Van Halen collage

Van Halen collage

viernes, 26 de junio de 2015

El curioso caso de Matthew Trippe como suplente de Nikki Sixx en Mötley Crüe

Este tipo de leyendas me encantan. Rumores nunca demostrados sobre suplantaciones de músicos famosos que, por un motivo u otro, fueron sustituidos en algún momento por un doble parecido a él. Hace poco me encontré con más detalles de un caso así que me sonaba, aunque nunca pensé que hubiera llegado tan lejos. Todo ocurrió en 1983, cuando los managers de Mötley Crüe (uno de mis grupos de cabecera que están inmersos en la que dicen que es su última gira) se vieron obligados a cambiar a Nikki Sixx por un tal Matthew Trippe. Según el relato de este último, el bajista había sufrido un grave accidente de coche que le impedía seguir en la banda, por lo que Doc McGhee y Doug Thaler decidieron ofrecerle el puesto tras un encuentro del propio Trippe con Mick Mars. En una conversación que tuvo lugar en el mítico Troubadour de Los Angeles, el guitarrista le contó lo que había pasado con Sixx y, aunque el otro le dijo no conocer a los Crüe, le enseñó varias canciones que había compuesto que convencieron a Mars. Ya en la oficina de management, tocó algunos temas como Danger, I Will Survive y Black Window que supusieron su fichaje definitivo. Incluso, cuando iba a firmar el contrato, le obligaron a hacerlo bajo el nombre artístico de Nikki Sixx. Al entrar en el estudio para grabar Shout At The Devil (dice que él sugirió el título) junto a sus nuevos compañeros, no le gustaron nada Looks That Kill, Ten Seconds To Love o Too Young To fall In Love. Menos mal que no le hicieron caso y las descartaron. Entre agosto y septiembre de 1984, Matthew pasó un mes en prisión por estar involucrado en un crimen y allí escribió Fight To Your Rights, del Theatre Of Pain. Ante la pasividad de los managers y el sello discográfico para pagar su fianza, se buscó un abogado de oficio, pero en marzo de 1985 fue arrestado de nuevo. Fue entonces cuando McGhee le dijo que estaban seguros de su culpabilidad y que le iban a sustituir por Frank Feranna, el verdadero de un Nikki Sixx ya recuperado. Aquí se acaba la historia, siempre según la versión de Trippe.

Ahora viene la otra parte del serial. Por supuesto, tanto Doc como el sello Elektra niegan tajantemente que nada de esto hubiera ocurrido. Eso sí, admiten que hubo algunos cambios en la cara de Sixx en el período que va del Shout At The Devil al Theatre Of Pain. Durante varios conciertos y sesiones de fotos de la época, el bajista lleva siempre gafas oscuras y aparece con la cara medio tapada. ¿Casualidad? Tres cosas que no se puede negar: una persona que respondía al nombre de Nikki Sixx fue admitida en el Centro Médico USC en junio de 1983, Trippe alega haber compuesto Shout At The Devil pese a que el grupo ya la había tocado antes en el US Festival y, por último, es imposible que aparezca en la contraportada del Theatre Of Pain al estar encarcelado. En enero de 1988, Matthew presentó una demanda reclamando dinero por haber compuesto varias de las canciones más famosas de Mötley Crüe. Se supone que la letra de Say Yeah, una cara B de una recopilación del grupo, habla con sorna de este asunto. Para ellos, el caso no existió ni se refieren a él para nada en la biografía de obligada lectura The Dirt. En diciembre de 1993, la denuncia fue retirada y poco más se sabe de su protagonista. Cayó en el más profundo de los olvidos, alcoholizado, enfermo, hasta que falleció en diciembre del año pasado. Se llevó la verdad a la tumba y, aunque fuera sólo en su imaginación, vivió el sueño de muchos jóvenes cuando llegó a California desde Pennsylvania en 1983. Obsesionado con Kiss y el satanismo, asegura que reemplazó a Nikki Sixx, que ya era famoso por sus excesos, en una banda que estaba destinada al estrellato. ¿Lo hizo de verdad o fueron sólo sus delirios? Nunca lo sabremos, ¿verdad Paul McCartney?



martes, 23 de junio de 2015

Concierto de Kiss (Barclaycard Center, 22-06-2015): Corabi se cuela en las Fallas

Hay que empezar a admitirlo. El día que Kiss se retiren, el rock perderá un brazo, una pierna o algún otro miembro vital para su supervivencia. No morirá, como precisamente Gene Simmons afirma, pero quedará seriamente tocado. Y el caso es que en directo siempre hacen lo mismo, hasta la última explosión está controlada al milímetro, cada pose, cada nota... Eso sí, reto a alguien a que me diga quién ofrece un espectáculo de esta magnitud mejor que el suyo. Ahora mismo, nadie, o tan sólo tres o cuatro grupos que al final de la crónica nombraré. Ahí está el secreto de que las entradas vuelen y de que nos hagan tan felices cada vez que vienen. En esta ocasión, los americanos maquillados aterrizaron en el Palacio para cerrar su gira 40 aniversario y, como se esperaba, no decepcionaron. Fueron el plato fuerte de un banquete musical con un aperitivo de lujo: The Dead Daisies. Si he de ser sincero, a priori me interesaba más ver a los teloneros por la presencia de John Corabi, uno de mis cantantes de culto, aunque al final acabé rindiéndome a las estrellas de la noche. Ya he visto en Kiss en varias ocasiones, así que seguí con todo detalle el concierto que abrió la velada. Sólo les dieron 45 minutos para demostrar lo que valen, pero vaya si los aprovecharon. Revolución es un disco brillante que sonó todavía mejor en directo. Las versiones, muy bien elegidas, completaron un set list corto, intenso, y algunos nos quedamos con ganas de más. El recinto estaba medio lleno, aunque respondió para apoyar a un Corabi inmenso de voz, con muchas tablas, acompañado por Richard Fortus, Marco Mendoza, Dizzy Reed, David Lowy y Tommy Cufletos. Todos perros viejos, gente que sabe lo que se hace y entre los que hay una química más que especial. Ojalá el proyecto siga adelante en futuros trabajos, porque lo seguiré muy de cerca. 


