Van Halen collage

Van Halen collage

lunes, 27 de julio de 2015

Crítica de Tracer: Water For Thirsty Dogs (Rough Trade Records, 2015)

Hay que ver cómo cambian las cosas en poco tiempo. Hace sólo cuatro años no tenía ni idea de quiénes eran Tracer y, sin embargo, ahora hace días que estaba ansioso por escuchar su nuevo disco. Un amigo me aconsejó en 2011 el soberbio Spaces In Between de este trío australiano y menuda sorpresa me llevé. Su mezcla de stoner, grunge y hard rock no descubría nada nuevo, pero las canciones sonaban redondas, muy bien estructuradas dentro de un trabajo variado en el que destacaba Michael Brown. El cantante-guitarrista líder del grupo es un diamante en bruto, una especie de bluesman desértico, con unas gotas de Hendrix, y una voz potentísima capaz de alcanzar agudos dignos del mismísimo Chris Cornell. La evolución fue perfecta en El Pistolero (2013), un trabajo medio conceptual sobre el western, tiroteos fronterizos y demás asuntos sobre el desierto que les venían al pelo. He tenido la suerte de verles dos veces en directo para comprobar que no defraudan. Al contrario, Brown se crece dando rienda suelta a su arco iris de influencias, mientras que Jett Hicks (bajista) y Andrew Wise (batería) suponen el complemento perfecto. Tras la típica campaña de pledge music, llega ahora Water For Thirsty Dogs, un cuarto disco (si contamos el L.A.?) con el que siguen creciendo dentro de un estilo único. Porque eso es lo más destacable, que suenan a Tracer, ya los identificas con un acorde. El propio Michael decía en Classic Rock que querían inventar algo nuevo y, aunque todavía no es para tanto, llevan camino de conseguirlo a poco que sigan por este camino.   


Abren con un tema título que alterna partes tranquilas con subidas de intensidad. El estribillo se repite hasta la saciedad, pero de formas diferentes, lo que incide en la originalidad de esta banda dentro de un estilo que parecía estar trillado. Las dos siguientes canciones van a toda máquina con Brown dejándose la garganta, pero con el freno echado en cuanto a solos de guitarra. Es en Lazy donde la cosa se empieza a poner aún más interesante. Es como un blues del futuro que también va in crescendo para que el trío se desate completamente. Brillantísimo trabajo de guitarras. Después le toca el turno a Astronaut Juggernaut, el primer adelanto que escuché del disco. Esto es Tracer 100% con el acelerador a tope y unos coros que se te meten en la cabeza para que no se te olviden durante un buen rato. Me encanta el inicio a medio tiempo de Halfway To Zero, la dureza de The Machine y me llama mucho la atención Homeward Bound. Si a este tema le ponen la voz de Dave Grohl nadie tendría dudas de estar oyendo a Foo Fighters. Una influencia con la que nunca les habría relacionado, pero no me importa nada de nada. Casi mejor, porque añade más variedad, y de la buena, al conjunto. Llega la parte final con Owe You Nothing y Tremors, la típica acústica de despedida. Se me hace corto este artefacto sonoro de un grupo que merecería estar, al menos, entre los puestos medio-altos de la liga rockera. Creo que vienen a España como teloneros de Apocalyptica, que no me gustan mucho, por lo que no creo que me acerque a verlos. Se avecina un otoño bastante cargado de conciertos interesantes, así que me reservaré para una actuación suya como protagonistas. Seguro que la espera merecerá la pena.

