Van Halen collage

Van Halen collage

lunes, 30 de noviembre de 2015

Crítica de Honeymoon Disease: The Transcendence (Napalm Records, 2015)

¡A por las suecas!, se supone que gritaba el desaparecido y genial José Luis López Vázquez en alguna de esas películas impagables del viejo cine español. La frase viene al pelo para meterle mano al análisis del enésimo grupo sueco que debuta con un disco brillante tomando como referencia las raíces del rock and roll. Honeymoon Disease se presentan con la particularidad de contar con dos féminas en su formación: la cantante/guitarrista rítmica Jenna y Acid como la guitarrista principal. Les acompañan el bajista Admiral y el batería Jimi, dos personajes melenudos con bigote sacados de cualquier telefilme ochentero de moteros cutres. De hecho, la imagen del grupo está muy asociada a los ruidosos vehículos de dos ruedas, cuyas fotos, junto a unas calaveras, ilustran el interior y la contraportada de The Transcendence. Con estas premisas, la propuesta musical parecía ser inmejorable y, efectivamente, mis sospechas han dado en el clavo. No sé qué demonios comen allí arriba para que salgan bandas de tanta calidad cada dos por tres. Será que hay pocas horas de sol, que se aburren y se ponen a hacer música, en fin, que yo cuando veo que son de procedencia escandinava, directamente me froto las manos. El filón descubierto por Hellacopters tras sus inicios más punkeros sigue dando resultado y, de hecho, pese a que en la pegatina de la portada dice que HD es para fans de Deep Purple, Thin Lizzy y Rainbow (que también), yo les veo más cerca del estilo retro con el que Nick Royale y sus huestes nos dejaron una joya tras otra antes de separarse. Llegaron a ser tan grandes, sobre todo en su país, que se han convertido en una referencia directa para las nuevas generaciones aspirantes a ocupar su trono. Imperial State Electric, los herederos directos capitaneados por el propio Nick, están en ello, aunque todavía les falta camino por recorrer.


Los once temas del primer disco de Honeymoon Disease van por estos derroteros. Es verdad que tienen más influencias, como los toques a lo Runaways, Jefferson Starship, ZZ Top o Status Quo, lo que completan una obra perfecta para disfrutar del rock clásico con el inconfundible sello de calidad y buen gusto suecos. Yo tengo debilidad por esta gente, lo siento, igual es un problema, pero es que todos me parecen buenísimos. Me resulta imposible resistirme a un inicio de cinco canciones tan atractivas como son Higher, Stargazer, Imperial Mind, Gotta Move y You're Too Late. La primera es un viaje en el tiempo psicodélico a los 70 con unos juegos de voces y un punteo final impensables para unos novatos. Las otras, más sencillas, son precisamente eso, cuatro disparos rockeros que dan en el blanco. Bajan un poco el pie del acelerador en Break Up, que junto a Brand New Ending, son los momentos más tranquilos (sin ser baladas) de este trabajo tan prometedor. No me atrevería a decir de Jenna es la nueva Janis Joplin, porque eso son palabras mayores y tiene muchos rivales femeninos en la actualidad (Blues Pills sería el principal), aunque dota al conjunto de un espíritu hippie, un aire de aquellos festivales míticos tipo Woodstock. En cuanto a los solos de guitarra, innumerables y bien ejecutados, dejan en segundo plano a la base rítmica. Fast Love fue su carta de presentación, un single efectivo, rápido, que te pone las pilas de forma inmediata. El final in crescendo de Keep Me Spinning es el más adecuado para una segunda parte de The Transcendence más pausada, que esconde una pequeña pieza instrumental con piano en los últimos segundos. A ver si hay suerte y algún promotor los trae por aquí para comprobar cómo se las gastan en directo. La fiabilidad nórdica ya está superando a la alemana y, además, sin trucos contaminantes en el motor. El de Honeymoon Disease ruge como una fiera, una Harley desbocada por las carreteras polvorientas de una película de serie B. Y eso que eran mejores las de Mariano Ozores, sobre todo por las suecas...      