Media hora después, el telón negro con el inmenso logo de Kiss que tapaba el escenario se vino abajo. Atronó Detroit Rock City (¿hay algún tema mejor para empezar un concierto?) y la gran fiesta del rock ya no se detuvo. El sonido bastante bueno, mejor que en otras ocasiones, y repertorio equilibrado. Me encantó que enlazaran el trío Creatures Of The Night-I Love It Loud-War Machine de uno de sus mejores discos. Más recientes, pero igual de buenos, son Psycho Circus o Hell Or Hallelujah, que se mezclaron con clásicos como Deuce, Calling Dr. Love, Cold Gin, Love Gun (con el vuelo de Stanley) y God Of Thunder (Simmons sangró por la boca y voló casi hasta el techo), Lick It Up y Black Diamond. Casi nada, menudo repaso a su carrera. Y faltaban los bises. Antes quiero detenerme en la actuación personal de cada uno. Había muchas dudas sobre la voz y el estado físico de Paul Stanley. Los años y los excesos no pasan en balde para nadie, aunque creo que estuvo a la altura. Algún gallito se le escapó y no llega a algunos tonos, razón por la que quizás ya no tocan ninguna balada. Le sobró algún discursito, pero sus sugerentes movimientos en escena siguen ahí. A Gene Simmons, que no me cae especialmente bien, le vi como siempre, con sus movimientos típicos, la lengua kilométrica y asumiendo tareas vocales a medias con Stanley. Mientras, Tommy Thayer y Eric Singer (gran batería) me parecen más que dignos sucesores de Ace Frehley y Peter Criss por mucho que los más puristas les critiquen. Gene no es tonto y sabe que recaudarían aún más dinero con la formación original. Si les echaron, por algo será. Para la recta final dejaron tres joyas como Shout It Out Loud, I Was Made For Lovin' You (apoteósica) y, como siempre, Rock And Roll All Nite mientras el confetti, junto a las explosiones y el fuego, convertían el Palacio en unas improvisadas Fallas con 10.000 fans bailando y cantando sin parar. Se encendieron las luces y todo eran caras de felicidad, satisfacción, de sudor bien aprovechado. Las mismas que he visto tantas y tantas veces tras los conciertos de AC/DC, Iron Maiden, Metallica, Black Sabbath o Aerosmith. ¿Hay relevo para estos grandes del rock? Es la pregunta del millón. En la actualidad, creo que la respuesta es un rotundo NO.   


sábado, 20 de junio de 2015

How To Be A Man: libro y EP del inquieto ex bajista de Guns N' Roses Duff McKagan

Otro que no se queda tranquilo ni aunque lo aten. Si en posts anteriores hablaba de Corey Taylor y Dave Grohl como dos de los músicos más inquietos del rock, Michael Andrew Duff McKagan no está muy por detrás de ellos en actividad. El que fuera bajista de la época dorada de los añorados Guns N' Roses, los auténticos, siempre está involucrado en multitud de proyectos en los que demuestra su enorme versatilidad. Y rodeado de lo mejorcito que se puede encontrar por ahí para darles forma. Ya cuando estaba al servicio de su banda madre, con esa imagen de estar colgado casi siempre, se hacía cargo de las tareas vocales en lugar de Axl en algún tema como So Fine (Use Your Illusion II). Sus raíces punk le venían como anillo al dedo a la versión en directo de Attitude, de los Misfits. Luego se incluyó en el Spaguetti Incident, el último disco del grupo original en el que rendían tributo, precisamente, a tan desarraigada tendencia musical. Duff pone su voz a varias canciones y, personalmente, creo que You Can't Put Your Arms Around A Memory, de Johnny Thunders, les quedó de fábula. A partir de la separación de los últimos bad boys del rock and roll, son innumerables las formaciones que él mismo puso en marcha o en las que participa. Por orden cronológico, pero a la inversa, lo último que se sabe de él, además de haber tocado el bajo como invitado con Axl y sus mercenarios, es la reciente publicación de la biografía How To Be A Man (And Other Illusions). Un libro que viene acompañado de un EP de tres canciones en el que participan Jerry Cantrell, de Alice In Chains, y su ex compañero de los Guns, Izzy Stradlin.  La canción que da título a la obra es semiacústica, pero muy atractiva, con un toque muy a lo Cantrell. De hecho, Duff nació hace 51 en años Seattle, por lo que sus vínculos con el grunge siempre han sido lógicos. Los otros dos temas, Punker y Kill The Internet, son más eléctricos y se describen por sí solos con el título: una punk y la otra más moderna. Me convence esta corta propina e intentaré hacerme con el libro, porque seguro que desvela algún trapo sucio sobre aquellos tiempos degenerados en Los Ángeles.