sábado, 25 de julio de 2015

Bon Jovi, el triunfo del sueño americano hasta el divorcio entre Jon y Sambora

Son increíbles algunas cosas que uno descubre indagando por la red. Hace poco me topé con una grabación en directo de unos primigenios Bon Jovi, allá por 1984, cuando sólo tenían publicado su primer disco. Un concierto muy sencillo, de sonido crudo y lleno de fallos, recogido por alguna emisora de radio FM de la época. Son sólo cinco chavales sin muchas pretensiones buscando su hueco en la gran escena de Estados Unidos. La voz de Jon estaba aún por pulir, mientras que la guitarra de Sambora y los teclados de David Bryan eran bastante básicos, igual que el bajo de Alec John Such y la batería de Tico Torres. En el repertorio de la formación original, tan sólo Runaway ha sobrevivido hasta lo que tocan hoy en día. En este tema ya se intuyen las bases de ese rock comercial, un poco edulcorado, que años más tarde les convertiría en estrellas de repercusión mundial. Resulta curioso comparar este documento con la multinacional que es Bon Jovi en la actualidad. O era, porque la marcha de Richie Sambora significa, al menos en mi opinión, el final de la cuesta abajo del gran sueño americano. Ellos lo consiguieron, de eso no hay duda, aunque hay parejas en la música que no pueden romperse para que la poción mágica siga funcionando. Igual que Jagger-Richards, Tyler-Perry, Petty-Campbell, Tempest-Norum, Plant-Page, Stanley-Simmons y tantos otros dúos míticos, nada es igual si falta uno de los miembros. Según parece, la relación entre cantante y guitarrista está totalmente rota con cruce de declaraciones incluido. No sé de quién será la culpa, me da igual, son dos egos fuertes y el hecho de que uno de ellos se llame igual que el grupo no les hace ningún favor de cara a una posible reconciliación. 


Yo prefiero quedarme con su época dorada, con esa escalada hacia la cima que empezó con dos discos imprescindibles en la historia del hard rock americano: Slippery When Wet (1986) y New Jersey (1988). Pese a quien le pese, son dos obras maestras con temazos del calibre de Livin' On A Prayer (otro Final Countdown muy criticado que ya quisieran haber compuesto los más 'duros'), You Give Love a Bad Name, mi favorito Wanted Dead Or Alive, Bad Medicine, Lay Your Hands On Me... Dos joyas irrepetibles con el desaparecido Bruce Fairbain como productor de un sonido matador y Bob Rock por ahí asomando la cabeza de ingeniero. Se podría hacer un libro con los trabajos tan enormes que se hicieron en los Little Mountain Studios de Vancouver a finales de los 80 e inicios de los 90. Nada que ver con los suelos y retretes que fregaba Jon Bon Jovi en los humildes Power Station, los estudios de su tío, donde formó a la banda americana-italiana-cubano-gitana que, gracias a las ventas masivas sus dos obras cumbre (28 y 18 millones), pasó a llenar estadios por todo el mundo. Tampoco cabía un alfiler para verlos en el Palacio de la Comunidad de Madrid el 1 de diciembre de 1989. Fecha muy especial para mí, ya que fue mi primer concierto en el que aluciné con lo que tenía delante. Cada vez que veo el set list intuyo lo grande que debió ser, porque la banda estaba pletórica, aunque no recuerdo mucho si digo la verdad. 


Discos de oro, platino, premios, esa genial actuación acústica en la MTV de Jon y Richie los dos solos... Bon Jovi era un fenómeno era imparable dentro de una gira mastodóntica que terminó por agotarles. A punto estuvo todo de saltar por los aires como se puede comprobar en su dvd Access All Areas que se ha reeditado en la reciente versión deluxe del New Jersey. Tras un merecido descanso llegaron los primeros cambios: cortes de pelo (no tan dramáticos como los de Metallica), Alec expulsado, sonido cada vez más alejado de sus inicios... Siendo sinceros, Keep The Faith (1992) y These Days (su disco más oscuro de 1995) no son malos trabajos, aunque no llegan al nivel de sus predecesores. Necesitaban dar un golpe en la mesa y este fue It's My Life. Una sola canción, muy adictiva, que repetía los esquemas más exitosos del pasado. El resto de Crush (2000) no era nada del otro mundo y es lo que han hecho desde entonces: sacar un single aparente como Have a Nice Day para seguir llamando la atención dentro de discos mediocres. Hasta los devaneos con el country en Lost Highway (2007) no me acabaron de convencer en absoluto. No le pegaban nada a un grupo de rock que, por lo que yo he visto en directo en varias ocasiones, aún tenía mucho que ofrecer. La química entre ellos funcionaba y sus actuaciones eran auténticas fiestas para pasarlo en grande. Al fin y al cabo, como dice la letra de Blood on Blood, Jon no es más que un cantante en una banda de rock and roll de pelo largo. No un actor, o modelo, ni tampoco un papanatas de las revistas del corazón. Sambora siempre me ha parecido un guitarrista infravalorado, con un estilo innegociable dentro del grupo. Ningún mercenario le puede sustituir. Y eso es lo que deberían hacer. Reunirse el año que viene en el 30 aniversario del Slippery When Wet y tocarlo entero, por ejemplo, en el festival de Donington que reventaron en 1987. Si ellos vieron realizado su sueño, ¿por qué no se va a cumplir el mío? Señor Coping, póngase a ello que voy mirando vuelos para East Midlands ya mismo.