sábado, 28 de noviembre de 2015

Concierto de Ghost (La Riviera, 25-11-2015): sigue la escalada hacia el infierno

Siempre pasa lo mismo. Te tiras varios meses sin llevarte ningún concierto a la boca y luego se agolpan varios consecutivos. No me quejo, porque el otoño ha venido bien cargado en Madrid, pero podrían repartirlos mejor en el tiempo. La semana pasada le tocó el turno a un triplete bastante atractivo de grupos nuevos, uno con más trayectoria que lleva camino (sino lo ha hecho ya) de acabar entre los grandes, y otros dos (Scorpion Child y Crobot) que luchan por abrirse paso echándole un par de pelotas. Igual no es exacto catalogar a Ghost de banda novel, ya que en verano publicaron su tercer disco, pero es sólo han pasado cinco años desde que salió Opus Eponymus, un debut que confirmaba todo lo bueno que de los suecos (cómo no) contaban muchos músicos relevantes. La vida les ha ido de maravilla desde entonces ayudados por ese halo de misterio que les rodea, las máscaras que ocultan su cara, los rumores sobre su verdadera identidad y, sobre todo, por la calidad de sus canciones. Papa Emeritus III (sigo alucinando con esa voz aterciopelada) y los nameless ghouls (cada vez tocan mejor) se han colocado ya en la primera fila del rock agotando entradas mientras su popularidad y las ventas se disparan. Las críticas elogiando Meliora, su último disco, han sido unánimes, y el pasado miércoles lo presentaron en una Riviera casi llena.


Fue allí donde volví a confirmar que, en directo, su estilo tan inclasificable gana muchos enteros. Suenan mucho más compactos, duros y rotundos que en las producciones, para mi gusto, un poco dulcificadas del estudio. Eso sí, que nadie busque voces guturales, gritos y gruñidos, todo lo contrario. Resulta muy complicado hacer funcionar una extraña mezcla de doom oculista, aor, metal y pop, pero encima de un escenario se superan. Liberados del excesivo inmovilismo de sus inicios, se han convertido en una banda hasta simpática, que conecta con la gente pese a la temática oscura y satánica. Ni en sus mejores sueños habrían imaginado al público cantando de memoria himnos como Ritual, Per Aspera Et Inferi, Year Zero, Zombie Queen o los nuevos Spirit, Cirice, Body And Blood, Mummy Dust y tantas otras. No faltó la versión de If You Have Ghosts y los momentos más especiales se vivieron con He Is (melodía increíble) y el bis de Monstrance Clock con toda la sala coreando sin música el estribillo mientras el grupo se despedía. Me gustó mucho la disposición de la batería y los teclados a ambos lados de la tarima, las luces muy acordes con el ambiente siniestro, lo que contrastó con los comentarios cachondos de Emeritus o la broma de las fans disfrazadas de monjas. Muy buena nota, sobresaliente, para Ghost, cuya escalada hacia del cielo rockero (a ellos les gustaría más hacia el infierno) no puede hacer más que allanarse.

  

jueves, 26 de noviembre de 2015

El EP gratuito de Foo Fighters: ¿es Grohl un oportunista o un genio agradecido?

Múltiples y muy variopintas han sido las reacciones del mundo de la música tras los brutales atentados de París. He leído y escuchado todo tipo de dedicatorias justificadas ante algo que espero no se vuelva a producir. En este sentido, el pasado lunes vio la luz un nuevo EP de Foo Fighters, que ya se venía anunciando desde hace tiempo con una cuenta atrás en la web del grupo. Sin embargo, inmediatamente fue asociado a lo sucedido en Bataclan y otros lugares de la capital francesa el 13 de noviembre. El hecho de que las cinco canciones se puedan descargar de forma gratuita dio lugar a titulares del estilo "Foo Fighters sacan un disco gratis como homenaje a las víctimas" o frases muy parecidas. No tardaron en aparecer también las voces acusando a Dave Grohl de oportunista, sobre todo porque parece algo evidente y, para qué vamos a engañarnos, porque el líder de la banda norteamericana tiene muchos detractores. Pues bien, no entiendo ni una cosa ni la otra partiendo de que no soy nada objetivo al hablar del que fuera batería de Nirvana. Me parece un genio, un tipo siempre metido en multitud de proyectos (cada uno mejor que el anterior) al que sólo le perjudica, en mi opinión, haber tenido éxito. No le conozco personalmente, pero es evidente que disfruta cada segundo de lo que hace, talento le sobra, y encima parece ser un buen tío. Detalles como las tres horas de concierto que nos regaló hace cuatro años en Madrid con todos los elementos en contra no se olvidan. Aquel día se convirtió en uno de mis ídolos y por eso creo que muchos se equivocan al ponerle a parir. Además, sólo hay que detenerse a leer las cosas con atención para no meter la pata. En la carta que acompaña el mencionado EP, el propio Grohl deja muy claro que las canciones estaban hechas antes de la tragedia. Simplemente, aprovecha el mensaje para lamentar lo que ocurrió, mostrar sus condolencias y luego explica con detalle el proceso de grabación. Nada más. El que quiera ver algo más tiene un problema. Y si el lanzamiento es gratuito es porque le da la gana, porque quiere y puede hacerlo. Seguro que lo tenía previsto antes de tan tristes acontecimientos.