Volviendo a la conexión Seattle, no se puede pasar por alto su participación en Walking Papers. En 2012 vio la luz su primer disco (espero que no único) repleto de un variopinto espectro de influencias. De la batería se hace cargo Barrett Martin, de Screaming Trees y el descubrimiento, al menos para mí, es el vocalista Jeff Angell. Les vi en directo en el Hellfest del año pasado y pese a que el calor nos estaba derritiendo, ahí había calidad a raudales. Canciones tranquilas, otras menos, estructuras muy cuidadas y la guinda en el estudio la pone la guitarra invitada de Mike McCready, de Pearl Jam. Se supone que son unos amigos que se juntaron para pasar un buen rato grabando. Pues que queden otra vez, porque el resultado es óptimo. Echando la vista un poco más atrás, Duff y los Loaded es su banda más prolífica en lanzamientos, aunque confieso que es a la que menos atención he prestado. Pese a todo lo que ocurrió con Slash y Matt Sorum en el final de los Gn'R, nunca perdió el contacto con ellos y los tres forman parte (creo que la banda existe aún) de Velvet Revolver. Ya dije en otra ocasión que, en mi opinión, se equivocaron al elegir a Scott Weiland como frontman. Pese a todo, Contraband (2004) y Libertad (2007) se dejan escuchar y tienen sus momentos. En 1996, el bajista rubio formó parte del mejor proyecto en el que ha estado: Neurotic Outsiders. Junto Steve Jones de los Pistols y Andy Taylor, de Duran Duran (Sorum en los tambores) crearon un discazo soberbio. El sonido es nítido, arrollador, con una base punk que se diversifica en el hard rock americano más puro. Una maravilla que, tristemente, se quedó ahí con unos documentos de mal sonido que se encuentran en la red que tiran para atrás. Por una reunión de esta gente pagaría lo que fuera, igual que de los Guns N' Roses originales. Son continuos los rumores (casi semanales) sobre el regreso de Axl y compañía y yo no me los creo. Sería más fácil que Messi fichara por el Madrid, aunque si Figo ya se cambió de acera... ¿Quién sabe?


miércoles, 17 de junio de 2015

La pierna fracturada de Dave Grohl y el descubrimiento de Spotify sobre el rock

Vaya mala pata, nunca mejor dicho. La gira festivalera de Foo Fighters, que por supuesto no iba a pasar por aquí, se ha visto alterada por la fractura de la pierna derecha de su líder, Dave Grohl. Una caída en el concierto de Suecia de hace cinco días le hizo salir escayolado al escenario, después de visitar el hospital, para terminar la actuación sentado mientras explicaba lo ocurrido a los asistentes. Un serio inconveniente por el que ya se han suspendido tres apariciones veraniegas de la banda, incluyendo las de Wembley en Londres y la del mítico Glastonbury que estaba programada para el 26 de este mes. Conociendo al músico nacido en Ohio hace 46 años (no personalmente aunque lo intuyo), por él seguro que no hubiera existido problema alguno para seguir adelante. Sin embargo, los médicos, con buen criterio, le han aconsejado descanso para que el hueso se recupere perfectamente. La radiografía de la lesión fue publicada en las redes sociales, así que los entendidos pueden echarle un vistazo para estimar cuánto va a tardar Dave en volver a dar guerra sobre un escenario. Y es que con Grohl no hay medias tintas. O le adoras o le odias. Muchos le acusan de oportunista, de aprovecharse de las modas, aseguran que no tiene talento, de comercial, edulcorado, rockero de pega... A mí su carrera me parece asombrosa. Tras afrontar un papel secundario como batería de Nirnava, en 1995 grabó él solo el debut de Foo Fighters y su fama ha ido creciendo hasta llegar a nueve discos en estudio que tienen de todo. Canciones redondas, otras lo son menos, pero de lo que no hay ninguna duda es de que, en la actualidad, es el único grupo de rock capaz de coger el relevo de los grandes para llenar un estadio o garantizar un sold out en un festival. Por no hablar de su hiperactividad en multitud de colaboraciones y proyectos en Probot, Tenacious D, Queens Of The Stone Age, Them Crooked Vultures... Es productor, compone, toca todos los instrumentos, y su devoción por el rock en todas sus vertientes queda demostrada en los documentales de obligado visionado como son Sound City y Sonic Highways. En fin, que no para quieto y ahora le mandan reposo. Resulta paradójico.


¿Será por detalles como el de Suecia que los seguidores del rock son los más fieles? No lo digo yo, sino un estudio de Spotify que refleja la lealtad de los fans según los estilos de música. Un gráfico demuestra que el aficionado al Heavy Metal es el más fiable a la hora de apoyar sus gustos. Igual no es el ejemplo más adecuado, es evidente que Foo Fighters no son Judas Priest, pero como el Rock también ocupa los puestos más altos igualado con Folk y Country, creo adivinar el por qué de tanta devoción. O al menos uno de los motivos. Está claro que Ozzy y David Lee Roth cantan fatal, que Vince Neil está pasadísimo de peso, que Angus está mayor, Paul Stanley se esfuerza, pero suelta unos gallos de consideración, la pegada de Ulrich ya no es la que era y Hetfield no llega a los agudos en los temas del Kill Em' All... Sus seguidores lo saben, no son tontos, pero las entradas no duran ni cinco minutos a la venta. ¿Por qué? Porque saben lo que quieren y saben que lo van a tener. Durante dos horas en algunos casos, se pueden olvidar de todo, disfrutar con sus amigos de espectáculos únicos que, por desgracia, no van durar siempre. La cara de satisfacción de Andy Copping, el promotor del Download Festival, viendo como casi 100.000 personas pasan el mejor fin de semana del año embarrados hasta las cejas disfrutando de sus grupos favoritos, lo dice todo. Llueva o truene, ahí están. Puede que el rock, o más bien su industria, no esté pasando por el mejor momento, pero actitudes como la de Dave Grohl garantizan su supervivencia. Nunca se me olvidará su última visita a Madrid en la que se indignó por el escenario austero, sin ni siquiera pantallas de vídeo, que le pusieron en el Palacio. Lejos de tocar un rato para cumplir y largarse, se arremangó y junto a sus Foo Fighters nos regaló un concierto memorable de casi tres horas. Por eso no creo que nadie se debiera sorprender por el resultado del citado estudio. Mientras existan artistas así, no creo que el rock vaya a morir nunca. De hecho, si hubiera que hacer el Camino de Santiago para ver a Tom Petty de una vez en España, me apuesto lo que sea a que muchos nos encontraríamos en el trayecto. Eso sí, mejor con las dos piernas en condiciones para llegar a tiempo a cantar American Girl.