miércoles, 22 de julio de 2015

Crónica del Resurrection Fest 2015: entorno ideal y cartel algo mejorable

Ya estoy de vuelta tras el Resurrection Fest 2015. Han sido tres días de metal en un entorno fantástico, difícilmente mejorable. Es algo que, en mi opinión, sí deberían hacer con el cartel para próximas ediciones. Sin menospreciar el esfuerzo de la organización por traer grupos tan importantes como Motorhead, BLS o Korn, creo que ampliar el abanico de estilos sería lo más conveniente. Menos gritos guturales, hardcore o punk y más hard rock o stoner. Las caras de satisfacción del público durante las actuaciones de Backyard Babies y Danko Jones (las únicas excepciones más rockeros dentro de una propuesta demasiado radical) lo decían todo. Con todo el respeto lo digo, pero la gente de un festival tiene ganas de fiesta, de pasarlo bien dando botes, bailando y cantando. Tiene que haber sitio para eso, además del circle pit, los pogos y las invocaciones al diablo. Tres escenarios dan para mucho, aunque ya sé que es casi imposible poner de acuerdo a todo el mundo. Una cita internacional como la de Viveiro, que cumplía su décima edición en pleno crecimiento, debe ofrecer más variedad y seguro que lo hará, porque me consta que no soy el único que lo piensa. Sería el complemento perfecto para disfrutar del todo en un lugar ideal. El plan es perfecto siempre que el tiempo acompañe: playa por la mañana, comida a base de Ribeiro, pulpo y demás delicias gallegas y a media tarde y por la noche, rock and roll. No se puede pedir más. 




Casi 60.000 asistentes fueron desgastando el césped de un recinto pequeño, pero cómodo, que nos recibió el pasado jueves al lado del puerto de la localidad lucense. Los precios de la bebida y comida no eran muy diferentes a los de siempre con la cerveza Estrella de Galicia como protagonista. Fría, apetecible y peligrosa si te pasabas un poco. Algo que también deben subsanar es el sonido, a pesar de que fue de menos a más. Especialmente malo fue el de Soulfly, el primer grupo al que presté más atención. Las canciones de Sepultura animaron el cotarro, pero la bola de sonido era insufrible. Max Cavalera es una leyenda del metal extremo y hubiera merecido algo mejor. No me parecieron gran cosa Refused, mientras que con Black Label Society me lo pasé bomba. Zakk Wylde y sus huestes ofrecieron un concierto sin concesiones. Sin baladas ni temas acústicos, tocaron a toda pastilla con una fuerza descomunal. El sonido fue mejorando, no faltó el eterno solo de guitarra, ni ninguno de los clásicos de una banda que ya es como una religión rodeada de calaveras. A mí me encantaron, pero en su caso no soy muy objetivo, así que igual exagero. Tremendos como cabezas de cartel del jueves.



