar obras de tanta calidad una tras otra. Salvando las distancias, es un caso parecido al de Ramones (se les echa de menos) o AC/DC. Parece que se repiten eternamente, nunca se renuevan, no hay evolución, es como un bucle eterno que dura y dura y dura... Y ahí precisamente está el secreto de su éxito. El cantante finlandés no es un fenómeno de masas, aunque lleva en el rock tiempo más que suficiente, desde sus inicios en Hanoi Rocks, como para no tener que demostrar nada a nadie. A sus 53 años, su trayectoria en solitario es impecable, además de haber estado involucrado en otros proyectos como Jerusalem Slim (con Steve Stevens) o Demolition 23, uno de los mejores discos de punk de todos los tiempos. Tampoco es flojo, por poner un ejemplo, aquel Dead, Jail or Rock and Roll, un single-bombazo perteneciente al no menos brillante Not Fakin' It publicado en 1989. Su voz rasgada es inconfundible, igual que una vitalidad poco usual (esos ojos tan abiertos delatan que hay 'ayudita' extra) que se puede comprobar viéndole en directo. No para quieto un segundo mientras anima al personal a participar de la fiesta con sus inseparables saxo y armónica. Es un animal de directo, uno de esos artistas que morirá encima del escenario, espacio que domina ya sea en una pequeña sala o en grandes festivales. El resultado es el mismo: diversión asegurada.


En este efectivo Blackout States, el rubio finés se ha rodeado de sus compinches habituales. Viejos zorros de la escena punk, como Steve Conte o Sammi Jaffa, que saben muy bien lo que busca el líder del grupo. En anteriores trabajos contó con la colaboración del hiperactivo Ginger o Dregen, guitarristas de renombre que entran y salen. Da igual quién le acompañe, porque no hay forma de que saque un disco aburrido o poco inspirado. Ese rock sucio, callejero, glam, vacilón, sleazy, punkarra, en ocasiones comercial, es ideal para recuperarse de estados anímicos bajos. Insisto, son 13 temas que parecen seguir el mismo esquema, pero todos son diferentes. Los tres primeros son sencillos, inconfundibles en la carrera del cantante, con esa marca de la casa escandinava que jamás me cansaré de reivindicar. Baja un poco el pistón con Keep Your Eye On You, más melódica, mientras que el ataque sonoro de R.L.F. no hace prisioneros. Good Old Bad Days debería estar en el diccionario como definición del punk rock y no le hace ascos al pop en el tema título o Under The Northern Lights. La capacidad de generar melodías para los estribillos es increíble, surgen de forma natural, sin buscar nada del otro mundo. Monroe reparte invitaciones para cantar con él, algo complicado de conseguir en un estudio, donde todo es artificial y enlatado. Da la impresión de que nos lo haría pasar bien con lo que le echaran, hasta haciendo una versión de California Girls con David Hasselhoff (sí, sí, el de los Vigilantes de la Playa) en un documento impagable que se puede ver más abajo. Cosas como esta hacen de Michael un artista único, de rara especie, un showman a lo David Lee Roth cuya existencia es fundamental para la música de verdad y la vida en general.

lunes, 5 de octubre de 2015

Concierto de Imperial State Electric (Sala But, 2-10-1015): Suecia gana por goleada

