Van Halen collage

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sábado, 25 de julio de 2015

Bon Jovi, el triunfo del sueño americano hasta el divorcio entre Jon y Sambora

Son increíbles algunas cosas que uno descubre indagando por la red. Hace poco me topé con una grabación en directo de unos primigenios Bon Jovi, allá por 1984, cuando sólo tenían publicado su primer disco. Un concierto muy sencillo, de sonido crudo y lleno de fallos, recogido por alguna emisora de radio FM de la época. Son sólo cinco chavales sin muchas pretensiones buscando su hueco en la gran escena de Estados Unidos. La voz de Jon estaba aún por pulir, mientras que la guitarra de Sambora y los teclados de David Bryan eran bastante básicos, igual que el bajo de Alec John Such y la batería de Tico Torres. En el repertorio de la formación original, tan sólo Runaway ha sobrevivido hasta lo que tocan hoy en día. En este tema ya se intuyen las bases de ese rock comercial, un poco edulcorado, que años más tarde les convertiría en estrellas de repercusión mundial. Resulta curioso comparar este documento con la multinacional que es Bon Jovi en la actualidad. O era, porque la marcha de Richie Sambora significa, al menos en mi opinión, el final de la cuesta abajo del gran sueño americano. Ellos lo consiguieron, de eso no hay duda, aunque hay parejas en la música que no pueden romperse para que la poción mágica siga funcionando. Igual que Jagger-Richards, Tyler-Perry, Petty-Campbell, Tempest-Norum, Plant-Page, Stanley-Simmons y tantos otros dúos míticos, nada es igual si falta uno de los miembros. Según parece, la relación entre cantante y guitarrista está totalmente rota con cruce de declaraciones incluido. No sé de quién será la culpa, me da igual, son dos egos fuertes y el hecho de que uno de ellos se llame igual que el grupo no les hace ningún favor de cara a una posible reconciliación. 


Yo prefiero quedarme con su época dorada, con esa escalada hacia la cima que empezó con dos discos imprescindibles en la historia del hard rock americano: Slippery When Wet (1986) y New Jersey (1988). Pese a quien le pese, son dos obras maestras con temazos del calibre de Livin' On A Prayer (otro Final Countdown muy criticado que ya quisieran haber compuesto los más 'duros'), You Give Love a Bad Name, mi favorito Wanted Dead Or Alive, Bad Medicine, Lay Your Hands On Me... Dos joyas irrepetibles con el desaparecido Bruce Fairbain como productor de un sonido matador y Bob Rock por ahí asomando la cabeza de ingeniero. Se podría hacer un libro con los trabajos tan enormes que se hicieron en los Little Mountain Studios de Vancouver a finales de los 80 e inicios de los 90. Nada que ver con los suelos y retretes que fregaba Jon Bon Jovi en los humildes Power Station, los estudios de su tío, donde formó a la banda americana-italiana-cubano-gitana que, gracias a las ventas masivas sus dos obras cumbre (28 y 18 millones), pasó a llenar estadios por todo el mundo. Tampoco cabía un alfiler para verlos en el Palacio de la Comunidad de Madrid el 1 de diciembre de 1989. Fecha muy especial para mí, ya que fue mi primer concierto en el que aluciné con lo que tenía delante. Cada vez que veo el set list intuyo lo grande que debió ser, porque la banda estaba pletórica, aunque no recuerdo mucho si digo la verdad. 


Discos de oro, platino, premios, esa genial actuación acústica en la MTV de Jon y Richie los dos solos... Bon Jovi era un fenómeno era imparable dentro de una gira mastodóntica que terminó por agotarles. A punto estuvo todo de saltar por los aires como se puede comprobar en su dvd Access All Areas que se ha reeditado en la reciente versión deluxe del New Jersey. Tras un merecido descanso llegaron los primeros cambios: cortes de pelo (no tan dramáticos como los de Metallica), Alec expulsado, sonido cada vez más alejado de sus inicios... Siendo sinceros, Keep The Faith (1992) y These Days (su disco más oscuro de 1995) no son malos trabajos, aunque no llegan al nivel de sus predecesores. Necesitaban dar un golpe en la mesa y este fue It's My Life. Una sola canción, muy adictiva, que repetía los esquemas más exitosos del pasado. El resto de Crush (2000) no era nada del otro mundo y es lo que han hecho desde entonces: sacar un single aparente como Have a Nice Day para seguir llamando la atención dentro de discos mediocres. Hasta los devaneos con el country en Lost Highway (2007) no me acabaron de convencer en absoluto. No le pegaban nada a un grupo de rock que, por lo que yo he visto en directo en varias ocasiones, aún tenía mucho que ofrecer. La química entre ellos funcionaba y sus actuaciones eran auténticas fiestas para pasarlo en grande. Al fin y al cabo, como dice la letra de Blood on Blood, Jon no es más que un cantante en una banda de rock and roll de pelo largo. No un actor, o modelo, ni tampoco un papanatas de las revistas del corazón. Sambora siempre me ha parecido un guitarrista infravalorado, con un estilo innegociable dentro del grupo. Ningún mercenario le puede sustituir. Y eso es lo que deberían hacer. Reunirse el año que viene en el 30 aniversario del Slippery When Wet y tocarlo entero, por ejemplo, en el festival de Donington que reventaron en 1987. Si ellos vieron realizado su sueño, ¿por qué no se va a cumplir el mío? Señor Coping, póngase a ello que voy mirando vuelos para East Midlands ya mismo.


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