Como suele pasar en estos casos, la euforia del primer día deja paso a un segundo más relajado. Así me lo tomé yo, aunque el viernes había muchas actuaciones interesantes. En el segundo escenario tocaron clásicos del trash y el punk como Nuclear Assault, DRI o Exploited, a los que eché un ojo. En el principal, los alemanes Kadavar me gustaron bastante, los mencionados Backyard Babies confirmaron que su regreso va en serio y he de reconocer que Motorhead brillaron más que de costumbre. Siempre he pensado que lo de sonar a lata lo hacen a propósito y es parte de su ruidoso encanto. Pues esta vez fue todo lo contrario, sacaron un sonido cristalino, se vio muy buen rollo entre ellos y un Lemmy más entero de lo que esperaba tras sus recientes parones por enfermedad. Tras el final interminable de Overkill nos quedamos todos muy a gusto. Por cierto, pese a mis recelos que expuse en la previa sobre los festivales españoles, hubo muy buen ambiente en general entre los que allí estuvimos, así que me retracto. No hubo fuerzas para más pese al tirón que tienen In Flames y Children Of Bodom, así que paso a relatar mis impresiones del último día. 

Con la carpa del merchandising oficial ya casi vacía (las camisetas del festival se agotaron demasiado rápido) y el césped cada vez más ausente, Skindred despertaron a la gente del letargo con su efectiva mezcla de rap, metal y reggae pidiendo al personal que se agachara, saltara y agitara la ropa. En este estilo más crossover se llevaron la palma Dog Eat Dog. Unos clásicos que sorprendieron a los inquilinos habituales de una carpa dedicada a sonidos mucho más crudos. Nos lo hicieron pasar genial cerrando con una versión vertiginosa de Offspring. Contra todo pronóstico, Danko Jones fue otro de los triunfadores con una propuesta sencilla, muy rockera, que fue la más indicada para mantener el tono en la recta final. Quedaba el plato fuerte de Korn y no me defraudó pese a que escuchado opiniones en contra. Partiendo de que son un grupo raro, único e inimitable, el hecho de que tocaran el primer disco entero decepcionó a muchos. Además, el aire no ayudó nada a que el sonido fuera homogéneo, pero yo acabé bastante satisfecho. Faltaron algunos temas de su discografía, pero es lo que ocurre con esta moda de interpretar trabajos íntegros. Es cuestión de gustos. Tras echar un vistazo a unos embarullados Satanic Surfers, tocaba retirada para emprender el viaje de regreso al día siguiente. Un domingo que amaneció radiante en Viveiro y que invitaba a darse un baño en ese mar helado que resucita a cualquiera. Con algo de pena dejamos atrás un festival que, si sigue por este camino, está destinado a convertirse en la gran referencia nacional para el rock y el metal. Sólo un poco más de variedad, por favor, lo demás ya lo tienen hecho para que volvamos. 



martes, 14 de julio de 2015

Resurrection Fest 2015: reflexiones sobre mi estreno en el festival de Viveiro

Apenas queda un día para que dé comienzo el Resurrection Fest 2015. Por razones económicas y de otra índole, este año es el festival veraniego que he elegido para pasar tres días rodeado de música, buena comida y bebida (mejor que otras veces al estar en Galicia) y espero que un gran ambiente. Y digo espero porque tengo mis reticencias hacia este tipo de eventos en España. La organización suele dejar bastante que desear y casi siempre te encuentras con cierta clase de público que odio. Esos que van a liarla, ya que la música les importa poco o nada, y van puestos hasta las cejas. Es una actitud bastante torpes, molestan a los demás y es algo que raras veces sucede en el extranjero. No me las voy a dar de santurrón. Por supuesto que me tomo unas cuantas cervezas (y la bota de vino que no falte), aunque siempre dentro de un orden para no perderme detalle lo que realmente voy a ver. Además, para eso me gasto el dinero en el abono, no para estar haciendo el gamba. También me lo paso bien, que conste, que esto no es una misa de réquiem. Dejando aparte estas manías, del Resu me han hablado muy bien y veo ciertas similitudes con el Hellfest francés. Este jueves, en Viveiro (Lugo) dará comienzo la décima edición. Allí espero estar por primera vez, junto a otro loco del rock como yo, tras la típica panzada de kilómetros en coche que también tiene su encanto. Para mis gustos personales, el cartel no es de lo mejor que se puede encontrar en Europa, pero el precio es muy asequible y ya digo que las referencias que tengo son muy buenas. El entorno es inmejorable (con playa incluida) y, si el tiempo nos respeta, seguro que hasta descubriré algún grupo nuevo para unir a mi interminable lista de favoritos. El festival está muy centrado en sonidos durísimos (hardcore, punk, death...) e incluye varios nombres importantes que suponen un reclamo por el que los organizadores habrán hecho un gran esfuerzo.