Musicalmente hablando, los cinco temas de este Saint Cecilia me han convencido plenamente. Nos los veo como las típicas caras B desechadas pese a haber sido compuestas en los ratos libres de la última gira. Lo mejor es que suenan a los Foo Fighters clásicos, algo que se había perdido en el conceptual Sonic Highways. La canción que da título a la obra y Sean podrían estar perfectamente en cualquiera de los trabajos anteriores de la banda, mientras que Savior Breath es un trallazo a lo Motorhead en toda regla. Se echaba en falta más adrenalina tipo White Limo, del fantástico Wasting Light en cuyo vídeo sale precisamente Lemmy, y aquí la liberan a raudales. En el plano opuesto está la acústica Iron Rooster, con un estribillo marca de la casa, de esos que Dave de la manga casi sin querer. Para el final dejan The Neverending Sigh, muy completa, enérgica, con un postrero solo de guitarra que se corta mientras va bajando el volumen. Es una pena, porque suena de muerte. En principio, el EP sólo está a la venta en formato físico como vinilo, supongo que con motivo del Black Friday, y desconozco si saldrá en cd. Las descargas digitales gratuitas están disponibles desde el pasado lunes en la web del grupo. La gira europea (con fecha en Barcelona incluida) que ha sido cancelada hace poco por culpa de los atentados habría sido una buena oportunidad de presentarlo. Ahora tendremos que esperar, porque tampoco les he visto anunciados en los carteles de los festivales veraniegos de 2016. No me extrañaría que al final se apuntaran o que nos sorprendan con alguna otra novedad. Grohl lleva muy mal lo de estar parado (ni con una pierna escayolada lo hizo) para desesperación de los más críticos. Mal que les pese, es una de las pocas estrellas del rock actual capaz de coger el relevo a los más grandes. Un tipo que grabó él solo el disco debut de Foo Fighters o que se rumorea está detrás de la batería de los aor-satánicos Ghost, que tiene otro grupo con John Paul Jones, entre otras muchas actividades, no tiene que demostrar nada a nadie. Sólo seguir igual hasta que su cuerpo, y el nuestro, aguanten.    

lunes, 23 de noviembre de 2015

Concierto de The Sheepdogs (Caracol, 20-11-2015): la elección de una noche perfecta

Al final acerté escogiendo el concierto de The Sheepdogs. Tenía dudas por la coincidencia de la visita a Madrid de los canadienses y la de Kadavar, aunque, tras lo que vi el pasado viernes en la sala Caracol, menos mal que me decidí por los primeros. Jamás me habría perdonado perderme una actuación que fue, sencillamente, perfecta. Lo primero que quiero destacar es la altísima calidad del sonido. Ya sea por méritos del recinto, el técnico o el propio grupo, hacía mucho tiempo (quizás nunca) que no escuchaba algo de forma tan nítida en directo. Ni muy alto, ni bajo, sin acoples, fallos ni nada que se le parezca. Se podían distinguir todos los instrumentos sin apenas esfuerzo, las canciones sonaron a gloria para completar una noche de rock and roll clásico difícil de superar. En medio de un aforo poco agobiante se estaba muy a gusto, casi como en casa, lo que también ayudó bastante al éxito total. No hubo intro rimbombante ni sintonías pregrabadas. Simplemente, se abrió el doble telón y detrás aparecieron los perros ovejeros, que presentaban el genial Future Nostalgia, su quinto trabajo hasta la fecha. Ya en ese momento, los acordes de Gonna Be Myself se deslizaron por los altavoces de forma sublime, cristalina. Lo que vino a continuación me dejó sin palabras. El cantante y guitarrista Ewan Currie, su hermano Shamus en los teclados y el trombón (pieza vital de la banda situado en primera línea), el bajista Ryan Gullen, el guitarrista Jimmy Bowskill y el batería Sam Corbett dieron una lección, casi sin despeinarse, de cómo homenajear a las raíces del rock dándole su propio toque personal e intransferible. Una mezcla de pasado (Stones, Beatles) y presente (ecos de Black Keys, Black Crowes) ejecutada con una aparente normalidad que, precisamente, creo que es el secreto de una fórmula muchas veces repetida, aunque no con tanta clase.