martes, 16 de junio de 2015

Crítica de We Are Harlot: We Are Harlot (Roadrunner Records, 2015)

Vaya sorpresa que me he llevado con este grupo. Confieso que no lo conocía de nada y, otra vez gracias a un streaming en la web de Classic Rock, he descubierto otro disco sin muchas pretensiones, divertido, variado y más que disfrutable. We Are Harlot nace en USA de la colaboración en 2011 (eso que llaman supergrupo) del cantante de Asking Alexandria, Danny Worsnop, con el guitarrista Jeff George, que acompaña a Sebastian Bach en su proyecto en solitario. Completan la formación el bajista Brian Waver, de Silvertide (pedazo de disco de debut se marcaron hace ya demasiado tiempo) y el batería Bruno Agra, de Revolution Renaissance. Nombres con poca repercusión, al menos para mí, pero que han creado una obra musical muy atractiva que ha tenido buena respuesta de ventas en Estados Unidos e Inglaterra. Aquí nada de nada, estarán más atentos al nuevo peinado de Bisbal... En fin, vamos al grano. Ellos mismos, junto a Kato Khanwala, se encargan de producir once temas potentes, con el denominador común del hard rock más clásico, aunque introducen muchos matices. Abren a todo trapo con Dancing On Nails (estribillo ganador) y Dirty Little Thing. Encontramos piano y sintetizadores por debajo de una base guitarrera, con buenos solos, y la voz rota de Worsnop. Imposible no hacer air guitar al escuchar este inicio tan demoledor. La cosa se pone más comercial, más tranquila, con Someday, en plan banda sonora de película taquillera. Denial, el primer single que lanzaron, sube de nuevo las revoluciones hasta explotar con voces guturales inesperadas. Aunque para caña, de la buena, One More Night. Menudo trallazo a toda mecha se marcan a mitad del disco. Seguro que es uno de los momentos más salvajes de sus conciertos, porque acabas exhausto después de algo más de tres minutos de dinamita sonora. En mi opinión, lo mejor de su estreno discográfico.

 
Mantiene el nivel Never Turn Back con esa mezcla de estilos que no te deja impasible. En otro contexto está The One, que posee un ritmo infeccioso para dar paso a un estribillo melódico y un solo de guitarra fantástico. Recomiendo ver el vídeo de este tema, muy cachondo, repleto de segundas intenciones con chicas despampanantes por doquier. Una pasada con gran sentido del humor. En la recta final, Love For The Night es otra gema con unos teclados efectivos que se meten en el cerebro a la primera. Toca sacar la Fender imaginaria también con Flying Too Close To The Sun, que va creciendo hasta unos gritos guturales. Otra canción muy completa, ya que tiene de todo en 3:21 minutos. Esa es la principal habilidad de We Are Harlot: meter un montón de influencias en cortísimos espacios de tiempo. Terminan con una balada de piano clásico, I Tried, que no se hace ñoña ni larga y me recuerda un poco a Def Leppard. ¿Será este su Pyromania? Quizás sólo su High And Dry, pero si el proyecto tiene continuidad, yo espero su Hysteria en toda regla.  


viernes, 12 de junio de 2015

Blues Pills, Lucifer y Kill It Kid: tres voces femeninas que piden paso en el rock

¿Alguien se acuerda de Doro Pesch y Lita Ford? En una época en la que la imagen del cantante supermacho era la tónica dominante en el hard rock, ellas ponían la nota discordante. Cada una en su estilo, la alemana al frente del grupo de heavy más tradicional Warlock, y la americana más light desarrollando su carrera en solitario tras dejar las Runaways, representaban las excepciones en una escena totalmente controlada por hombres. Además, y que nadie se lo tome a mal, aprovechaban su atractivo para promocionar un trabajo que no estaba exento de calidad. A rebufo suyo surgieron las también estadounidenses Vixen y Phantom Blue con un estilo muy comercial y una imagen a lo Poison que estaba tan de moda a principios de los 90. Con la irrupción del grunge surgieron las recién reunidas L7 de Donita Sparks (Bricks Are Heavy es de escucha obligada), pero eran gotas de agua dentro del gran océano masculino. En España, por ejemplo, tuvieron su momento de fama Dover, capitaneados por las hermanas Llanos, aunque el éxito del famoso Devil Came To Me se fue disolviendo con sus constantes devaneos musicales. Pero los tiempos están cambiando y, actualmente, cada vez son más los grupos de rock que se presentan con una cantante femenina al frente. Es más, surgen como churros y yo me voy a centrar en tres muy diferentes entre sí, tres propuestas muy interesantes como son Blues Pills, Lucifer y Kill It Kid. Los primeros tienen su base en Suecia (aquello es una mina) con una Elin Larsson que bien podría convertirse en la nueva Janis Joplin o Aretha Franklin. Acompañada por el guitarrista francés Dorian Sorriaux, el bajista americano Zack Anderson y su compatriota André Kvaströn en la batería, beben directamente de los 70, de clásicos como Cream, Free, Fleetwood Mac o Grand Funk Railroad. Sólo tienen un disco publicado el año pasado tras algunos EPS, aunque su punto fuerte está en el directo. Yo me agencié uno oficial, en formato digibook, que recoge su actuación en el Freak Valley Festival, y que realmente merece la pena. Elin despliega todo el potencial de su voz mientras alargan las canciones del estudio en plan jam para darles otros matices. Un viaje con toques psicodélicos muy recomendable. Este verano participan en muchos de los festivales que inundan el calendario. Imprescindibles.


