Van Halen collage

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martes, 12 de enero de 2016

Concierto de Hamlet (Sala But, 8-1-2016): en ocasiones, lo natural sí es la perfección

He perdido la cuenta de las veces que he visto en directo a Hamlet. Y juro por mi vida que nunca, jamás, me han decepcionado encima de un escenario. Ni cuando éramos cuatro gatos apiñados en salas ridículas, ni a las cuatro de la tarde a 40 grados en un festival, en llenazos como aquel de La Riviera, grabaciones en vivo, ni por supuesto ahora que son, por derecho propio, el mejor grupo de metal (y de cualquier estilo, qué demonios) de España. Son una máquina de demolición, una apisonadora brutal que derriba muros como si fueran de papel con un sonido único, patentado, forjado a base de experiencia, de trabajo duro sin apenas ayudas... Un grupazo que nada tiene que envidiar a otros extranjeros con mucho nombre, pero poco cuajo, sin alma, algunos de los cuales viven de las rentas. En el caso de los madrileños es todo lo contrario, ya que el pasado viernes presentaban en la Sala But La Ira, un nuevo disco que, por momentos, iguala la gran calidad de su extenso catálogo. Es evidente que clásicos como J. F., Irracional, Egoísmo, Dementes Cobardes, Tu Medicina o Antes y Después se llevan las ovaciones más atronadoras, pero novedades como Mi Religión, Ser o no Ser (buen detalle el del vídeo animado) o Irreductibles se están convirtiendo ya en piezas claves del repertorio. La noche, fría y lluviosa fuera del recinto, se fue calentando dentro con la actuación de los teloneros Somas Cure, cuyo cantante se uniría a Hamlet en los bises igual que el de Estirpe, otra buena banda a la que, sinceramente, le tengo perdida la pista del todo.


La salida a escena de Molly y compañía fue apabullante, como de costumbre. Empezar con Limítate es como un chute de adrenalina para el público. Una patada en el culo por si estás dormido y no sabes lo que se te viene encima. Después vino lo de siempre, afortunadamente. Entrega, ganas, buen rollo, dos wall of death, sonido un poquito embarullado (al menos desde mi sitio) saltos y carreras interminables del cantante (no sé cómo aguanta ese ritmo) y Luis Tárraga, la pegada inconfundible de Paco Sánchez y la gran labor rítmica de Álvaro Tenorio y Ken H.C. Me encantan esas paradas que hacen en ciertas canciones, casi en silencio, para luego explotar con un riff demoledor o un estribillo que se te queda pegado para siempre en la memoria. Echaron mano de casi todos sus discos, hasta del Pura Vida, aunque faltó algo de La Puta y el Diablo, uno de mis favoritos. La sala, que recibió una y otra vez el agradecimiento de Molly, tembló con los botes y los gritos de los seguidores más fieles que existen. Porque con Hamlet no hay medias tintas. Esto es metal extremo de verdad, sin voces guturales ni letras satánicas, sino que escupen verdades como puños de forma directa, sin tapujos, aunque sin caer en la vulgaridad. Otras son de libre interpretación, historias personales, en fin, al gusto del consumidor. En una de ellas aseguran que "la perfección no es lo natural, lo natural es la imperfección". Pues no, en ocasiones sí que hay cosas perfectas, o casi, como suelen ser los conciertos de Hamlet. Y lo mejor es que les queda cuerda para rato. A estos no hay quién les pare pese a esos persistentes cambios de compañía discográfica que no acabo de entender. Son un valor seguro, tienen que ser un negocio rentable por narices. El que no lo sepa o no haya sabido verlo, mejor que se dedique a otra labor, porque de esto, siento decirlo, no tiene ni puta idea.

jueves, 7 de enero de 2016

Anthrax y Witchcraft estrenan 2016 con For All Kings y Nucleus (Nuclear Blast)

Pues empieza fuerte 2016. Espero que sea un año de cambios en todos los sentidos aunque, de momento, en cuanto al rock se estrena cargado de novedades. Siendo sincero, poco antes de que terminara 2015 ya pude escuchar, de forma anticipada, un par de ellas: los nuevos discos de Anthrax y Witchcraft. Dos pesos pesados del metal para distintas generaciones, unos veteranos y otros no tanto, con la suficiente trayectoria como para prestarles atención detenidamente. For All Kings es el 11º trabajo en estudio de la banda trash originaria de New York, una de las pioneras del estilo que en los últimos años ha sido más noticia por los cambios de formación que por otras causas. La actual parece ser estable, eso sí, con la continuas y misteriosas ausencias del fabuloso batería Charlie Benante en parte de las giras, lo que aumenta esa sensación de volatilidad. Hace ya tiempo que parece fijo el puesto para el repescado cantante Joey Belladonna pese a que, en mi opinión, la etapa con John Bush fue la mejor del grupo con Sound Of White Noise (1993) como obra cumbre. En medio formó parte del grupo también el vocalista Dan Nelson, con el que grabaron una versión de Worship Music (2011) que nunca vio la luz. El último en llegar ha sido el guitarrista Jonathan Donais en sustitución de un Rob Caggiano que parecía ser pieza clave en la composición. A su vez, éste había ocupado el lugar del pequeño Dan Spitz, integrante de la formación más clásica... En fin, el cuento de nunca acabar.