No pudieron escoger mejor los temas nuevos. Los más movidos como Bad Lieutenant, Same Old Feeling, Downtown, Back Down, Take A Trip resultaron hasta más convincentes que en estudio, y ya es complicado, mientras que Jim Gordon fue uno de los grandes momentos de la velada. Creo que fue ahí cuando se cambiaron de puesto e instrumento los hermanos demostrando su enorme valía como músicos. El resto de un set list que nunca decayó estuvo compuesto por canciones de su anterior disco de título homónimo (Feeling Good, The way It Is o Ewan's Blues) y de los igualmente atractivos Learn&Burn, Trying To Grow y Big Stand. Había leído que son muy sosos en el escenario, pero se fueron animando poco a poco, sobre todo en los punteos de guitarra, y dirigiéndose al público pese a no saber ni una palabra de español. Para los bises nos esperaba lo mejor, si es que podían ofrecer algo superior a lo que habían hecho antes. Dos versiones rindiendo un merecido tributo a artistas inmortales como Crosby, Stills, Nash & Young (Almost Cut My Hair) y el propio Neil con un Down By The River soberbio. No las clavaron sin más, sino que las aderezaron con su propia salsa dejando muy claro quiénes son, de dónde vienen y a dónde van. Lo digo porque no creo que tengan intención de 'evolucionar' para buscar convertirse en unos superventas. Es más, sospecho que incluso indagarán un poco más en esa nostalgia futura que tan bien saben conjuntar. Igual me equivoco y pegan el pelotazo (más que merecido lo tienen), aunque es un lujazo asistir a este tipo de conciertos en salas reducidas. Somos pocos en lugares que poca gente conoce... Pues no saben lo que se pierden.

martes, 17 de noviembre de 2015

Concierto de Backyard Babies (Joy Eslava, 15-11-2015): regreso con el freno echado

Creo que ya es la quinta o sexta vez que veo a Backyard Babies en directo. Nunca me han decepcionado y el concierto del pasado domingo en la Joy Eslava no fue una excepción, aunque con pequeños matices. Tras un parón de seis años, los que para mí fueron precursores de la movida macarra sueca surgida a finales de los 90, han retomado la actividad en 2015 con el irregular Four By Four en estudio y la consiguiente gira. Llevan ya muchos años en esto, la experiencia es un grado, su profesionalidad es indiscutible... Sin embargo, muy poco, o nada, queda ya de aquel torbellino de punk y sleazy con el que irrumpieron en un mercado adormecido. Jamás olvidaré cómo barrieron del escenario a Velvet Revolver saliendo antes que ellos en La Riviera en 2004. O aquellas dos veces que me dejaron exhausto después de liarla parda en la Sala Arena, Heineken o vaya usted a saber cómo se llamaba entonces. Tampoco es que tocaran mucho tiempo, apenas una hora, ya que era imposible aguantar esa intensidad brutal sudando como animales (aún me pregunto por qué Dregen sigue vivo) mientras nos bombardeaban con un arsenal basado en el memorable Total 13. No sé si por comodidad o porque fueron ganando seguidores sin parar con trabajos más orientados al rock más comercial, su propuesta escénica actual es radicalmente distinta. Ojo, que no digo yo que no me guste, de hecho me encanta pese a no tener nada que ver con la anterior. No hay festival que se precie que no cuente con ellos.