Para el jueves, mis objetivos están claros. Si llegamos a tiempo, Soulfly será la primera banda en la que estoy interesado. Desde que Max Cavalera dejó Sepultura no le sigo mucho la pista, aunque si me lo encuentro en un festival con alguno de sus proyectos, siempre se deja ver. Suelen caer clásicos como Refuse/Resist, Territory o Roots Bloody Roots, por lo que no le quitaré ojo. Ese día, se supone que el cabeza de cartel es Refused, de los que admito conocer poco o nada. No obstante, estaré atento para ver qué nos ofrecen. Después vendrá uno de los platos fuertes: Black Label Society. Desde que Ozzy le descubrió, soy un gran seguidor de Zakk Wylde tanto en su faceta más cañera como en la acústica, en la que se mueve como pez en el agua. La mezcla de ambos estilos en el cd/dvd Unblackened es altamente aconsejable. En Viveiro tocarán temas del Catacombs Of The Black Vatican, otros más antiguos y quién sabe si alguna versión de Sabbath. En el resto de escenarios algo habrá que merezca la pena, como los Toundra y su particular apuesta instrumental. En la agenda del viernes, en principio, tengo apuntados a los alemanes doom Kadavar. Sacan nuevo disco este verano igual que Backyard Babies, otra de mis debilidades. Los suecos son casi la única la excepción hard rock del Resurrection, por lo que intentaré disfrutarlos a tope. Como banda estrella actuarán los incombustibles Motorhead de Lemmy, que anda un poco tocado por la edad y los excesos. En mi opinión, suenan intencionadamente mal en directo, pero la fiesta (y los pogos) con Ace Of Spades, Overkill y otros bombazos míticos está asegurada. Poco tengo previsto para el sábado. Sólo por la presencia de Korn para interpretar íntegro su primer disco vale la pena asistir. También veo nombres de bandas conocidas que no me perderé por si descubro algo nuevo que me guste. Tampoco soy tan exigente y seguro que con el Ribeiro, la Estrella de Galicia y el pulpo tendré la mente más abierta. El octópodo ya ha atrapado al mismísimo Zakk, así que yo caeré también en sus tentáculos. Ya lo contaré en mi crónica tras el largo regreso del domingo. Hasta entonces, salud y rock and roll. 


viernes, 10 de julio de 2015

Concierto de Slash (Barclaycard Center Ring, 7-07-2015): Nostalgia con chistera

Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. En el caso de Slash, con algunos matices, puede que sea cierto. El hecho de haber pertenecido a la última gran banda mainstream de rock juega a su favor y también en su contra. O al menos esa fue la sensación con la que salí del largo concierto que ofrecieron en el Palacio de Madrid en formato center ring. En vez de utilizar todo el aforo del recinto, unos grandes telones tapan las gradas y el público, todo de pie, se sitúa en la pista con el escenario en su lugar habitual. No está mal pensado, aunque me pareció algo frío, no sé, faltaba algo y quizás por eso no estuve cómodo en ningún momento. La gente cada vez fuma más en sitios cerrados como este pese a la prohibición vigente, lo que contribuyó bastante a que no estuviera a gusto. En lo estrictamente musical, el grupo tocó durante dos horas, algo que es de agradecer en estos tiempos, y estuvo bastante correcto. El sonido no fue espectacular, pero el set list bien elegido y los clásicos eternos de Guns N' Roses lo subsanaron. El camino que ha elegido Slash me parece más honesto que el de su ex compañero y actual enemigo Axl Rose. Tanto su carrera en solitario como la de Velvet Revolver tiene momentos muy brillantes gracias a un sonido parecido al que llevó al estrellato a los Guns. Siempre he pensado que así es como sonarían en la actualidad si todavía estuvieran juntos. Igual me equivoco, pero el pastiche sobreproducido del Chinese Democracy no me acaba de convencer. ¿Qué quiere ofrecer realmente Axl con sus mercenarios? ¿Es verdad que tiene escritos miles de temas? Nadie lo sabe con exactitud pero, y ahí está el problema, cuando suenan Sweet Child Of Mine, Welcome To The Jungle, Paradise City, Nightrain o cualquier canción del Appetite For Destruction (cada vez estoy más seguro de que fue grabado por alienígenas) se te viene a la cabeza esa voz rota, chillona, y la imagen del cantante de Indiana contoneándose como una culebra.