Matrícula de honor. Por conciertos así vale la pena seguir metido en esto del rock. Imperial State Electric, el grupo que fundó el inquieto Nick Andersson tras la disolución de Hellacopters, dieron una nueva lección de poderío el viernes pasado en la Sala But de Madrid. Nada puedo decir de los teloneros, ya que llegué justo para ver a las estrellas de la noche. Horas antes, en una tienda del centro, los suecos ofrecieron una pequeña actuación acústica a la que no pude asistir. Fue el aperitivo del plato fuerte que vino después. Una tormenta de rock and roll a la antigua usanza, de esas que no dan un respiro y te dejan tan exhausto como satisfecho. Por raro que parezca, el sonido fue perfecto, quizás porque no se buscó el exceso de volumen. Buena entrada, sin lleno total, lo que permitía estar cómodo y cada vez más adelante para ver de cerca a los protagonistas. Ataviado con su eterna gorra militar, el multi-instrumentista sueco y sus compañeros salieron a escena sin dar concesiones. Al principio, cada uno en su sitio con los movimientos muy estudiados, aunque cuando se desató la fiesta se desencadenó un batiburrillo genial e incontrolable. Fueron intercalando canciones de sus cuatro trabajos hasta la fecha, haciendo hincapié en los del reciente Honk Machine. En directo queda aún más claro su principal influencia: Kiss. Melodías, coros, las posturas al hacer los solos... Sólo les faltaba el maquillaje, los trajes estrafalarios y los tacones. Otra fuente de la que beben, The Beatles, me gusta menos, pero es igualmente válida. Por supuesto, no se limitan a imitar a los dos mitos, sino que ponen ese sello de calidad escandinavo que no me canso de reivindicar. Precisamente en el post concierto, tomando algo con un amigo que ha estado hace poco por allí, se confirmó lo que sospechaba. Suecia, Finlandia y Noruega son ahora mismo un hervidero de cultura musical irrefrenable. El rock se respira en la calle, se palpa, por lo que no es de extrañar la gran cantidad de grupos que salen de allí a todas horas.


En la parte final llegó lo mejor. Las versiones improvisadas de clásicos del rock interpretadas a toda pastilla. El bajista, un tipo con bigote bastante simpático, tomó las riendas del recital y hasta se atrevió con el Search & Destroy de The Stooges. También el guitarrista cogió el micrófono para asumir tareas vocales en un momento dado. Nick les da cancha y no acapara todo el protagonismo. Amenazaron con tocar Black Diamond, pero sólo fue la intro para dar paso a Reptile Brain, el tema título del que para mí es su mejor disco. La gente no paraba de bailar, cantar y disfrutar de una juerga sin precedentes que sólo se vio empañada por algo rarísimo. Sin motivo aparente, un miembro de seguridad de la sala, ataviado con el típico pinganillo en la oreja, desalojó a varios asistentes ante la incredulidad del resto. Increíble que a estas alturas sucedan estas cosas, pero así fue. Sin embargo, ya nada pudo parar a ISE. La máquina, perfectamente engrasada, se fue acelerando hasta llegar a un delicioso frenesí de notas, solos y riffs que no acababa nunca. No recuerdo cuántos bises ofrecieron, porque daba la sensación de que no querían acabar nunca. El tour por España llegaba a su fin y creo que por eso nos obsequiaron con una actuación soberbia, brillante, sincera y sin apenas artificios. Por llevar, no llevan ni teclista (podrían rescatar a Boba Fett de los 'Hellacas'), algo que eché de menos. Nunca sobra un ritmo de piano bien colocado. Vi muchas caras sonrientes en la despedida, con toda la lógica del mundo. Y eso que, en esencia, como decían los desaparecidos Barricada hace la tira de años, sólo fue una noche de rock and roll. Nada más... y nada menos.

viernes, 2 de octubre de 2015

Viernes repleto de novedades: Clutch, The Winery Dogs y Eagles Of Death Metal

Ya ni a pares, sino de tres en tres hay que ir analizando las novedades que el rock está escupiendo al mercado con asiduidad este otoño. Desde hoy ya se puede adquirir, por ejemplo, el Psychic Warfare de Clutch, la banda de Maryland comandada por el barbudo Neil Fallon. Es su disco en estudio número 11 y sigue la senda trazada (igual con una marcha menos) por el anterior y sobresaliente Earth Rocker. Admito que a esta gente la descubrí tarde. Su nombre me sonaba, pero nunca me ponía en serio con ellos no sé muy bien por qué razón, así que les cogí el gusto con su carrera bien avanzada. Tras la necesaria escucha de Blast Tyrant, lo que más me convenció fue su actuación en el Azkena presentando Strange Cousins From The West. El concierto empezó tardísimo, quizás demasiado, pero me di cuenta de lo buenos músicos que son, con ese rollo doom-stoner-blues tan original. Después no han hecho más que mejorar (sobrados en el Valley del Hellfest) hasta llegar a esta nueva obra sin apenas fisuras. Realmente, la calidad de los temas es altísima, con esa voz de Fallon tan característica, y esos pasajes western-country-blues que tanto les gustan. Ya no se cortan con alusiones a Texas o Virginia, alcanzando un momento épico con Doom Saloon y Our Lady Of Electric Light. Las canciones más rápidas son disfrutables también, igual que esos ritmos de batería y percusión rozando el funk. Un trabajo completo, variado, exactamente lo que se esperaba de Clutch ahora que están a punto de dar el gran salto. Una banda todavía de culto que tiene muchas opciones (calidad tienen por arrobas) de acabar entre los grandes. Es su gran oportunidad.