Antes de las estrellas de la noche, las chicas de Heavy Tiger calentaron el ambiente a lo Runaways. Perfectamente uniformadas, las suecas ofrecieron un buen rato de punk rock con todos los clichés del género incluidos. Cerca de las 21:30, Nicke Borg, Dregen, Peder Carlsson y Johan Blomqvist empezaron a demostrar que continúan en forma, eso sí, con una marcha menos. En ocasiones, sobre todo se notó en la surfera Heaven 2.9, parecía que tocaban con el freno de mano echado. Movimientos demasiado estudiados, cada uno metido en su papel, sólo en algún momento dejaron paso a la improvisación. Las escasas sorpresas corrieron a cargo del guitarrista Dregen, un tipo curioso que no abandonará nunca esa imagen cutre medio gitana, con el gesto torcido a pesar de los problemas de salud que ha sufrido. Nicke, que también ha superado varias adicciones, estuvo brillante con la rítmica y está bien de voz. Se emocionó con el minuto de silencio que pidió por las víctimas de París, los momentos acústicos (Roads, Abandon, Bloody Tears) los bordó manteniendo siempre una conexión perfecta con los fans. Lógicamente, cuando sonaron los temas de Total 13 se desató la locura. Highlights, UFO Romeo, Made Me Madman o el cierre de Look At You son ya clásicos de un estilo que ellos patentaron en su país. Del nuevo disco sólo cayeron tres canciones y el resto fueron singles escogidos como Brand New Hate, Dysfunctional Professional, Minus Celsius, Star War (muy celebrada), The Clash o A Song For The Outcast. La fórmula todavía funciona, yo jamás dejaré de escucharlos, pero creo que necesitan un soplo de aire fresco para que no se olvide la revolución nórdica que lideraron junto a Hellacopters. De lo contrario, me temo que este regreso se quedará a medio camino. 

lunes, 16 de noviembre de 2015

Concierto de Black Star Riders (Sala Arena, 14-11-2015): emoción a la irlandesa

No fue un concierto normal. Por muchas razones. La principal, que sólo 24 horas antes, la barbarie terrorista había acabado con la vida de cientos de asistentes a la frustrada actuación de Eagles Of Death Metal en París. Aún con las terribles imágenes de lo ocurrido en Bataclan en la memoria (me temo que no las olvidaremos nunca), Black Star Riders decidieron tocar en Madrid. Rabia contenida, más silencio que de costumbre, ganas de demostrar que el rock sigue vivo, la emoción se palpaba en la Sala Arena... Sobre todo porque los irlandeses son un grupo muy especial. Herederos directos de Thin Lizzy, muchas de sus canciones hablan de libertad, del amor por la patria, de paz y de guerra, de héroes y villanos, todas esas historias que engrandecen al ser humano. Precisamente por ello eran la banda perfecta para homenajear a las víctimas de unos asesinos que encarnan lo contrario: lo más bajo e infecto que puede llegar a ser el hombre cuando se lo propone. No tardó mucho el gran Ricky Warwick (pedazo de frontman) en dedicar los 19 temas que a esa gente cuyo único pecado fue intentar disfrutar de un buen rato de rock and roll. Motivados porque no era una noche cualquiera, el mencionado Ricky, Damon Johnson, Robbie Crane (último fichaje para el bajo), la leyenda Scott Gorham y Jimmy De Grasso salieron a matar. A reventarnos los tímpanos para demostrar lo que son: un grupazo cuyos miembros parece que llevan juntos 20 años. En realidad se rebautizaron como Black Star Riders en 2012 tras rendir tributo al desaparecido Phil Lynott con multitud de integrantes que iban y venían. Ya con una formación estable han publicado dos discos, All Hell Breaks Loose (2013) y The Killer Instinct (2015). El espíritu de Thin Lizzy sigue presente, lo que junto a la calidad de unos músicos curtidos en mil batallas los convierten en clásicos instantáneos. De esos que perduran en el tiempo y que, cuando uno duda sobre qué escuchar, echa mano de ellos por ser una apuesta segura.