No voy a criticar a Myles Kennedy, porque su elección para la banda de Slash me parece perfecta. Es elogiable que no quiera ser un clon de Rose. Va sobrado de potencial vocal y clava los temas, aunque el pasado martes, por primera vez de las tres que les he visto, eché de menos aquellos finales de las canciones en los que Axl torturaba su garganta y se escuchaba algo parecido a un gato al que le pisan la cola (You Could Be Mine). Eran marca de la casa, algo indispensable y Myles, ya sea a propósito o no, los ha eliminado de los conciertos. Igual en los anteriores tampoco lo hizo, no lo recuerdo, aunque esta vez me invadió la nostalgia de aquel grupo mítico, rompedor, que puso patas arriba el rock and roll. Sé que la reunión es una utopía, pero admito que no tenía mi mejor día y casi se me saltan las lágrimas. Slash, que ha hecho de su chistera un icono inconfundible, se dejó la piel en el escenario utilizando todo tipo de guitarras. La habitual Gibson naranja, de doble mástil, acústicas... Con todas demostró que le encanta lo que hace. Es feliz, se mete a la gente en el bolsillo, y por eso no se corta para hacer un solo de diez minutos en Rocket Queen (vaya temazo que cerraba el Appetite). Los temas de su primer disco en solitario, del Apocalyptic Love y el reciente World On Fire no desentonan y son muy disfrutables en directo. Hasta el bajista, Todd Kerns, se atrevió a cantar Dr. Alibi y Welcome To The Jungle ante la algarabía general. Hay buen rollo entre ellos y por eso el show tuvo un ritmo alto, no desfalleció pese a mi extraña impresión de que algo faltaba. El final de fiesta (con confetti a lo Kiss) de Paradise City fue apoteósico y todos parecieron quedar satisfechos. Saul Hudson, que es el verdadero nombre del músico inglés, también acabó feliz tras su paso por España. Incluso en su Twitter avisaba a los promotores de que le guardaran más fechas en nuestro país para el futuro. Espero que así sea y allí estaré, con nostalgia, aunque seguro que tendré un día mejor. Lo prometo.




domingo, 5 de julio de 2015

Poison: Look What The Cat Dragged In (1986). El disco con el que empezó todo

Cada historia tiene un por qué, un inicio, un momento clave, y la mía con el rock empezó con Look What The Cat Dragged In. Tampoco es que lo recuerde muy claramente, pero estoy casi seguro de que Poison fue mi primer contacto con un estilo musical que ha marcado mi vida. Hubo flirteos anteriores con las canciones pop que inundaban los programas de radio que estaban tan de moda a finales de los 80. Sin embargo, este disco editado en 1986, me tocó la fibra sensible, estimuló esa parte del cerebro reservada para la parte artística que tenemos cada uno. Algún compañero de clase me dejó una de aquellas míticas cintas TDK de 90 en las que cabían dos discos, uno por cada cara. Lo mejor de aquella forma de almacenar música era cómo se ilustraban las cajas de plástico de las cintas. A veces sólo se escribían los títulos de los temas, aunque también se dibujaban las portadas a mano (había auténticas obras maestras) o se fotocopiaban las originales. En la carátula del debut de Poison aparecían cuatro seres indeterminados, no se sabía muy bien si eran hombres o mujeres, pero el contenido sonoro me cautivó de inmediato. I Want Action, Talk Dirty To Me, la balada I Won't Forget You, la canción que daba título al disco, Blame It On You, Let Me Go To The Show... Vaya marcha tenía aquello pese a que la propuesta era muy sencilla, al grano, con letras invitando a la fiesta continua rodeados de alcohol y mujeres. Por si esto fuera poco, los vídeos musicales estaban pegando fuerte y en TVE había hasta programas que los emitían. Sí, sí, vídeos de rock en televisión, juro que no lo he soñado. Los del grupo de Filadelfia eran un descontrol total. Ni se molestaban en disimular el play back mientras ofrecían un catálogo de vicios interminable (coches, chicas, bebida, juego) mientras mostraban sus pintas estrafalarias al más puro estilo glam sin ningún rubor. Yo no daba crédito a lo que estaba viendo y, desde ese momento, Poison se convirtieron en uno de mis favoritos. Nunca lo he ocultado aunque fueran criticados hasta la saciedad por los sectores más duros que nos les perdonarán nunca por su imagen y, sobre todo, porque triunfaron.


