Van Halen collage

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martes, 23 de febrero de 2016

Concierto de Winery Dogs (Joy Eslava, 9-2-2016) y crítica de Inglorious, el telonero

Las prisas es lo que tienen. Al final siempre hay algo que sale mal, o al menos no como estaba previsto. El elevadísimo precio de las entradas me había hecho descartar acudir al concierto de Winery Dogs en su segunda visita a Madrid. Según se acercaba la fecha me fue picando el gusanillo y al final no falté a la cita. Nunca se puede despreciar la ocasión de ver juntos a tres talentos tan enormes (Kotzen, Sheehan y Portnoy), por lo que a última hora cambié de opinión sin prestar demasiada atención al grupo telonero. Tremendo error el mío, ya que los ingleses Inglorious acaban de facturar un discazo con mayúsculas de hard rock y heavy metal tradicional que, a buen seguro, merece la pena escuchar en directo. Capitaneados por el cantante Nathan James, cuyo torrente de voz la hace rivalizar desde ya con los mejores del género, su primer disco es una joya de principio a fin. Le acompañan los guitarristas Wil Taylor y Andreas Eriksson, mientras que del bajo y la batería se encargan, respectivamente, Colin Parkinson y Phil Beaver. Puedo asegurar que ninguno de ellos desentona en temas que mezclan lo mejor de Deep Purple (Until I Die, Breakaway), Free (Holy Water), Whitesnake (High Flying Gipsy), Led Zeppelin (Inglorious)... No son referencias de escaso valor a las que ellos imprimen su sello personal, un toque moderno que redondea una obra de altísima calidad. Baladas como la épica Bleed For You o Wake no son fruto de la casualidad, sino de un trabajo hecho a conciencia que no debería pasar inadvertido. Mala suerte, me los perdí como aperitivo de la banda protagonista en la Joy Eslava, que suena bastante bien pese a tener otros problemas, y es algo de lo que me arrepiento de verdad. Espero cogerles por banda en otra ocasión, porque me juego lo que sea a que no decepcionan.


Y vamos con lo gordo: The Winery Dogs. Lo primero, el sold out hizo que en la sala se congregara mucha más gente de la que realmente cabe. Literalmente, había personas subidas en los focos del último piso. Segundo punto, algunos/as no sabían lo que estaban viendo o no les interesaba mucho, ya que estaban sentados/as en los sillones en plan discoteca sólo pendientes del móvil. Lamentable actitud, sobre todo porque los seguidores de verdad, aunque entramos con el tiempo justo, nos tuvimos que buscar un mínimo hueco entre la multitud para intentar disfrutar del concierto. Tercero, la banda toca sobrada, es impresionante el dominio que tiene de los instrumentos (lo de Portnoy con la batería es de otra galaxia), aunque vi a Richie Kotzen bastante desmejorado. Con la guitarra lo bordó, porque la técnica, el feeling, el soul, se le caen de los bolsillos. Lo malo es que parecía estar recién levantado, con mala cara y pinta de mendigo. Lo digo con el máximo de los respetos hacia un artista enorme al que sigo desde los tiempos de Poison. Igual tuvo una mala noche, mientras que Billy Sheehan nos asombró de nuevo martilleando el bajo sin piedad, a una velocidad endiablada, mostrando recursos que sólo una leyenda así es capaz de dominar. Cuarto asunto destacable. En mi opinión, el disco debut de Winery Dogs es bastante superior al Hot Streak que venían a presentar. Elevate o Desire, que de forma inteligente se guardaron para el final de su actuación, están un poco por encima de cualquier canción nueva. Ojo, que Oblivion, Hot Streak, Captain Love o la emotiva Fire alcanzan un nivel sobresaliente, técnicamente perfecto, y se ajustan como un guante al repertorio de los americanos. Punto final: no faltaron los solos de bajo y batería, cortos y poco cansinos, lo cual se agradece teniendo en cuanta de lo que serían capaces estos monstruos. Por separado podrían dar un clinic magistral de su especialidad, juntos forman una sociedad ilimitada de hard rock, blues, progresivo y hasta unas gotas de jazz. Son muy buenos, un lujo para los oídos, quizás demasiado para aquellos que sólo van a figurar y trastear con el puñetero smartphone.

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