Nos debían una por la anulación de la iba a ser su primera visita a España hace un par de años. Esta vez tenían una excusa perfecta para repetir la espantada, pero cumplieron con creces. El sonido estuvo algo embarullado, quizás demasiado alto, dos pequeños defectos comprensibles por esa garra e intensidad a la que refería un poco más arriba. Alternaron sus propios temas con los imprescindibles de Lynott como Jailbreak, Are You Ready, Waiting For An Alibi o un The Boys Are Back In Town que puso patas arriba el pequeño recinto de la capital. A nivel individual, Warwick demostró que conserva su enorme potencial intacto desde la época de The Almighty. Fue una delicia ver a un mito como Gorham disfrutando cada segundo del recital. El ex Alice Cooper Damon Johnson es un guitarrista notable que ayuda mucho en la composición, mientras que Crane tampoco tiene que demostrar mucho habiendo militado nada menos que en Ratt. Me sorprendió la facilidad de De Grasso tocando la batería sin hacer aspavientos, como si fuera muy fácil no perder el ritmo. Igual su participación en Megadeth le exigía mucho y se encuentra cómodo en un papel más relajado. Otros momentos destacados, emotivos, se vivieron al sonar Kingdom Of The Lost, Soldierstown o Bound For Glory, himnos irlandeses que invitan a pedir una pinta de cerveza para brindar. En el lado más hardrockero, Bloodshot, Charlie I Gotta Go (una de mis favoritas), Hey Judas, All Hell Breaks Loose o The Killer Instinct dejaron a sus seguidores más que satisfechos. El contraste lo puso la tranquilidad de Blindsided, interpretada con una clase enorme, y el final fiestero con Rosalie y Whisky In The Jar. Concebida en su día por Thin Lizzy como una cara B, la versión de Metallica la popularizó hasta convertirla en imprescindible. No hubo bises, el grupo se retiró entre ovaciones, saludando como mandan los cánones, y recordando que el rock fue, es, y será eterno. Su alma está herida desde el pasado viernes, pero nadie podrá acabar con él. Ni a tiros ni con bombas.

 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Lo nunca oído: The Manic Shine mezclan a Hendrix con RATM en Trial & Triumph

Esto sí que es nuevo. Yo al menos no había escuchado nunca nada parecido. En el artículo anterior hablaba de influencias, aunque escoger dos tan opuestas sí que es de traca. Y que además la mezcla salga bien, pero que muy bien, de fuegos artificiales. Pues los ingleses The Manic Shine lo han conseguido. En Trial And Triumph, su segundo disco, hay muchos más estilos (alternativos, progresivos...) que analizar tras detenerse en lo que más me ha flipado: juntar a Rage Against The Machine con Jimi Hendrix. Como suele pasar en estas ocasiones, no los conocía de nada y Classic Rock (mi biblia particular) me abrió las orejas una vez más. Hace unos días lo colgaron en streaming y la curiosidad me picó. ¿A qué sonará esto? Y me lo metí en vena del tirón. Menudo viaje musical sin precedentes a través de nueve canciones (se ha puesto de moda) como nueve soles. Van de cuarteto por la vida con los singulares nombres de Oz, Orren, Hutch y Tamir y, sin temor a equivocarme, mucho me extrañaría que no siguieran los pasos del éxito de Royal Blood. Vaya riffs, estribillos machacones y melódicos a la vez, solos de guitarra elaboradísimos, baterías de órdago, cambios de ritmo, un sonido que tira de espaldas... Tengo pendiente analizar su debut, Let Go Or Be Dragged, para comprobar si ya prometían lo que ha venido después. Hay un tema que quiero destacar por encima del resto: Haze (Singing My Name). Reto al más aguerrido fan, pongamos del impresentable de Enrique Iglesias, a que, por lo menos, se le escapa un pequeño movimiento de algún miembro al escucharla. Es literalmente imposible no reaccionar ante tamaño bombazo. Me imagino lo que puede desencadenar en directo y decir que se me cae la baba como Homer es poco. La explosiva mezcla de la que hablaba es aquí evidente, igual que en la apertura de Ball And Chain, Brakes u Orbit (la parte central es una pasada), otros tres pelotazos de dimensiones considerables consiguiendo un equilibrio admirable entre ecos clásicos y sonidos más modernos. 