Otra ración de supergrupo nos llega con el segundo disco de los angelinos The Winery Dogs: Hot Streak. No sé de dónde saca el tiempo el batería Mike Portnoy para atender a todos sus proyectos. Se alió nada menos que con Richie Kotzen (voz-guitarra) y Billy Sheehan (Bajo) para dar forma a una auténtica maravilla de debut publicado hace dos años. Canela en rama fue el estreno de tres genios con una trayectoria intachable que poco tienen que demostrar a estas alturas. Tuve la suerte de verles en la Joy Eslava y todavía me estoy frotando los ojos. Además de lo buenos que son técnicamente, eso es indiscutible, consiguieron atrapar al público con un buen rollo y una profesionalidad que no esperaba. Fue un concierto soberbio, de los que se recuerdan cada cierto tiempo como ejemplo de perfección. Sin embargo, creo que han bajado un poco el acelerador en el estudio. Tras la frenética apertura con Oblivion, deudora de Mr. Big, para mi gusto se recrean demasiado en un trasfondo soul que encaja bien con la voz de Kotzen, pero deja a un lado el hard rock más tradicional. Incluso se atreven a jugar con el jazz en el tema título y un poco de flamenco en la parte central de War Machine. Todo lo que tocan lo bordan, insisto en ello, y los desarrollos instrumentales son bestiales. Sin embargo, echo de menos más potencia en los riffs de guitarra del ex miembro de Poison en el infravalorado Native Tongue. Los duelos con Sheehan nunca pueden faltar y qué voy a decir de Portnoy: es como un pulpo detrás de los tambores. En total, trece temas que se pueden hacer algo largos, lo que apoya la moda actual de muchos grupos de no pasar de nueve. Yo sólo les pediría más rock y menos experimentos, aunque poseen tanta destreza en cada idea, cada nota, que hasta me da vergüenza decirlo.


La tercera novedad del día viene desde la parte más festiva del stoner made in Josh Homme. En colaboración con su gran amigo de Palm Desert, Jesse Hughes, y con una portada más que sugerente, presenta el cuarto disco de Eagles Of Death Metal, Zipper Down. Muy pocas novedades se pueden encontrar comparándolo con obras anteriores. Temas divertidos, comerciales, algunos cercanos al pop, con letras ambiguas, sexuales, con la mujer como un referente común. Y es que Hughes juega a eso, al despiste con un look un poco rarito mientras habla de chicas sin parar. También pude verles hace tiempo en la Sala Caracol y la verdad es que pasé un buen rato. Son unos cachondos natos, la cara alegre de ese sonido desértico tan monolítico tipo Kyuss. El single Complexity es un síntoma inequívoco de que no piensan cambiar su discurso, igual que Got A Woman, Oh Girl o I Love You All The Time. Algo diferente es Skin Tight Boogie, en la que Homme ha metido mano de forma clara creando un tema que podría estar hasta en la marcianada que fue Them Crooked Vultures. Más extraña aún es Save a Prayer, que no pega nada dentro del conjunto por ser hasta un poco tristona. En diciembre pisarán de nuevo los escenarios españoles, por lo que es muy probable que me pase para echar unos bailes. A buen seguro que caerá alguna versión como la última vez, para lo que tienen bastante buen gusto. De las tres novedades de hoy, la de EODM me parece la más floja pese a que tiene esa rara cualidad de levantar el ánimo a cualquiera que lo tenga un poco decaído. Y eso, actualmente, es lo mínimo que pido.