Y es que pocos (yo el que menos) podían sospechar que Bret Michaels, CC Deville, Bobby Dall y Rikki Rockett estaban destinados a convertirse en estrellas. No por mucho tiempo, pero disfrutaron de esos años de gloria con los que sueña cualquiera que se dedique a esto. Su segundo disco, Open Up And Say Ahh... fue un bombazo de ventas con la megabalada Every Rose Has Its Thorn rompiendo en pedazos las listas de éxitos. Llenaban pabellones en USA y cruzaron el charco para actuar en Donington en 1990. Mantuvieron el nivel con el brillante Flesh And Blood, aunque la marcha de Deville, que no pudo evitar sucumbir ante los excesos, significó el principio del fin. Está claro que Ritchie Kotzen es un guitarrista de gran talento (ojo a Winery Dogs), pero se había perdido ese aroma fiestero tan inherente a Poison. Native Tongue es un trabajo maduro, bluesero y me encanta escucharlo de vez en cuando pese a que siempre he pensado que le faltaba algo de picante. Remontaron un poco al fichar a Blues Saraceno para tocar en Crack A Smile, que sí me recordaba a los inicios más juerguistas. La reunión era inevitable, aunque todo lo que han publicado con la formación original no me ha gustado mucho. El EP Power To The People (con directo incluido) y Hollyweird son flojos y sólo se salvan algunas canciones de Poison´d, su último trabajo de versiones con un We're An American Band bastante logrado. Nunca de asomaron mucho por Europa, así que creo que me quedaré con las ganas de verles en directo. Una pena, porque en el DVD Live Raw&Uncut (2008) parecían estar en buena forma. El grupo está medio deshecho con Michaels haciendo realities en TV, cantando country, creo que el resto actúan con otro vocalista en actos benéficos y sólo espero con ganas el nuevo proyecto de Rockett (Devil City Angels) junto a otra leyenda sleazy como es Tracii Guns. Por el ritmo que llevan, creo que no lo editarán hasta el año que viene, justo cuando hayan pasado nada menos que 30 de la aparición del aquel Look What The Cat Dragged In. Diez canciones que no duraban casi ni cuatro minutos cada una, pero que me abrieron  las orejas para entrar de lleno en el rock. A partir de ahí me lancé en una carrera sin retorno y el resto es también otra historia, de momento, interminable.  


jueves, 2 de julio de 2015

Conciertos de Little Caesar (La Boite, 30-06-2015) y COC (Sala Arena, 1-07-2015)