Blind Love y Hold On (Together We'll Keep Dreaming) son los ejemplos más claros de que, entre sus gustos, también están Incubus. La primera flirtea un poco con el pop y el funk, pero casi al final sueltan un riff marca de la casa que deshace cualquier duda. Hold On es más progresiva, comercial, tranquila, preciosa, te acabas rindiendo ante su pretenciosidad. No sé cómo lo han hecho para sonar de esa forma, tan contundente y dulce a la vez. Las tres últimas canciones son canela fina. El inicio de I Don't Wanna Hear It recuerda a Wasted Years de Iron Maiden para dar luego paso de nuevo a esos acordes tan reconocibles de Tom Morello (el solo podría ser suyo) y compañía. El estribillo te vuela la cabeza con unos tambores taladrantes. La intensidad no decae con Reset, una especie de oda futurista con distintos efectos de guitarra muy logrados, originales, que nunca caen en la normalidad. Y es que esta banda, insisto, es de todo menos normal, y por eso cierran a toda mecha, sin piedad, con Binary, el enésimo trallazo de esta obra casi sobrenatural. Igual exagero, lo sé y me da igual. Pienso aprovechar al máximo este momento de que nadie los conoce para machacar Trial And Triumph hasta la saciedad. Luego se pondrán de moda y nada será lo mismo. O a lo mejor pasan inadvertidos, se separan y adiós muy buenas. Espero haberlo visto antes en directo, en sala o festival, para dedicarles una ovación más que merecida. ¿Juicio y triunfo? Triunfo y por goleada, señores.


jueves, 5 de noviembre de 2015

Jetbone o cómo pasar de Kiss a Rolling Stones y Black Crowes sin salir de Suecia

Influencias. Palabra básica para que uno sepa por dónde van los tiros de lo que va a escuchar. Sobre todo con grupos nuevos, resulta importante conocer de qué fuentes beben, el origen de lo que nos ofrecen. El caso de Jetbone resulta curioso en este sentido. Con sólo dos discos publicados hasta la fecha, esta joven banda sueca ha experimentado una metamorfosis tan lógica como inesperada. Había perdido su pista desde aquel debut de título homónimo (como manda la tradición) que salió en 2012. Un amigo me aconsejó que no los dejara escapar, lo que fue suficiente para mí junto a su procedencia escandinava. Los primeros acordes de Dancin' On Your Grave me bastaron para darle el visto bueno, porque intuía lo que tenía entre orejas. Siguiendo la estela de Hellacopters, o más bien de sus herederos Imperial State Electric, estos chavales de Sundsvall se sacaron de la manga un debut poco original, para qué lo vamos a negar, aunque fresco, muy dinámico, y con ese sello de buen gusto típico de su país. Era imposible escapar de los coros de Baby It's Your Time o Dead City Fire, mientras que en Ride The Riot apretaban el acelerador para coquetear con el punk. Temas cortos, el disco apenas dura una media hora que se para volando mientras les imaginas imitando a Kiss y Thin Lizzy en el local de ensayo. Porque ahí estaba el meollo de la cuestión. Dos bandas míticas que adoran en Suecia y a las no tienen el menor reparo en coger como referencia, a veces de forma descarada. No es una crítica, porque si haces hard rock, lo más normal es empezar haciendo versiones de los más grandes. Luego ya componen sus canciones, pero la semilla sigue ahí, bien plantada.


Por sorpresa, sin previo aviso, me topé hace pocos días con Magical Ride, su segundo trabajo. La foto de la portada y un rápido vistazo a su Facebook me hizo sospechar que algo había cambiado. Y vaya que sí, menudo viaje en el tiempo. No sé si por seguir la moda revival o porque realmente se lo pedía el cuerpo, han echado la mirada hacia atrás. La influencia es ahora aún más clásica, incorporando muchos teclados e instrumentos de viento, con los Stones y Black Crowes como punto de partida. Nada queda de aquellos riffs cortantes, las canciones sencillas y ritmos alocados. Ahora todo es rock and roll de la vieja escuela, retro, tranquilidad, desarrollos largos, blues, soul... Parece que hubieran pasado muchos más años de los reales desde que debutaron. Lo mejor es que la cosa funciona, lo que demuestra de nuevo que estos suecos son el futuro (y presente) de la música. Han incorporado algún miembro más a la banda con los que despachan once pistas a cada cual más interesante. Sólo se les puede acusar del parecido entre algunas, pero hay tanta chicha dentro que se olvida rápidamente. Títulos como C' mon, Mixed Emotions, Working Hard For Your Money, Woman, Everybody Needs Somebody To Love y Rosalie se asocian inmediatamente a viejos hits de los 60 y 70 famosos en el mundo entero. Personalmente, los prefiero cuando se ponen más rockeros, aunque los temas más lentos siempre contienen algún solo, algún detalle o cambio de tercio aprovechable. Fifth Time Loser se asemeja a los Primal Scream de Jailbird o Rocks, lejos de las maquinitas que tanto les perjudican, eso sí, con el inconveniente de que al cantante todavía le falta modular un poco la voz para un estilo tan exigente. Esta pequeña pega no empaña el esfuerzo de Jetbone en buscar un nuevo camino. Estoy deseando verles en directo para ver si pasan una prueba que, como la del algodón, nunca engaña. Con las influencias que tienen, antiguas y nuevas, no creo que me vayan a decepcionar.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Crítica de Black Stone Cherry: Thank You Live In Birmingham (Eagle Rock, 2015)

