Van Halen collage

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lunes, 1 de junio de 2015

Concierto de AC/DC (Vicente Calderón, 31-05-2015): Dos horas electrocutados

Lo han vuelto a hacer. Por más que pasen los años, los estilos y las modas, ellos siguen ahí, al frente del rock and roll más eléctrico. En eso consistió el primero de los dos conciertos de AC/DC en el Vicente Calderón dentro de su gira para presentar Rock or Bust: dos horas de pura electrocución. Siempre lo he dicho y me reafirmo en ello. Ahora mismo, como sigue sin haber relevo, los australianos ofrecen el mejor y más completo espectáculo que se puede ver sobre un escenario. El repertorio no tiene rival, el sonido de la máquina engrasada es inmejorable, efectos los justos pero en su momento adecuado, conexión total con el público... No se puede pedir más, ellos saben lo que sus seguidores quieren y se lo dan sin ahorrar una sola gota de sudor. Y aquí hay que pararse a hablar de Angus Young. Un señor de 60 años, pequeñito, encorvado, delgado, del que nadie sospecharía que es el mismo diablo. Es su secreto, la única explicación de por qué sigue vivo después del derroche físico que hace cada noche de actuación. Desde que sale con el traje de colegial hasta que acaba revolcándose medio desnudo por el suelo en la eterna Let There Be Rock recorre cientos (o miles) de kilómetros mientras su Gibson SG escupe las notas de la banda sonora del infierno. Ya le he visto en muchas ocasiones, pero nunca deja de sorprenderme su entrega, cómo disfruta con esos bailes del pato, para que al final acabes casi mas cansado que él. Impresionante. No hay nadie que le acerque.



Junto a él, la imperturbable base rítmica, el muro de demolición con las novedades del repescado Chris Slade en la batería y Stevie Young (todo queda en casa) en la segunda guitarra. Mientras Phil Rudd sigue arreglando sus problemas con la justicia, yo me acordé de Malcolm, el hermano de Angus que durante tantos años fue la espina dorsal del grupo. Ojalá se recupere pronto de su enfermedad. Los dos nuevos integrantes cumplieron de sobra con su labor y no se notaron las ausencias. En cuanto al cantante Brian Johnson, le vi poco comunicativo, más parado que otras veces. Canta bien pese a tener la voz ya algo tocada, pero no habló nada con el público entre las canciones y se quedó en segundo plano dejando el protagonismo al omnipresente Angus. Fue raro, la verdad.




Abriendo con el tema título del último disco, fueron cayendo los clásicos uno tras otro y el Calderón lo celebraba con mucha más efusividad que cualquier gol que se haya visto allí. Fue emocionante ver cómo gente que no se conocía de nada se abrazaba para bailar, cantar y saltar con Back In Black, You Shook Me All Night Long, Thunderstruck y tantas otras. Las caras de felicidad, como la mía, eran inenarrables. Miles del selfies, los cuernos rojos brillando en la oscuridad, los móviles echando humo para recoger cada momento... Una fiesta irrepetible porque, aunque el esquema de los conciertos de AC/DC es siempre el mismo, sabes que estás presenciando algo único que quizás sea la última vez que tenga lugar. De propina sonaron temas poco habituales como High Voltage, Sin City y Have a Drink On Me. Dejaron para los bises el eterno Highway To Hell y para cerrar, como siempre, For Those About To Rock con los cañones atronando el estadio. Era ya noche cerrada sobre Madrid, pero los fuegos artificiales iluminaron un cielo en el que Bon Scott (no sé yo si estará ahí o más abajo) seguro que sonreía después de dos horas de electrocución. Dos horas (que aprendan muchos) de auténtico placer sonoro, de rock and roll, de honestidad, sinceridad, trabajo, sudor, esfuerzo, profesionalidad... Precisamente todo lo que escasea en el mundo actual. Que no lo dejen nunca, por favor, si no hubieran existido habría que inventarlos por el bien de la humanidad. Señora Margaret Young... a sus pies.

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