Menudo doblete de conciertos en plena ola de calor en Madrid. Dos bandas, dos estilos muy diferentes, dos formas de entender el rock para dejarnos exhaustos una vez más. Para empezar, los incombustibles Little Caesar. Un grupo americano injustamente tratado en su día por motivos que se escapan a mi comprensión. Porque lo tenían todo para haber triunfado a lo grande. Temazos, imagen, apoyo de un sello potente (Geffen), Bob Rock como productor en los míticos estudios de Vancouver... El resultado fue un disco de debut imponente publicado en 1990 que, como mínimo, estaba a la misma altura que otras grandes obras de hard rock de la época. Aún recuerdo el vídeo de Chain Of Fools que ponían a todas horas en la MTV (la de verdad y no la vergüenza de ahora) con Ron Young destilando soul por todos sus poros bordando esta versión que popularizó Aretha Franklin. La mayoría de las canciones de ese primer trabajo cayeron en La Boite. Down n' Dirty, Hard Times, Rock n' Roll State Of Mind, In Your Arms, Drive It Home, I Wish It would Rain y Wrong Side Of The Tracks formaron parte del set list junto a otras del Influence, Redemption y el más reciente American Dream. Pese a que el sonido no me convenció del todo, la voz (y los tatuajes) de Young siguen intactas, además de su forma de ganarse al público. Tiene muchas tablas y acapara todo el protagonismo. Sus compañeros lo saben y permanecen en un segundo plano con el bajista (menudo gigante) ayudando en los coros. Han pasado muchos años, aunque supongo que en la mente de Ron aún rondará la idea de tocar en grandes estadios antes que en pequeños clubs. O igual prefiere tener pocos y fieles seguidores que nunca fallan a la cita en salas oscuras, reducidas, calurosas, lejos de las grandes superficies. Eso me pareció cuando agradecía la cercanía de la gente asegurando que la música consiste precisamente en eso. Puede que tenga razón, pero insisto en que Little Caesar mereció mejor suerte. Mucha más, pero los derroteros de la música son caprichosos.


Un día después llegó el plato fuerte. Un objetivo cumplido que no alcancé hace casi 20 años. Si la memoria no me falla, el 22 de septiembre de 1996 fue la última vez que Corrosion Of Conformity (con Pepper Keenan) visitaron Madrid como teloneros de Metallica junto a Soundgarden. Muy buen cartel del que casi no tengo recuerdos pese a que asistí al evento. Ni buenos ni malos, pero conservo la entrada, lo juro. En fin, la banda de Carolina del Norte se ha reactivado como cuarteto para rescatar en su repertorio los temas de los cuatro discos que grabaron juntos: Deliverance, Wiseblood, America's Volume Dealer e In The Arms Of God. Perfecta elección, ya que, para mí, es lo mejor que tienen en su extenso catálogo en estudio. Menos punk, que tampoco se desprecia, con el añadido de un regusto a Black Sabbath, más doom y stoner. Como trío no están mal, pero creo que la voz, la presencia en escena y la guitarra rítmica de Keenan (cómo me recuerda a su amigo James Hetfield) les hace ganar muchos enteros. Aparcada su larga actividad con Down, Pepper se ha reunido con Woody Weatherman, Mike Dean y Reed Mullin durante una gira revival que parecía más corta y que se ha ido alargando hasta llegar a España por sorpresa. Menos mal, porque ofrecieron un señor concierto en la Sala Arena de Madrid. Tras un prólogo extraño con un tipo canturreando Thin Lizzy, salieron a escena para demostrar que siguen en forma. Abrieron con la mejor forma de calentar los instrumentos que es These Shrounded Temples, seguida de Broken Man, King Of The Rotten y así, clásico tras clásico, con una energía, buen rollo y profesionalidad encomiables. Y eso que debieron acabar con las existencias de cerveza en la sala, porque vaya manera de engullir tercios. Al que vi un poco desconectado de todo fue a Dean, que estaba en su mundo con el bajo y se marcaba unos bailes muy curiosos, extrañísimos, aunque me parece que él es así. Aparte de las más famosas y coreadas, las canciones que mejor sonaron fueron las de In The Arms Of God (discazo), pero en conjunto fue una actuación brutal, muy intensa y sin el objetivo de hacer ruido de forma inconexa. Todo lo contrario. El grupo está ensamblado, tiene mucho empaque y espero que les dé por meterse en el estudio para crear algo nuevo. Ya veremos, porque esta gente es muy inquieta y nunca se sabe. Por cierto, de este concierto, además de guardar la entrada, sí que me acordaré. Lo esperaba con muchas ganas y respondió a las expectativas. Y con creces.