En otro contexto totalmente distinto están Lucifer. Su nombre no deja lugar a dudas de que practican un doom oscuro cuya inspiración viene, lógica y casi obligadamente, de los maestros Black Sabbath. Entre Berlín y Londres está el origen de un grupo que puede no ser muy original, pero la voz de Johanna Sadonis es el elemento que les diferencia de otros similares. Al guitarrista se le conoce como The Wizard (de nuevo Sabbath), el bajista es Dino Gollnick y el batería Andrew Prestidge. Tras el debut con el single Anubis, este año salió a la venta Lucifer I, su primer trabajo con sólo ocho temas muy monolíticos, con atmósferas extrañas, sonido crudo, directo, y unas letras de marcada temática oculista. Ya sea para llamar la atención o no, lo cierto es que Johanna ya había dejado constancia de su gusto por este estilo en The Oath, su anterior formación de corta vida, pero muy valorada en ciertos círculos. De nuevo todo queda en el pasado si se buscan sus influencias principales, algo que no ocurre, o quizás a medias, con Kill It Kid. El protagonismo de Stephanie Ward como vocalista está compartido con el guitarrista Chris Turpin, y ella se hace cargo de las teclas para dar forma a un sonido peculiar que me impresionó cuando los vi hace poco menos de una semana en la Moby Dick de Madrid. Estos chavales ingleses (la media de edad debe ser bajísima) tienen una base claramente blues, aunque introducen su propia personalidad más moderna (Royal Blood) en unos temas que ganan muchísimo en directo, lo que dice mucho a su favor. Turpin lo borda con el slide, mientras que Marc Jones (batería) y Dom Kozubik (bajista) se mantienen en un segundo y efectivo plano para explotar en varios finales épicos que hicieron templar la sala. Stephanie, a la que muchos no quitaron ojo por otros motivos (es bien guapa la chica), acaricia el teclado y pone el contrapunto a Turpin con una voz que también va in crescendo. Es algo engañosa, en el buen sentido, la música de esta joven banda británica que tiene todo el futuro por delante. ¿Un futuro que puede ser propiedad de la mujer en el rock? En ello están, y ya se sabe que cuando se empeñan en algo...

miércoles, 10 de junio de 2015

Slipknot y Stone Sour, las dos caras de un gran vocalista hiperactivo: Corey Taylor

Todavía recuerdo la impresión que me causó Slipknot cuando se dio a conocer en 1995. Un grupo de nueve miembros ataviados con monos naranjas que ocultaban sus caras bajo unas máscaras terroríficas. Lógicamente, todos eran desconocidos y procedían de Des Moines, un pueblo de la norteamérica más profunda situado en Iowa. Con esta carta de presentación, el resultado musical no podía ser otro que una mezcla metálica macabra, llena de ruidos insólitos, rugidos, riffs atronadores, baterías imposibles, letras que invitaban a la locura... Un primer disco brutal que creó rápidamente una fiel base de fans llamados maggots que dio paso a un segundo todavía más infernal que reconozco no haber podido escuchar nunca de un tirón. Para mí, hasta el Reign In Blood de Slayer es más accesible. Con eso lo digo todo. Poco a poco, el misterio que rodeaba a los integrantes de Slipknot se fue despejando y uno de ellos, el cantante Corey Taylor, puso en marcha un proyecto paralelo denominado Stone Sour. Ayudado por el éxito del single Bother en la banda sonora del primer Spiderman de Sam Raimi, su debut discográfico fue una gran sorpresa. Sin alejarse de la dureza de su banda madre, aunque con el ritmo más reposado, de metal más tradicional, la voz del este músico de 41 años adquiría nuevos matices en algunas canciones. Se intuía que algo prometedor se estaba gestando como así lo confirmó su carrera ascendente. Lo más meritorio del caso es cómo Taylor ha sabido compaginar, pese a los palos que se la llevado, dos personalidades distintas, dos formas diferentes de cantar y actuar, al frente de dos grupos top (como diría Mourinho) dentro del rock más metálico. Con Slipknot ha publicado ya cinco discos en estudio, dvds y algún directo; la misma cifra que Stone Sour, incluyendo algún miembro compartido entre ambas bandas y siempre, pese a los cambios de formación, el éxito ha sido destacable. En directo son dos apisonadoras que ya he tenido la ocasión de ver varias veces y nunca fallan, cada uno en su estilo.