No hay muchas sorpresas en For All Kings. Suena a Anthrax por todas partes, de eso no existen dudas. Pasajes más rápidos, otros más lentos e incluso progresivos, algunos estribillos y coros muy conseguidos, labor instrumental más que notable, sobre todo en los solos de guitarra... Sin embargo, a mí me sigue chirriando Belladonna. Le cambió la voz con su regreso y no me gusta un pelo. Más chillón, acaba cansando ese tono tan repetitivo. Igual es que soy muy fan de Bush (imprescindible su nuevo trabajo con Armored Saint), pero no me acaba de convencer Joey. Se le permite todo tras haber  dejado discazos como Among The Living (1987) o State Of Euphoria (1988), de los que en temas como el adelanto Evil Twin hay reminiscencias en su nuevo trabajo. Las partes más trash se intercalan en medio de canciones largas como la inicial You Gotta Believe, For All Kings y This Battle Chose Us (una de mis preferidas junto a las metálicas Suzerain y Defend Avenge), mientras que otras tienen desarrollos más tranquilos, diferentes a lo habitual. Es el caso de Breathing Lightning y Blood Eagle Wings. Para el final dejan la rapidísima Zero Tolerance, al que se añaden cuatro bonus tracks en directo en la edición deluxe. Buena nota para unos Anthrax a los que conviene ver en directo, ya que casi nunca defraudan con los veteranos Scott Ian y Frank Bello haciendo headbanging de la vieja escuela a toda mecha. Les espero con ganas. 


Se la han jugado a una carta Witchcraft con Nucleus. Nunca han sido un grupo fácil de digerir, aunque todo lo anterior a su nuevo disco (el quinto) parece ligero si entramos en comparaciones. La palabra doom se queda corta para definir lo duro, granítico, áspero, oscuro y complicado de entender que son estos diez temas. Despista mucho el single The Outcast, el adelanto que ofrecieron hace meses, una pequeña maravilla que poco tiene que ver con el resto. Es la cara alegre del monstruo. El cantante Magnus Pelander, ideólogo y líder indiscutible de los suecos (otra vez), presenta una formación renovada con la que desgrana un viaje al fondo de la mente con efectos secundarios. Ya con el inicio de Malstroem queda claro que hay mucha tela que cortar. Intro acústica, flautas, riffs monolíticos que se repiten hasta la saciedad y coros insistentes, siempre con la sombra de Pentagram, Bathory, el folk escandinavo y Black Sabbath bien presentes. Esta última influencia es aún más clara en Theory Of Consequence. Sin embargo, lo más enrevesado, el mundo aparte, la marcianada por excelencia, decadente y hasta melancólico, es el tema título: Nucleus. Catorce minutos de los que cada uno puede sacar su propia conclusión. En una primera escucha puede parecer un petardo infumable, aunque con la segunda y la tercera al final te acaba atrapando sin remedio. Te obsesiona. Resulta inexplicable después de haber aguantado casi la mitad de la canción con un mismo tono que empieza suave y al que se le van sumando instrumentos, voces de ultratumba, coros femeninos... Un in crescendo interminable que acaba con un acordeón. Lo dicho, una farsa o una genialidad.  Más llevaderas, dentro de lo que cabe, son An Exorcism Of Doubts y To Trascend Bitterness, dos vigas de auténtico metal armado. La cosa no podía acabar tan bien y por eso cierran con Helpless y Breakdown, otra pesadilla (los susurros del principio dan miedo) de casi 16 minutos que exige una atención meticulosa para no perderse nada. En la segunda parte, y acompañado de un muro atómico de guitarras, Pelander tortura su voz hasta el extremo de acabar casi llorando. Épico, irrepetible, no sé cómo han podido grabar algo tan colosal y salir indemnes. El bonus track de Chasing Rainbows supone un respiro, un oasis dentro de una aridez casi insoportable. Por eso insisto en que para que Nucleus no se indigeste hay que degustarlo despacio, muy despacio, con un almax al lado casi mejor. Después de los excesos navideños no es lo mejor, pero a veces hay que arriesgarse. Al fin y al cabo, queda mucho año para desengrasar.