Pocos, muy pocos grupos hay ahora mismo tan honestos como Black Stone Cherry. Cristalinos, sinceros, sin trampas, no tienen nada que esconder, exprimen todo lo que tienen hasta la última gota y su nuevo dvd/cd en directo es la prueba inequívoca de ello. La receta es bien sencilla, incluso básica diría yo. Cuatro chavales (ya no tanto) de Kentucky tocando hard rock puro, sin aditivos, con toques southern, country, blues y... un par de pelotas. Así de claro. Hace ya varios años que los vi en la Sala Caracol y me hice una pregunta: ¿cómo siguen vivos si en todas las actuaciones se entregan de esta manera? Lo de John Fred Young, el batería, fue agotador. Sólo con verle te quedas exhausto. En ese momento venían a presentar Folklore & Superstition, su segundo disco, el que les dio a conocer ante el gran público. Tras el intento más comercial de Between The Devil And The Deep Blue Sea, se dieron cuenta de que era mejor volver a la raíces con el sobresaliente Magic Mountain. Fijos en el Download Festival, en la gira de este último trabajo en estudio grabaron, también en Inglaterra justo en estas fechas en 2014, su primer documento oficial (existe otro de sus inicios en la mítica Astoria en 2007) en directo: Thank You Livin' Live in Birmingham.


Además de dar un amplio repaso a su discografía, y dejando aparte la energía que transmiten, lo mejor es observar cómo disfrutan encima del escenario. Si la cara es el espejo del alma, la del cantante/guitarrista Chris Robertson es de felicidad absoluta. No para de dar las gracias a los asistentes por haber llenado la sala mientras atraviesa, sobre todo cuando les deja cantar canciones enteras, un proceso de liberación a través de la música. Una especie de exorcismo de los demonios cotidianos que le atormentan, según leí en una entrevista. Quizás sea ese el secreto de una intensidad que, para mí, les hace diferentes al resto. Y eso que él se mueve más bien poco, al contrario que Jon Lawhon, el otro guitarrista (cuello de caucho), y el bajista Ben Wells. Para ellos, esto es un sueño cumplido del que no piensan despertar. Por eso se han metido de nuevo en estudio con el productor de su brillante debut de título homónimo y prometen volver más potentes que nunca. "Es un disco pensado para los fans", aseguran. En su caso, no tengo dudas de que será así.


Los cuatro son hijos de músicos, lo que demuestra el buen gusto que tienen en las versiones que dejan caer o intercalan en el repertorio propio. Cream o Derek & The Dominos son influencias clásicas de las que tiran sin ningún rubor para romper el ritmo del concierto. Muy emotiva es la interpretación de Things My Father Said y Peace Is Free con la colaboración de un público entregado. Hay una química especial entre las dos partes, una cualidad que todo grupo debería esforzarse en conseguir. No es suficiente con ser perfectos técnicamente (Blackberry Smoke) o que la pirotecnia nos deslumbre (Rammstein). Por eso es de agradecer igualmente que no claven los temas de forma autómata, que los alarguen con improvisaciones y que los típicos discursos hacia la gente no suenen forzados. Si a estos extras se le unen temazos como Rain Wizard, Me And Mary Jane, Maybe Someday, Fiesta del Fuego, White Trash Millionaire o Blame It On The Boom Boom (vaya juego da un estribillo tan tonto), el resultado es casi perfecto. La única pega es que en la versión cd esté cortada y dure menos que el dvd. La otra, más habitual, que no pasan por España desde 2009. A ver si hay suerte y me los encuentro en algún festival el próximo verano. Más vale que vaya bien hidratado, porque con Black Stone Cherry no hay medias tintas. Seguro que, una vez más, me dejarán hecho polvo. De lo contrario, empezaré a preocuparme.