Con el paso del tiempo, Corey Taylor se ha convertido en un músico hiperactivo, incapaz de estarse quieto y que no para de generar noticias. Es un caso parecido, salvando las distancias, al de Dave Grohl, con el que ya ha tenido algún escarceo como poner su voz a una canción en la BSO del recomendable documental Sound City. Ambos participan en Teenage Time Killers, un megaproyecto de punk y hardcore apadrinado por el batería de COC que espero con impaciencia para este verano. No está nada mal la versión del Rainbow In The Dark del disco homenaje al Dio en la que canta y, personalmente, me encantó su aparición por sorpresa en el concierto de Steel Panther (menudos cachondos) en el Download Festival de hace tres años. Por si esto fuera poco, de su mente inquieta surgió la idea conceptual del House Of Gold And Bones I y II, el último doble disco de Stone Sour, acompañada de un cómic en el que desgranaba toda la historia. Como curiosidad, señalar que el bajista Rachel Bolan de Skid Row se hizo cargo de las cuatro cuerdas en dicha grabación. Lo último que ha salido a la venta fue el EP Meanwhile In Burbank, una notable colección de versiones de Alice In Chains, Metallica, Judas Priest, Kiss y Black Sabbath, para conmemorar el Record Store Day dedicado al vinilo en todo el mundo. Ya han anunciado que tienen más covers preparadas para sucesivos lanzamientos. Habrá que estar atentos, porque la calidad está asegurada. Da gusto que existan músicos así, que no se acomodan pese al éxito. Artistas de este tipo nacen, no se hacen en laboratorios televisivos o similares, absorben lo mejor de los más grandes que les han precedido y nos alegran la vida con ese gran invento que es la música.


martes, 9 de junio de 2015

Festivales de verano: amplia oferta para pasarlo bien tres días escuchando música

Ya está aquí el verano y con él llegan los festivales veraniegos de rock. Cada año aumenta la oferta dentro de un formato ideal para pasarlo bien durante varios días (la duración es variable) escuchando música en directo. Hay mucha gente que los odia por las aglomeraciones, los precios, los viajes, las incomodidades o el cansancio, pero a otros, como es mi caso, les parece la mejor forma de ver muchos grupos apetecibles en poco espacio de tiempo. Si encuentras a alguien que comparta tus gustos musicales y al que no le importe romper con la rutina para soltar un poco de adrenalina cerveza en mano, no veo otra actividad más adecuada para la época estival. Hay otro factor, el económico, del que también depende la elección de un festival u otro. Como suele suceder siempre al hablar de rock, en España no hay mucho donde elegir, aunque sería lo más barato por tener que desplazarse a menos distancia. Sin embargo, poco a poco han ido desapareciendo citas de cierta tradición como Festimad, Doctor Music, Electric Weekend (sólo hubo una edición de gran calidad), Metalway, Kobetasonik y hasta el itinerante Sonisphere, por lo que, ahora mismo, Azkena Rock Festival y Resurrection Fest son las propuestas más interesantes dentro de nuestro país. Dejo a un lado el Viñarock, ya que se centra siempre en casi los mismos grupos nacionales y está destinado a un público y edad determinados. Eso sí, hay que reconocer que ya lleva mucho tiempo funcionando, lo que tiene su mérito. El BBK tiene la ventaja de celebrarse en su sitio que me encanta, el monte Kobeta donde vi a los Black Crowes, pero no me gusta nada el estilo musical que han elegido para atraer a las masas, cada vez más alejado del rock. Personalmente, la relación calidad precio del Resurrection Fest, del que me han hablado muy bien y celebra su décimo aniversario, ha hecho que me decante por estrenarme el próximo mes de julio en Viveiro. Hubiera preferido repetir viaje a Francia o Inglaterra como en otras ocasiones, pero esta vez hay circunstancias que lo impiden.




A nivel internacional, el pasado fin de semana, dos clásicos como son Sweden Rock Festival y Rock Am Ring inauguraron la temporada festivalera a lo grande. Del primero hablan maravillas y suele destacar por reunir a grupos que llevaban mucho tiempo inactivos. Suele ofrecer actuaciones exclusivas, aunque desplazarse hasta Suecia, unido a los gastos de alojamiento, comidas, compras e imprevistos, que siempre los hay, puede suponer demasiado esfuerzo monetario. El otro se celebró en Alemania con Slipknot y Foo Fighters como mayores atractivos y tiene la ventaja de poder seguirlo en streaming. No es lo mismo que vivirlo in situ, pero te haces una idea de las miles de personas que se juntan allí para pasarlo en grande. Aunque para grande, pero mucho, el Download Festival inglés que se celebra a finales de esta misma semana. Heredero directo del mítico Monsters Of Rock (mirando los carteles de finales de los 80 se me hace la boca agua), tiene lugar en los alrededores del circuito de Donington con varias ventajas e inconvenientes. La organización es perfecta, no te sientes agobiado pese a las dimensiones del lugar y el aforo tan brutal que tiene y hasta te falta tiempo para ver tanto grupo. Es una pasada, yo he estado dos veces y espero volver mientras el cuerpo aguante. Lo malo, de nuevo el tema económico y, sobre todo, la metereología. Llueve siempre, a veces hasta formar barrizales kilométricos en los que apenas te tienes en pie. Es lo que hay, mejor asumirlo e ir preparado, porque igual hasta sale el sol. Demasiado salió el año pasado en el Hellfest francés, que se ha convertido en la otra gran cita del metal en todas sus vertientes. Suele compartir cabezas de cartel con el Download basado en viejas glorias, que son las que garantizan el sold out. Tiene varios escenarios temáticos aparte de los dos principales y una decoración cuidada hasta el más pequeño detalle. Todo muy siniestro, pero elegido con mucho gusto y cuando anochece parece que estás en el mismo infierno. Como en casa, vamos. Aparte de estos dos, la oferta es variadísima dentro del rock en toda Europa. No me puedo olvidar del Wacken Open Air. Tiene lugar en Alemania desde 1990 y su popularidad entre el sector más duro ha ido creciendo tanto que es casi imposible conseguir una entrada. Se agotan en apenas 48 horas, es como una religión para el heavy metal y hasta cuenta con una zona medieval para asistir a batallas entre guerreros vikingos. No sé si será demasiado para mí, pero tengo la intención de ir alguna vez, repito, si el cuerpo aguanta y la mente también. Me lo paso fenomenal en estos eventos, qué le vamos a hacer... ¿Se me nota mucho?


