Van Halen collage

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viernes, 12 de junio de 2015

Blues Pills, Lucifer y Kill It Kid: tres voces femeninas que piden paso en el rock

¿Alguien se acuerda de Doro Pesch y Lita Ford? En una época en la que la imagen del cantante supermacho era la tónica dominante en el hard rock, ellas ponían la nota discordante. Cada una en su estilo, la alemana al frente del grupo de heavy más tradicional Warlock, y la americana más light desarrollando su carrera en solitario tras dejar las Runaways, representaban las excepciones en una escena totalmente controlada por hombres. Además, y que nadie se lo tome a mal, aprovechaban su atractivo para promocionar un trabajo que no estaba exento de calidad. A rebufo suyo surgieron las también estadounidenses Vixen y Phantom Blue con un estilo muy comercial y una imagen a lo Poison que estaba tan de moda a principios de los 90. Con la irrupción del grunge surgieron las recién reunidas L7 de Donita Sparks (Bricks Are Heavy es de escucha obligada), pero eran gotas de agua dentro del gran océano masculino. En España, por ejemplo, tuvieron su momento de fama Dover, capitaneados por las hermanas Llanos, aunque el éxito del famoso Devil Came To Me se fue disolviendo con sus constantes devaneos musicales. Pero los tiempos están cambiando y, actualmente, cada vez son más los grupos de rock que se presentan con una cantante femenina al frente. Es más, surgen como churros y yo me voy a centrar en tres muy diferentes entre sí, tres propuestas muy interesantes como son Blues Pills, Lucifer y Kill It Kid. Los primeros tienen su base en Suecia (aquello es una mina) con una Elin Larsson que bien podría convertirse en la nueva Janis Joplin o Aretha Franklin. Acompañada por el guitarrista francés Dorian Sorriaux, el bajista americano Zack Anderson y su compatriota André Kvaströn en la batería, beben directamente de los 70, de clásicos como Cream, Free, Fleetwood Mac o Grand Funk Railroad. Sólo tienen un disco publicado el año pasado tras algunos EPS, aunque su punto fuerte está en el directo. Yo me agencié uno oficial, en formato digibook, que recoge su actuación en el Freak Valley Festival, y que realmente merece la pena. Elin despliega todo el potencial de su voz mientras alargan las canciones del estudio en plan jam para darles otros matices. Un viaje con toques psicodélicos muy recomendable. Este verano participan en muchos de los festivales que inundan el calendario. Imprescindibles.


En otro contexto totalmente distinto están Lucifer. Su nombre no deja lugar a dudas de que practican un doom oscuro cuya inspiración viene, lógica y casi obligadamente, de los maestros Black Sabbath. Entre Berlín y Londres está el origen de un grupo que puede no ser muy original, pero la voz de Johanna Sadonis es el elemento que les diferencia de otros similares. Al guitarrista se le conoce como The Wizard (de nuevo Sabbath), el bajista es Dino Gollnick y el batería Andrew Prestidge. Tras el debut con el single Anubis, este año salió a la venta Lucifer I, su primer trabajo con sólo ocho temas muy monolíticos, con atmósferas extrañas, sonido crudo, directo, y unas letras de marcada temática oculista. Ya sea para llamar la atención o no, lo cierto es que Johanna ya había dejado constancia de su gusto por este estilo en The Oath, su anterior formación de corta vida, pero muy valorada en ciertos círculos. De nuevo todo queda en el pasado si se buscan sus influencias principales, algo que no ocurre, o quizás a medias, con Kill It Kid. El protagonismo de Stephanie Ward como vocalista está compartido con el guitarrista Chris Turpin, y ella se hace cargo de las teclas para dar forma a un sonido peculiar que me impresionó cuando los vi hace poco menos de una semana en la Moby Dick de Madrid. Estos chavales ingleses (la media de edad debe ser bajísima) tienen una base claramente blues, aunque introducen su propia personalidad más moderna (Royal Blood) en unos temas que ganan muchísimo en directo, lo que dice mucho a su favor. Turpin lo borda con el slide, mientras que Marc Jones (batería) y Dom Kozubik (bajista) se mantienen en un segundo y efectivo plano para explotar en varios finales épicos que hicieron templar la sala. Stephanie, a la que muchos no quitaron ojo por otros motivos (es bien guapa la chica), acaricia el teclado y pone el contrapunto a Turpin con una voz que también va in crescendo. Es algo engañosa, en el buen sentido, la música de esta joven banda británica que tiene todo el futuro por delante. ¿Un futuro que puede ser propiedad de la mujer en el rock? En ello están, y ya se sabe que cuando se empeñan en algo...

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