viernes, 5 de junio de 2015

Doble ración de Scott Weiland con The Wildabouts y Art Or Anarchy

Vaya por delante que nunca me gustó mucho el grunge (salvo Pearl Jam y Soundgarden) ni Stone Temple Pilots. Le cogí manía porque significó el final de un montón de bandas hard, sleazy, glam o como las quieran llamar, con las que me metí de lleno en esto de la música. El lado gamberro, vicioso, salvaje y divertido del rock and roll procedente de Sunset Strip se fue apagando por culpa de unos chavales amargados de Seattle. Metían mucho ruido, pero nunca me pareció que aportaran nada positivo, la verdad. Muchos se quedaron por el camino como Cobain, Staley o Wood, aunque la muerte de este último nos dejó esa maravilla que es Temple Of The Dog. Por ahí andaba Scott Weiland con los Pilots. Poco puedo decir de su discografía, ya que la primera vez que le presté atención fue cuando le eligieron como cantante de Velvet Revolver. Craso error. En mi opinión, no pegaba nada al lado de Slash, Duff y compañía, y se limitaba a intentar imitar los contoneos del Axl más clásico. No tiene mala voz, simplemente no encajaba en una banda que se suponía heredera de Guns N' Roses. Y eso que los dos trabajos en estudio (Contraband y Libertad) son más que aprovechables. El problema era que no había química y yo mismo lo comprobé en un concierto del que hablo en el post anterior. Por eso acabó la historia tan mal con todos criticándose mutuamente. Parece ser que el estado físico de Weiland era lamentable, que había vuelto a las drogas, aunque él se defendía en cada entrevista. Stone Temple Pilots se reactivaron con un disco que hasta yo escuché y su carrera parecía enderezada. La sorpresa fue que, de pronto, sus compañeros se pusieron a grabar con Chester Bennington de Linkin Park, algo que no le sentó nada de bien y, de nuevo, le tocó remar en solitario. Menudo culebrón de declaraciones cruzadas se montó.


Para demostrar que no está acabado pese que por ahí circula algún vídeo que le deja en mal lugar, ahora vuelve a la actualidad con dos trabajos casi simultáneos que no están nada mal. Y muy diferentes además. Con los Wildabouts publicó Blaster el pasado mes de marzo seguido de la triste noticia del fallecimiento de su guitarrista Jeremy Brown, que fue sustituido inmediatamente por Nick Marbury. En cuanto a la música, el trabajo muestra un montón de influencias, desde el post-grunge, hard rock y hasta el glam tipo Bowie. Se trata de un disco fácil de oír, no aburre, y al final acabas tarareando alguna de sus melodías. El debut de Art Of Anarchy todavía me gusta más. Se trata de un proyecto que incluye a Ron Bumblefoot Tal (uno de los mercenarios de Axl) en la guitarra, el bajista de Disturbed John Moyer y los desconocidos hermanos John y Vince Votta. Aunque Weiland dice que no forma parte del grupo, su voz encaja bien en un estilo de metal más moderno, muy duro a veces, con reminiscencias hasta de Metallica. También hay pasajes de guitarra española, cambios de ritmo que sorprenden, temas más melódicos.... Y lo mejor es que la voz del cantante californiano de 47 años encaja mejor que nunca. Al menos no chirría, aunque él asegura que los Wildabouts es su formación actual. Ya veremos qué ocurre, porque con Scott nunca se sabe. Por ahora, recomiendo la escucha de estas dos novedades que tanto y tan agradablemente me han sorprendido.    

miércoles, 3 de junio de 2015

John Corabi regresa con el supergrupo Dead Daisies para cantar en Revolución

Hay muchos músicos infravalorados en el mundo del rock, pero pocos lo están tanto como John Corabi. Admito que tengo una debilidad por este cantante nacido en Filadelfia (USA) hace ya 56 años. El gran público le conocerá por su corta estancia en Mötley Crüe en 1994 para sustituir a Vince Neil en el disco sin título que tan pobre acogida tuvo pese a su enorme calidad. Con el paso del tiempo, los propios Mick Mars y Tommy Lee así lo han reconocido y entre los fans del grupo se ha convertido en un trabajo de culto. Una pena que aquella colaboración entre ambas partes se quedara ahí, aunque yo ya le conocía por estar al frente de The Scream, cuyo primer y único disco, Let It Scream, recomiendo a cualquier seguidor del buen hard rock. Es una joya descatalogada muy difícil de encontrar hoy en día. Tras formar parte de varios proyectos ajenos (Union, Ratt) y propios como un directo acústico, ahora vuelve al primer plano de la escena musical con The Dead Daisies para poner su maravillosa voz en Revolución. Es el segundo trabajo de este supergrupo formado por músicos tan conocidos como Richard Fortus y Dizzy Reed (de los nuevos Guns N' Roses), David Lowy, Marco Mendoza y Brian Tichy (dos ex de Whitesnake). Están muy de moda este tipo de agrupaciones de grandes talentos, aunque muchas veces el resultado es algo frío y sin alma. Para mí, no estamos ante un caso así, por lo que llevo varios días disfrutando de una obra muy completa, variada, de hard rock a la vieja usanza sumado a algún toque más o menos moderno.



No me voy a centrar en ningún tema en concreto, ya que todos tienen su atractivo. Lo que más me congratula, no lo puedo negar, es la vuelta a la actualidad de Corabi. Sus compañeros están a un gran nivel como era de esperar teniendo en cuenta su trayectoria, pero han dado un paso hacia adelante incorporando a un vocalista único. Además de ser un guitarrista rítmico más que competente, esa voz chillona y algo cazallosa le viene como anillo al dedo a una formación que en directo deben estar más que bien. Me encanta esa pinta de hippy medio pasado que lleva que se ha acentuado con los años. Ya se ha confirmado su presencia an algunos festivales y van a telonear a Kiss en una gira europea que acaba de comenzar. El 22 de junio pasará por Madrid, lo que supone una gran ocasión para comprobar si estamos ante un proyecto efímero o si hay química y algún atisbo de continuidad en los Dead Daisies. Sin despreciar a Kiss (Dios me libre) no sería la primera vez que el telonero supera al grupo principal. Yo lo viví cuando los Backyard Babies (otros que vuelven este año) borraron del escenario a Velvet Revolver hace once años en La Riviera. Espero que Paul Stanley haya recuperado algo de voz (estuvo penoso en el Hellfest), porque sino se podría volver a repetir. Ojo, que Kiss son un mito para mí y ya sólo con que salgan a escena se me ponen los pelos de punta. Ya veremos lo que ocurre, pero bienvenido sea el gran John Corabi a una escena en la que mereció tener mucha mejor suerte. ¿Verdad querido Nikki Sixx?

lunes, 1 de junio de 2015

Concierto de AC/DC (Vicente Calderón, 31-05-2015): Dos horas electrocutados

Lo han vuelto a hacer. Por más que pasen los años, los estilos y las modas, ellos siguen ahí, al frente del rock and roll más eléctrico. En eso consistió el primero de los dos conciertos de AC/DC en el Vicente Calderón dentro de su gira para presentar Rock or Bust: dos horas de pura electrocución. Siempre lo he dicho y me reafirmo en ello. Ahora mismo, como sigue sin haber relevo, los australianos ofrecen el mejor y más completo espectáculo que se puede ver sobre un escenario. El repertorio no tiene rival, el sonido de la máquina engrasada es inmejorable, efectos los justos pero en su momento adecuado, conexión total con el público... No se puede pedir más, ellos saben lo que sus seguidores quieren y se lo dan sin ahorrar una sola gota de sudor. Y aquí hay que pararse a hablar de Angus Young. Un señor de 60 años, pequeñito, encorvado, delgado, del que nadie sospecharía que es el mismo diablo. Es su secreto, la única explicación de por qué sigue vivo después del derroche físico que hace cada noche de actuación. Desde que sale con el traje de colegial hasta que acaba revolcándose medio desnudo por el suelo en la eterna Let There Be Rock recorre cientos (o miles) de kilómetros mientras su Gibson SG escupe las notas de la banda sonora del infierno. Ya le he visto en muchas ocasiones, pero nunca deja de sorprenderme su entrega, cómo disfruta con esos bailes del pato, para que al final acabes casi mas cansado que él. Impresionante. No hay nadie que le acerque.



Junto a él, la imperturbable base rítmica, el muro de demolición con las novedades del repescado Chris Slade en la batería y Stevie Young (todo queda en casa) en la segunda guitarra. Mientras Phil Rudd sigue arreglando sus problemas con la justicia, yo me acordé de Malcolm, el hermano de Angus que durante tantos años fue la espina dorsal del grupo. Ojalá se recupere pronto de su enfermedad. Los dos nuevos integrantes cumplieron de sobra con su labor y no se notaron las ausencias. En cuanto al cantante Brian Johnson, le vi poco comunicativo, más parado que otras veces. Canta bien pese a tener la voz ya algo tocada, pero no habló nada con el público entre las canciones y se quedó en segundo plano dejando el protagonismo al omnipresente Angus. Fue raro, la verdad.




Abriendo con el tema título del último disco, fueron cayendo los clásicos uno tras otro y el Calderón lo celebraba con mucha más efusividad que cualquier gol que se haya visto allí. Fue emocionante ver cómo gente que no se conocía de nada se abrazaba para bailar, cantar y saltar con Back In Black, You Shook Me All Night Long, Thunderstruck y tantas otras. Las caras de felicidad, como la mía, eran inenarrables. Miles del selfies, los cuernos rojos brillando en la oscuridad, los móviles echando humo para recoger cada momento... Una fiesta irrepetible porque, aunque el esquema de los conciertos de AC/DC es siempre el mismo, sabes que estás presenciando algo único que quizás sea la última vez que tenga lugar. De propina sonaron temas poco habituales como High Voltage, Sin City y Have a Drink On Me. Dejaron para los bises el eterno Highway To Hell y para cerrar, como siempre, For Those About To Rock con los cañones atronando el estadio. Era ya noche cerrada sobre Madrid, pero los fuegos artificiales iluminaron un cielo en el que Bon Scott (no sé yo si estará ahí o más abajo) seguro que sonreía después de dos horas de electrocución. Dos horas (que aprendan muchos) de auténtico placer sonoro, de rock and roll, de honestidad, sinceridad, trabajo, sudor, esfuerzo, profesionalidad... Precisamente todo lo que escasea en el mundo actual. Que no lo dejen nunca, por favor, si no hubieran existido habría que inventarlos por el bien de la humanidad. Señora Margaret Young... a sus pies.